Números y numeritos

 en Alma Dzib Goodin

Alma Dzib Goodin*

El aprendizaje de los números es, sin duda, un tema que se vuelve complicado en las aulas, ya sea porque se tiene la idea de que los números son solo para gente muy inteligente, o porque simplemente parece que son un idioma de otro planeta.
Los números en la vida cotidiana son parte de nuestro entorno. Aún antes de poder mencionar los números, los bebés son capaces de decir si hay más o menos objetos y de saber si mamá está cerca o lejos.
Estudios con infantes y cachorros de otras especies muestran la necesidad de tener un sistema de conteo y distancia para navegar en el mundo. Esto muestra que los números están genéticamente integrados a nuestros cerebros, pero al igual que el lenguaje, deben ser moldeados socialmente, pues es requisito contar con una buena cultura numérica.
Los inicios de ésta usualmente surge a través de las interacciones del niño con su entorno, comienza buscando con su mano al que está cerca, llora cuando algo está lejos. Eventualmente usa la marcha para ir a buscar algo por sí mismo, sabe que uno es menos que 3 o 4, aunque no sea capaz de explicarlo y con la adquisición del lenguaje comienza la diferencia clara entre singular y plural, que implica la diferencia entre uno y más de uno.
Comienza a agrupar objetos ya sea por colores o formas y sabe cuando uno falta o sobra. Todos esos juegos e interacciones, serán la base para cuando la escuela tome su lugar en la adquisición del proceso.
Para cuando ingresa al aula tiene un buen bagaje numérico, a veces incluso ya conoce los números, los repite en orden y los reconoce escritos. Sabe que 10 es mayor que 5, y a partir de ahí, aprenderá a hacer combinaciones con los distintos algoritmos para adquirir las reglas de las operaciones básicas.
¿Cuál es el problema de la adquisición de dichas operaciones?, si su vida está llena de numerosidad, ¿por qué el niño falla para adquirir las reglas y comprender las combinaciones posibles?
La primera razón es que la escuela rompe con lo cotidiano y plantea reglas que hasta entonces no se han hecho explicitas. Se deja el juego y la manipulación de objetos, para aprender el lenguaje de los números. Aunque si bien parece simple pues el niño ya ha manipulado números, se olvida que el cerebro procesa de manera independiente los nombres de los números, los números y las cantidades asociadas.
En este sentido una cosa es decir nueve, otra verlo representado 9, e implica un proceso distinto asociar el número de elementos necesarios para contar los elementos.
El primer error de la escuela es pensar que el cerebro procesa todo igual, y el segundo error, es quitarle al niño la oportunidad de contar con los dedos o elementos cercanos, al hacer operaciones, pues se ha encontrado que el cerebro relaciona la cantidad con los objetos, por eso el conteo con los dedos es un proceso universal.
En su afán por la consolidación numérica, la escuela poco a poco va dejando al estudiante atrás, hasta perderlo, agregando frustración al proceso. Se pasa de ser un elemento normal en la vida, hasta convertirse en un sufrimiento que poco a poco mina todo intento por aprender y va creando esta idea de que no se es apto para los números y que éstos no tienen sentido. Se pierde contacto con la realidad y los números son páginas de un libro sin sentido.
De ahí que el sistema Montessori dedique tanto tiempo y materiales para el conteo, dejando que se manipule las formas y colores, priorizando lo que se ve y se toca, para dar espacio, poco a poco al lenguaje de los números y sus combinaciones, para eventualmente comenzar a sumar, restar, multiplicar y dividir. Todo al ritmo del estudiante, sin forzarlo y sin afán por cubrir un programa.
En primer año de la escuela regular se pasa del conteo de objetos, al uso de los números y se inicia con el cálculo mental, lo que implica creer que ya está consolidada la memoria a corto plazo, pero no todos los cerebros corren a la misma velocidad, algunos tendrán que detenerse y mirar el paisaje.
El procesamiento numérico requiere de la participación de ambos hemisferios, como lo han demostrado diversos trabajos de Stanislas Dehaene, de un lado se procesa el nombre de cada uno de los números y del otro la cantidad asociada. Problemas en un lado u otro del cerebro, llevan a diferentes características en la adquisición y manejo de las operaciones, de ahí que la frustración puede bloquear el proceso.
Tenemos prisa por enseñar los números, pero el niño no necesariamente va poder bailar al ritmo, tendrá que comprender los tres procesos asociados antes de ingresar a la manipulación y conversión que parecen tan simples.
Tal vez, solo tal vez, el niño sería capaz de enamorarse de la numerosidad cotidiana, si le permitiéramos entenderla por sí mismos, jugando, como aprende todo lo que le da sentido.

*Directora del Learning & Neuro-Development Research Center, USA. alma@almadzib.com

Comentarios
  • verónica vázquez-escalante

    Es un artículo sumamente interesante y aborda puntos que en lo personal, he cuestionado mucho ante los grupos de docentes. Dificilmente se entiende para enseñar y cuandose comprende que los números no existen como tal, porque son abstractos, entonces se ha avanzado, de lo contrario no hay aprendizaje. Gracias Maestra por este artículo

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