Pongamos números a nuestra cotidianeidad

 en Alma Dzib Goodin

Alma Dzib Goodin*

Uno de los mayores conflictos escolares es cuando el alumno se encuentra con los números escritos en un papel y se le pregunta cuantos son 289+1. Aunque esto parezca simple, es un choque cultural, personal y social tremendo. ¡Caramba, esa simple suma es más compleja que intentar llegar a la Luna!
El detalle es que eso es complejo no solo para los niños, ¡asusta también a los papás!, ante lo cual, buscan ayuda para poder brindar apoyo a sus hijos. Es entonces que surgen dos problemas: por un lado, ya tengo claro en la cabeza que no sirvo para esto, y por otro, parece que los números son como un mundo aparte… de esos que se ven en los programas de televisión, estilo Expedientes X.
De ahí que cabe recordar que los números están bordados en nuestra mente quizá antes de nacer, por lo que navegamos a través de ellos mucho tiempo antes de ese primer encuentro espantoso con las aulas. Otros mamíferos dependen del conteo para sobrevivir en sus ambientes, no es lo mismo que un oso tenga una presa a su alcance, a que tenga 18 coyotes acechándole.
No importa si se es presa o cazador, en los espacios salvajes uno debe saber cuánto, dónde, por qué la identificación de cantidad y distancia son vitales para sobrevivir.
Es entonces que no podemos, como humanos, olvidar nuestra historia evolutiva (lo que compartimos con otras especies) y su impacto en nuestro desarrollo (lo que compartimos como especie).
Intente describir una escena cualquiera, una fotografía por ejemplo, algo que usted esté mirando en este momento o platicar una anécdota, ¡no importa, lo que venga a su mente! La única condición es que no use claves numéricas. Esto es, no use palabras en singular o plural, pues éstas nos hablan de cantidad; no use números por supuesto; tampoco emplee distancias o espacios…
¡Vamos, inténtelo!… le voy a compartir lo que yo veo por mi ventana: veo varios árboles, si digo varios implica más de uno… muy bien entonces… debajo de los árboles hay helechos… ¡nuevamente!, hago uso de cantidad y distancias…
¡Ok, para mí es imposible describir una escena sin claves numéricas!, ¿usted lo logró?
Todo ello que se aprende antes de la escuela, a través del lenguaje, se va engarzando a nivel cerebral para hacer de la numerosidad (disculpen la palabra), algo necesario y relevante en la información que se recibe del medio.
Un bebé aprende muy pronto, que si llora un poco más, alguien le atenderá, y sabe que un juguete es menos que 10 y más que ninguno. También aprende muy pronto que un dulce es más sabroso cuando se junta con galletas… Los objetos cobran sentido como códigos de cantidad.
Luego viene la palabra, en ella ahora se expresa lo que ya sabía a través de plurales, singulares o acciones, y se vuelven claves importantes para denominar antes y después, que implica tiempo y espacio, ya que si tengo 5 galletas y me como 2, puedo decir que antes tenía 5 y ahora tengo solo 2 galletas.
Hay un momento en la vida de todo infante que adquiere la obsesión por juntar cosas en base a colores, formas o tamaños. Al coleccionar objetos está aprendiendo el más que, menos que, suma y resta. Sabe cuantos objetos tiene sin necesidad de contar, el volumen de los mismos es una clave a nivel cognitivo de la cual echará mano más adelante.
En su vida cotidiana reconoce que las cantidades tienen una palabra asociada, que al principio solo va a escuchar, eventualmente va a reconocer y el paso de la muerte comienza cuando hay un signo asociado a esa cantidad y a esa palabra. En este sentido 15 flores, se denomina con la palabra 15 y con el número 15. Estos tres sistemas son reconocidos como diferente a nivel cerebral y solo la práctica continua los hará crear una red en la cual vayan juntos.
Todas las culturas tienen sistemas de numeración, que implica una aculturación del número, ya sea a nivel verbal o escrito. Es ahí donde la comprensión del número pasa de ser una acción prediseñada, para convertirse en un aspecto cultural único de los humanos.
Luego vienen los sistemas y formas escolares, ahí es donde el niño comienza a tener problemas que requieren de los apoyos culturales. Es entonces que se cree que las matemáticas son para unos cuantos elegidos, o que son sencillas, como han sido hasta ese momento. En este sentido, es importante reconocer que los números nacen con nosotros y mueren en la escuela.
Ante ello, es importante diseñar programas de fácil acceso y sin prisa, en diversos niveles para que todos tengan acceso a la infinita magia que solo los números pueden brindan, y con ello el acceso a la ciencia y la tecnología que tanto necesita la sociedad y con ello mostrar que los números no es cosa de unos cuantos.

*Directora del Learning & Neuro-Development Research Center, USA. alma@almadzib.com

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