Narcisismo de siglo XXI: solipsismo que aleja

 en Marco Antonio González

Marco Antonio González Villa*

Freud, en el Psicoanálisis, centró la mirada en el mito de Narciso en el que, en sus diferentes versiones, una persona se enamora de sí misma, de su imagen y, así, termina por perder finalmente su vida. Sin ser irreverente o reduccionista con el Psicoanálisis, podremos entender el Narcisismo como el amor que cada persona dispone para sí, amor propio en un sentido sumamente práctico, el cual es, hasta ciertos límites, necesario y funcional, enriquecido con la visión del otro y los propios logros.
Sin embargo, debido a diferentes condiciones, puede adquirir o tener un sentido patológico; hoy me centraré en uno de esos sentidos. Luis Corman en su libro Narcisismo y frustración de amor señala que el narcisismo puede ser el resultado de la falta de amor que un infante que no ha recibido la mirada, el amor, de una figura parental, por lo que se repliega hacia sí misma: es una suerte de “como nadie me quiere, entonces yo me quiero demasiado para compensarme”. Pasando entonces a volver a las personas en ególatras y a evidenciar un solipsismo cada vez más frecuente, que esconde un dolor tras de sí; el solipsismo es esta noción sugerida por diferentes filósofos para describir la incapacidad de unas personas para salir de sí, sin la capacidad de ponerse en el lugar del otro, incluso, sin concebir la existencia del otro, anteponiendo siempre, y casi exclusivamente, su pensamiento, su sentir y sus necesidades, por encima de las demás personas, de las que sólo advierte y confiere un sentido utilitario. No hay aquí, por tanto, una relación con el otro, no hay tejido ni vínculo social.
Tenemos entonces, hoy en día, un grave problema social: hay una creciente tendencia al rompimiento y disolución de la familia, lo que implica el alejamiento, físico o psicológico, de alguna de las figuras parentales, llegando incluso al total abandono; prácticamente en cualquier escuela y cualquier docente puede respaldar este dato. Esto, tengamos conciencia o no de ello, podríamos estar provocando la formación de generaciones de infantes narcisistas, solipsistas, viviendo aisladamente, rehuyendo al contacto y la interacción física dada la incomprensión y falta de hábito que tienen de la misma (obviamente no cuenta la interacción a través de dispositivos), con pocas posibilidades de favorecer la empatía, la ética o, al menos, vínculos fuertes que busquen perdurar con el tiempo, pese a las adversidades y dificultades. Pero cambiar esto es difícil, porque surge una pregunta que muchos creen haber respondido, e incluso desvalorizado o restado importancia, pero ¿cómo se puede sustituir o compensar el amor de un padre o una madre que abandona? Hay quienes dicen que la escuela, las amistades o las parejas puede sustituirlo, pero sería interesante escuchar lo que pueden decir al respecto psicólogos clínicos y sociales. Lo que es un hecho es que se requiere su abordaje, su tratamiento, pero de inicio su consideración y aceptación: decimos los psicólogos que para dar solución a una situación problemática primero se requiere aceptarlo. Dejo entonces una pregunta ¿la sociedad actual está lista para aceptarlo? Esperemos que sí, el tiempo corre.

*Doctor en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. antonio.gonzalez@ired.unam.mx

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