Obras, que algo sobra

 In Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

 

El 12 de diciembre 1980, un equipo de trabajadores de la demolición echó por tierra el edificio donde se ubicaban las escuelas de música y de trabajo social de la Universidad de Guadalajara. Para dar lugar al edificio que hoy alberga la rectoría general de la universidad jalisciense y en donde, en 2025 se develó la estatua de Irene Robledo García (1890-1988), muy cerca de donde ella, quien dirigía con rigor la escuela de trabajo social, se apostaba para impedir la entrada por avenida Juárez de los estudiantes de la escuela de música, cuya entrada oficial se ubicaba por la calle de Pedro Moreno.

La orden de destrucción del edificio gemelo del que todavía se conserva como museo y que tiene todavía el águila sobre la leyenda “Lex” por haber sido sede de la escuela de derecho, provino del entonces rector Jorge Enrique Zambrano Villa (1940-2016). La similitud con el edificio del hotel Fiesta Americana, en la glorieta de la Minerva, derivó en que al edificio “cultural y administrativo” se le conociera popularmente como “Zambrano’s Fiesta”. El edificio demolido y el que todavía se conserva fueron diseñados por Alfredo Navarro Branca (1891-1979) y fueron terminados en 1915.

Casi 45 años después de esa destrucción por parte de un rector que tenía una empresa constructora, nos enteramos de la demolición del ala este de la Casa Blanca en Washington, distrito de Columbia, la sede oficial de la presidencia de Estados Unidos. En días previos a ese 22 de octubre en que se dio la demolición por órdenes de un empresario del sector inmobiliario que llegó a la presidencia de Estados Unidos, éste prometió que el salón de baile que se tenía proyectado no tocaría el edificio de la Casa Blanca (que comenzó a construirse el 13 de octubre de 1792; el ala este se construyó entre 1902, primero como terraza este, y 1942, llamada entonces como ala este https://cnnespanol.cnn.com/2025/10/22/eeuu/demolicion-ala-este-casa-blanca-trump-salon-baile-trax). Para muchos de nosotros, esa promesa que resultó advertencia reverbera con la que otro político, constructor de ferrocarriles, aeropuertos y refinerías, hizo respecto a no tumbar un solo árbol para dar paso al tren (https://politica.expansion.mx/mexico/2022/04/21/amlo-aseguro-no-tirar-ningun-arbol-para-el-tren-maya). Sin importar que detrás de las construcciones haya muchas promesas incumplidas y advertencias estructurales y legales desoídas, es frecuente que los dineros públicos y privados acaben en manos de empresas constructoras que logran acuerdos con los políticos (o gerentes) que autorizan o convocan a realizar las obras.

La historia no escatima en instancias de construcciones. Veamos algunos casos. En la ciudad de México, en donde fuera el rancho “La Hormiga”, el presidente Lázaro Cárdenas del Río (1895-1970) estableció la residencia oficial de la presidencia de México en 1934 y ésta sufrió modificaciones y añadiduras hasta que el presidente López Obrador (nacido en 1953) la convirtió en Centro Cultural en 2018. Durante su periodo presidencial, López Obrador residió en Palacio Nacional, edificio que también ha sido objeto de adecuaciones y en donde reside la actual presidente Claudia Sheinbaum Pardo (nacida en 1961).

Además de las adecuaciones, modificaciones, demoliciones y alteraciones a las edificaciones públicas, es frecuente que se utilicen los recursos que los gobiernos denominan “del pueblo” para otras obras. Entre las expresiones de gobernantes y burocracias mexicanos se encuentra una que alude a cómo estas obras se convierten en una manera de canalizar los recursos de la nación, del pueblo y de los contribuyentes a los bolsillos de quienes las promueven: “haz obra, que algo sobra”.

En meses recientes nos hemos enterado (aunque muchos afirman que esa información es parte de campañas de difamación) de cómo, también en gobiernos de la autodenominada “4T” se ha aprovechado la ocasión para hinchar los bolsillos de algunos políticos, sus aliados y parientes. Han trascendido también noticias, de antaño y hogaño, en el sentido de que los equipos y consumibles destinados a esas obras para el pueblo bueno y sabio fueron adquiridos a sobreprecio o se han pagado sin que se hayan entregado los objetos contratados. De ahí que no extrañe que en el sector educativo y cultural también haya quien se convierta en filantrópico proveedor a cambio de algunos beneficios pecuniarios. En algunos casos, los dineros gastados derivan en enormes elefantes blancos que no siempre resultan rentables ni cumplen las funciones para los que fueron creados. La barda de lo que sería una refinería en tiempos de Calderón Hinojosa (nacido en 1962) es la más famosa, aunque la lista es bastante más larga, pues en 2021, esos proyectos alcanzaban cerca de media centena: (https://contralinea.com.mx/interno/semana/estos-son-los-46 -elefantes-blancos-del-conacyt-que-heredaron-fox-calderon-y-pena/).

En el caso de la demolición del ala este de la Casa Blanca resulta sospechoso (o sintomático) que un hombre devenido presidente haya hecho su fortuna en el sector inmobiliario y que lo que él mismo denomina como su “valor personal” se haya acrecentado en su periodo por cientos y quizá miles de dólares. También hay que destacar que el salón de baile al que Trump quiere imponer su nombre haya comenzado a construirse en una época en que están vigentes varios escándalos relacionados con el 45º y 47º presidente de Estados Unidos: los expedientes de Jeffrey Epstein (1953-2019), el apoyo de cuarenta mil millones de dólares al gobierno argentino de Javier Milei (nacido en 1970), la guerra de aranceles con todo el universo, las detenciones de ciudadanos estadounidenses por parte de la agencia encargada de la inmigración, los altos costos de varios productos agrícolas, la congelación de las actividades del gobierno federal por un diferendo entre los legisladores de ambas cámaras, entre otros. Destaca, entre esos escándalos, una propuesta del mismo empresario inmobiliario, de terminar la guerra en Palestina para poder construir un emporio turístico en la Franja de Gaza (“the likes of which have never been seen”, afirma, con una actitud cínica, aunque él quisiera que se le percibiera como inocente y bien intencionada https://heraldodemexico.com.mx/mundo/2025/3/7/gaza-sera-un-complejo-turistico -este-es-el-plan-de-donald-trump-681039.html). Alcanzamos a darnos cuenta: su idea es realizar más obra para el enriquecimiento personal.

