Pensar juntos. Educarnos juntos*

 en Miguel Bazdresch Parada

Miguel Bazdresch Parada**

Pensar juntos. Se dice en dos palabras. Sin embargo, se necesitan más que dos palabras para recuperar el significado de la breve expresión. De entrada, parece fácil. Todos los días platico con diversas personas, familiares, colegas, estudiantes, servidores de alguna tienda o negocio, el taxista, el carteo, y más. Y ¿platicar es pensar?, ¿platicar es pensar juntos o cada uno por su lado sólo hilvana conversación sobre los temas recurrentes del día o del momento? Bueno, ¿y cundo hacemos planes familiares, por ejemplo, para ir al cine, definir cómo pasaremos las vacaciones o acordar donde vamos a comer el domingo? Y los maestros ¿piensan juntos?, ¿cuándo? Quizá sólo platicamos juntos pasando por temas y cuestiones requeridos de pensamiento previo, para lo cual no hay tiempo ni espacio. Capaz y lo hay en un marco demasiado formar donde aquello de “juntos” se esconde y complica.
Pensar juntos tiene un requisito: formar y ser parte de una comunidad, de un grupo permanente, de una situación en la cual, aun sin formar comunidad o grupo, nos reunimos para una tarea intelectual común con una finalidad específica. Esos requisitos dan lugar a las claves para generar ese pensamiento conjunto. Los estudiosos nos informan de al menos cuatro de esas claves. El lector, amable, interesado y experimentado puede completarlas.
Tener una historia. Un grupo, una comunidad puede consolidarse pasando juntos por experiencias conjuntas con las cuales se crea un cierto lenguaje común y un conocimiento, quizá tácito pero operante, de los modos, temas y posturas de los compañeros, todo lo cual da lugar a una mayor capacidad de entenderse al conversar y hace posible pensamientos comunes sobre temas educativos, si es el caso.
Identidad colectiva. Una historia común da pie a crear una identidad colectiva, la cual es algo más que la suma de las identidades individuales. No es lo mismo que un club o una secta que tiene un pensamiento común que todos defienden, sino una colectividad que se conoce y comparte el gusto por conocerse mejor y ayudarse a buscar de manera conjunta respuestas a sus preguntas y proyectos conjuntos.
Responsabilidades. Sin este factor la comunidad se disuelve. Pensar juntos para actuar en direcciones informadas para la reflexión–emoción común no busca hacer todos lo mismo sino hacer lo que se ha depurado por compartirlo y discutido para generar responsabilidad de probar, ejecutar y evaluar lo que se ha propuesto y de alguna se construido en común, para corregirlo y consolidarlo.
Lenguaje. Pensar juntos se facilita si hemos construido un lenguaje común en relación los temas, objetivos y materias comunes. Poco a poco se consolidan unas referencias comunes y un modo de construir en común nuevas reflexiones para enfrentar lo que aparece como insuficiente o que es novedoso y a la vez útil.
Prácticas acompañadas. Por ejemplo, en estos tiempos de libros de texto con una clave de construcción diversa a la usual en años atrás, nada más propicio para el pensar juntos, desde la conversación para comprender las claves sintácticas de los textos, hasta la revisión conjunta de la aplicación de las sugerencias del mismo texto, aun desde su adaptación a lugares y personas hasta la evaluación que aporte sugerencias de cambios y modificaciones.
Y lo dicho pensar juntos se dice fácil y pide una edificación intelectual y ética muy exigente, a la vez que los frutos ofrecerán cambios incluso radicales en las actuales prácticas, hoy indispensables.

*La nota es deudora de Neil Mercer. (2001). Palabras y Mentes. Paidós-Ibérica.

**Doctor en Filosofía de la educación. Profesor emérito del Instituto Superior de Estudios Superiores de Occidente (ITESO). mbazdres@iteso.mx

Escriba su búsqueda y presione ENTER para buscar