Noviembre el mes de los muertos… y de la revolución

 en Miguel Ángel Pérez Reynoso

Miguel Ángel Pérez Reynoso*

Nuestro país tiene la costumbre (buena o mala) de detenerse en fechas específicas para hacer de ellas una celebración especial, los doce meses de cada año quedan pintados por las celebraciones que inician en enero y concluyen en diciembre. Otro rasgo de las fechas emblemáticas de cada mes, es que en su contenido diverso, con elementos concretos de fondo religioso, patriotero o híbrido, etcétera. En las escuelas públicas los periódicos murales y los espacios de honores a la bandera sirven para enfatizar acerca de las efemérides de cada mes, la forma de cómo se hace mención es celebra la fecha desde un presente distante o distraído como le puede pasar a cientos de niños y algunos docentes también.
En esta ocasión y con la llegada del mes de noviembre, le toca el turno a dos fechas importantes el día de muertos (día 2) y el inicio formal de la revolución mexicana (día 20). Ya de forma sarcástica se podría jugar a combinar ambas fechas la revolución con el Día de Muertos y no tanto por el millón y medio de compatriotas que dieron su vida en este complejo fenómeno social llamado revolución mexicana, sino más bien porque dicho fenómeno ya está muerto, ya es un cadáver.
No se sabe bien a bien si la revolución mexicana fue la primera del siglo XX o la última del siglo XIX, debido a que la disputa o la agenda de la lucha estuvo vinculada por asuntos vinculadas con temas del siglo XIX; pugnas por la posesión de tierras, de cacicazgos, de abusos de autoridad desde el poder oficial, etcétera. La revolución para algunos historiadores fue derrotada, porque careció de un proyecto de país diferente al que se vivía en ese entonces y porque cada caudillo que formó parte de la misma, sólo se encargó de defender causas específicas, regionales, sectoriales, etcétera; con la ausencia de un planteamiento nacional que unificara a todos los sectores sociales desplazados. Tal vez el único que rompe con dicha norma es Emiliano Zapata, primero porque no formaba parte de las disputas del norte (por poder y el control político y económico) y también porque él protagonizó el surgimiento de otra agenda muy diferente a la que se estaba disputando en ese momento.
La convención de Aguascalientes de 1914 fue el intento más logrado en donde las fuerzas revolucionarias se acercaron al verdadero triunfo de la revolución. La fotografía en donde aparece Francisco Villa sentado en la silla presidencial, a la que Zapata se negó sentarse, es el ícono breve y fugaz de un verdadero intento de cambio estructural en el país.
En estos días y a 109 años de su inicio formal, en noviembre de 1910, la llamada Revolución Mexicana ya no sirve de pretexto para legitimarse en el poder por parte del partido que lo hegemonizó por más de 70 años, tampoco es referencia en los discursos huecos e intrascendentes de algunos gobernantes nostálgicos.
La Revolución Mexicana hoy en día sólo es recuerdo, nostalgia, un accidente de nuestra historia, como tantos otros que tenemos y como tal se le vive y se le piensa.
Cabría una pregunta final ¿y en su escuela cómo se recuerda a la Revolución Mexicana?

*Doctor en educación. Profesor–investigador de la UPN Guadalajara, Unidad 141. mipreynoso@yahoo.com.mx

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