Mamá, papá, quiero ser youtuber: soslayando el conocimiento

 en Marco Antonio González

Marco Antonio González Villa*

Es una idea peligrosa, pero lamentablemente con un fundamento que no da tanto margen para las dudas y los cuestionamientos. El exponencial crecimiento y desarrollo de los medios tecnológicos y de comunicación ha traído consigo una serie de situaciones que bien pudieron haberse previsto, pero que hubiera rebasado de todas formas cualquier intento de moderar su uso. De tal suerte que las redes sociales y los canales en internet para la diversión y el esparcimiento se han vuelto totalmente adictivas para una sociedad cada vez más ávida de leer y ver pantallas, antes que experimentar un estimulante, sensorialmente hablando, mundo real.
Hoy quiero centrarme exclusivamente en el caso de Youtube, que es una de las páginas más visitadas de todo el internet y que de inicio nos permitió encontrar un lugar para poder mirar cualquier tipo de material en video y con la particularidad de ser, en la mayoría de los lugares, gratuito el servicio. Sin embargo, surgió entonces en alguien la idea subir videos, a través de un canal, que fueran temáticos y diversos, buscando de inicio la aprobación de un auditorio potencial pero que poco a poco fue logrando captar la atención de un sector particular que vio una oportunidad para generar una ganancia compartida; estoy hablando obviamente de los patrocinadores, que son aquellas marcas de un producto que vieron en diferentes canales la posibilidad de anunciarse con un bombardeo de comerciales, pagando una cantidad a aquellas personas cuyos videos fueran bien recibidos, que contaban con una elevada cantidad de reproducciones y que mostraron una tendencia a mantenerse por un cierto tiempo en el gusto del público. Surgieron así entonces los youtubers.
Pese al carácter lúdico comercial que pueden tener dichas figuras, es innegable que están provocando un fenómeno que empieza a ser preocupante, al menos desde el punto de vista educativo y social: cada vez son más los niños y adolescentes que ven en está ocupación, no profesión, una posibilidad de hacerse ricos de forma inmediata sin tener que estudiar. El problema de meter dinero en algo que de inicio era mera diversión, deriva precisamente en la perversión del mismo hecho. Los youtubers han empezado a tener ganancias económicas considerables, lo que promueve que sean idealizados y se busque imitarlos para lograr los mismos resultados y beneficios. El problema toma un cariz aún más preocupante cuando observamos los contenidos temáticos de los videos de estos personajes en los que el saber y la ciencia están lejos de aparecer. En un listado reciente de los que más ingresos perciben se encontró que en sus canales presentan extractos y comentarios en torno a videojuegos –lo que enaltece las actividades de ocio–, presentan tips de belleza –lo que refuerza banales estereotipos físicos y promueve conductas autodestructivas como la anorexia y la bulimia– y, el más delicado de todos, presentan bromas y retos en los que la denigración, la falta de razón e inteligencia, la falta de dignidad y la búsqueda de aprobación a través de la humillación propia, son la esencia de las imágenes.
Es necesario aclarar que no se cuestiona aquí el hecho de que esta ocupación no sea rentable o sea una mala opción laboral, al contrario es muy redituable, sin embargo lo que se pone al análisis es la responsabilidad y ética que se debe tener cuando se tiene como público principal a menores de edad. Hay un mensaje entre líneas que ha sido mal interpretado por aquellos que no tienen la madurez o la supervisión de un adulto que les permita analizar, desde una perspectiva lógica, los aspectos negativos de los contenidos que se observan. No todo recurso tecnológico es necesariamente formativo, pero eso ya se sabe, por lo que no deberían ser para todo público.
Por cierto, está de más señalar que los canales dedicados al saber no perciben grandes ingresos ni tienen grandes audiencias. Por eso fue bueno que muchos genios y sabios en la historia nacieran en épocas en las que no hubo Youtube. Habrían tenido pocos seguidores y cero patrocinios. Estamos en una era en la que se puede, tristemente, soslayar el conocimiento ¿no?

*Maestro en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. antonio.gonzalez@ired.unam.mx

Comentarios
  • verónica vázquez-escalante

    Considero que es un artículo muy atinado y con cierto grado de invitar a reflexionar esta estapa de la época moderna en la que existe la rapidez y las aplicaciones para todo… bueno para casi todo, sin embargo, espero que nunca llegue la era de soslayar realmente el conocimiento porque sería el final de una era en evolución. Felicidades y saludos Maestro

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