El tráfico de influencias suele disimularse con contratos directos y la reserva de datos sobre las obras, como se ha señalado para varios contratos de empresas con los gobiernos en turno. Y las comisiones y contratos a veces llegan por manos interpósitas a los bolsillos de los promotores de esos bailes… y obras. Donald John Trump (nacido en 1946) anunció originalmente que el proyecto que no tocaría la Casa Blanca costaría doscientos millones de dólares, aunque, para el día de la demolición estimaba que costará trescientos millones. En el caso de México, el mismo gobierno ha hecho explícitos algunos problemas y sugerencias en torno a la adjudicación directa: (https://www.gob.mx/buengobierno/acciones-y-programas/1-3-3-adjudicacion-directa) y señala que es preferible lanzar abiertamente las convocatorias públicas.

En el ámbito de las construcciones suele decirse que, de lo presupuestado en tiempo y dinero hay que considerar ese monto multiplicado por tres para saber el costo final. Esos “sobrecostos” (o “infrapresupuestos”) no son privativos de América, sino que también se suscitan en otros continentes. Tal es el caso de obras en Alemania (https://www.letsbuild.com/blog/time-cost-overruns-large-scale-german-construction-projects#:~:text=and%20cost%20reimbursements-,Berlin%20Brandenburg%20Airport,be%20over%20500%20million%20euros) que han implicado que los presupuestos originales se excedan y lleven a pausas que pueden prolongarse por largos periodos. La magnitud del sobrecosto en ese país ha sido del 73% en promedio, lo que hace dudar de la posibilidad de que se realicen otras obras. Las famosas Autobahnen han sido señaladas porque los euros no parece que alcanzarán a llegar muy lejos, aunque sí se irán muy rápido (https://www.dw.com/es/no-habr%C3%A1-m%C3%A1s-autopistas-nuevas-en-alemania/a-74124829).

En Francia, su sistema de transporte, para el que en un inicio se presupuestaron 20,500 millones de euros, está en entredicho: se calcula que se requerirán más de cuarenta mil millones. Eso, en medio de una crisis (https://www.eleconomista.com.mx/opinion/francia-fabrico-crisis-deuda-gobierno-20251012-781235.html) que algunos quisieran minimizar. Hay quien podría afirmar que “el pueblo francés está feliz, feliz, feliz” (aunque con pronunciación más nasal). Mientras que hay otros ejemplos de crisis fiscal en otros países (Argentina, Paquistán, Perú, Egipto y la lista se alarga), en México vemos cómo la “disciplina fiscal”, que suele significar cobrar más impuestos, ha dado lugar a propuestas legislativas recientes y a medidas para el pago de obras que, “casualmente” han multiplicados sus costos originales. Según un análisis de marzo de 2025, los costos se han elevado de quinientos mil millones a un billón doscientos mil pesos (https://www.eleconomista.com.mx/economia/obras-insignia-tuvieron-sobrecosto-673-000-mdp-sexenio-pasado-mexico-evalua-20250318-750908.html).

Podemos sospechar que parte de ese sobrecosto se explica porque algunos contratistas y funcionarios están sacando tajada de las obras y los servicios asociados. En todo caso, mientras que las obras son necesarias, hay que recordar, por otro lado, que “lo barato sale caro” y es probable que cuando afirmamos “¡huy, qué barato!” muy probablemente es porque todavía no acaban de mostrarnos la lista de los costos de determinados objetos y servicios. En muchas ocasiones, simplemente pensamos en lo que cuesta adquirir o construir, y rara vez nos preguntamos cuánto costará “el chistecito” a lo largo de los años. En múltiples casos, las obras operan con números rojos y la lógica de los servicios públicos en muchas ocasiones implica que haya pérdidas en ese sector para evitarlos en otros ámbitos. Por ejemplo, los combustibles, los alimentos o los servicios subsidiados fiscalmente sirven un propósito: evitar que la sociedad se paralice y promover la productividad en otras áreas. De tal modo que seguiremos enterándonos de proyectos que funcionan y cumplen sus propósitos mientras que, como sociedades, apoyaremos algunos gastos, con tal de que se promuevan determinadas actividades. Lo que puede significar que haya quien saque una tajada desproporcionada de diseñar, promover o supervisar las obras y servicios que se consideran necesarios o deseables.

Regreso, para terminar este comentario, al ámbito local: en 2024 se realizó un documental-homenaje al ya fallecido Raúl Padilla López, intitulado “El oficio de construir” (https://www.udg.mx/es/noticia/estrenan-el-oficio-de-construir-documental-sobre-raul-padilla-lopez), que resulta bastante sintomático si se considera que ese “empresario de la cultura” fue señalado, desde la perspectiva de la presidencia de nuestra república, por el manejo patrimonial de los recursos de la universidad pública jalisciense (https://www.infobae.com/mexico/2023/04/03/cual-fue-el-conflicto-que-enemisto-a-amlo-con-raul-padilla/). Resulta sintomático que el documental aluda a esa actividad asociada con las edificaciones.

 

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología de la Universidad de Guadalajara. rmoranq@gmail.com

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