Ocupaciones raras

 en Jorge Valencia Munguía

Jorge Valencia*

1. Mozo de baño.

Se pone una filipina y da las buenas tardes mientras los visitantes se aflojan la ropa para disponerse a llevar a cabo diligencias que no se emparejan con la compañía. El hombre se gana la propina. Ofrece toallitas de papel que, en rigor, no requieren del auxilio de nadie. Mientras uno se frota el jabón en las manos, el hombre del baño hace alusión al clima. Una moneda simboliza el agradecimiento y la incomodidad. Al punto de evitar una segunda experiencia. La próxima vez se opta por una infección renal antes que repetir el protocolo. Salvo en el caso de la cultura romana, ir al baño no parece una actividad social. No se disfruta de la compañía sin una perversión claramente definida o una necesidad dramáticamente asumida.

2. Copiloto de coche de carreras.

No tiene la responsabilidad del triunfo ni de la derrota. Está ahí para alentar al piloto. Le “echa aguas”, le orienta la ruta, le ofrece un hidratante. Ganen o pierdan, al final de la carrera el copiloto siempre tendrá una sensación de inutilidad.

3. Embalsamador de cadáveres.

Aprendió el oficio con una sensación entre morbosa y de asco. Otro le explicó la manera más sencilla de extraer las vísceras y verter el líquido ceroso a través de las venas del cuerpo. El aprendiz se enorgullece de su primer maquillaje. Ése es el que nunca se olvida. Todavía se atrevió a asistir al velatorio para presenciar la manera como los familiares se acercaron al ataúd. Los escuchó decir “parece que estuviera dormido”. Esa noche, el embalsamador primerizo tuvo un sueño plácido y feliz.

4. Cuarto árbitro de futbol.

Su misión es compensar los minutos perdidos durante el juego y reprender a los entrenadores cuando cruzan la línea permitida o se exceden en sus reclamos ante jugadas dudosas. El cuarto árbitro siempre viste de “pants”. Nadie sabe que existe hasta que anuncia en una pizarra electrónica cuántos minutos extra se jugarán, según su criterio. Entonces la mitad del estadio (más si se trata de un partido de local) le rechiflan y lo insultan. Recoge los balones sobrantes cuando el partido concluye y corre al centro del campo a esperar a los 3 árbitros oficiales. En rigor, está ahí por si alguno de sus colegas se lesiona, cosa que nunca ocurre. En los vestidores atreve con ellos una opinión acerca del juego. Los otros se miran sin pronunciar palabra. Se van a cenar los cuatro.

5. Presidente de la República.

Realiza la campaña bajo instrucciones de un equipo de especialistas. La prioridad es su sonrisa y la sencillez de sus respuestas. Una vez electo, el Presidente de la República se encarga de argumentar propuestas y convencer a otros para apoyarlas. Nunca queda bien con nadie. Pasa a la historia como corrupto o como tonto. A veces, las dos cosas. Hace lo que puede y sólo puede cuanto le permite el presupuesto y la opinión pública. El mejor presidente es el que no se nota.

*Director académico del Colegio SuBiré. jvalenci@subire.mx

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