Nuestro deber es que ellos nos superen

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

Según algunos estudios, para ser buen músico es necesario practicar más de diez mil horas. Quien solo practique ocho mil estará en condiciones de ser un buen profesor de música. Lo que suena bastante lógico: formar a los aprendices que lograrán la excelencia solo puede hacerlo quien dedique buena parte de su tiempo a practicar con varios de ellos, quienes tendrán que seguir sus prácticas con mayor ahínco por su parte, mientras el docente acompañará desde sus primeros pasos a otros más.
De ahí que nuestro deber como docentes pueda entenderse como una manera de facilitar que inicien un proceso que los llevará mucho más lejos de lo que nosotros podremos lograr, dado que, cada ciclo escolar, nos esforzaremos por iniciar en la disciplina a otros aprendices. Muchos docentes, es verdad, llegan a la enseñanza cuando han logrado determinados niveles de excelencia que los hacen dignos de que los inviten a formar nuevos profesionales. En cierto modo, la docencia implica que parte de nuestra dedicación a la profesión se dirija a analizarla para enseñarla a otros.
Esta tendencia a que los estudiantes nos superen se refuerza aun más por el ritmo del cambio tecnológico que apoya distintos aprendizajes. Cada ciclo escolar nos es posible experimentar de qué manera los estudiantes acceden a más información y a diversas maneras de aprender a realizar diversas tareas. En gran medida, la información con la que cuentan nuestros estudiantes se convierte en un medio que nos da acceso a temas, productos, plataformas que seguramente no encontraremos en las formas tradicionales de enseñanza en el aula.
Entre una sesión y otra de nuestros cursos, los estudiantes acceden a una enorme cantidad de estímulos que les permiten cuestionar o reforzar lo revisado o practicado en nuestra asignatura. En el ámbito universitario es común que los estudiantes propongan temas, mediaciones, metodologías, autores, actividades, informaciones, de las que los docentes no estamos conscientes. Los planteamientos de los estudiantes nos desafían a aprender, a analizar y a reflexionar determinados recursos que, al estar metidos en nuestras propias rutinas de preparación de cursos y de facilitación del aprendizaje, podríamos pasar por alto.
De hecho, los estudiantes nos estimulan a ir más allá en nuestras especialidades, dado que ellos no definen las fronteras del desarrollo y crecimiento de éstas de las mismas maneras que nosotros las aprendimos. Las nuevas generaciones aprenden fuera del aula distintas habilidades relacionadas con sus aficiones, aspiraciones, inquietudes, que pueden servir para replantear las habilidades y capacidades que son necesarias para la práctica actual y futura de la disciplina que (suponemos) les ayudamos a aprehender. Tenemos la tarea de estimular a esos estudiantes a llevar nuestra especialidad más allá de los límites que logramos superar nosotros.
Aquellos docentes que consideran que deben asegurar que los aprendices practiquen únicamente las ortodoxias y las orientaciones tradicionales de la disciplina traicionan la necesidad de que las nuevas generaciones lleven más allá el desarrollo de la profesión. Habrá que enseñar los secretos y debilidades de la profesión a los estudiantes para que las nuevas generaciones se planteen resolver las carencias y replantear los problemas que enfrenta la especialidad.

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología del CUCSH de la UdeG. rmoranq@gmail.com

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