Mafalda

 en Jorge Valencia Munguía

Jorge Valencia*

Ni los años 70, ni el formato de la tira cómica, ni su apasionada argentinidad restringen la universalidad de Mafalda, la niña que enfrenta la lucha por la equidad de género, el desprecio por la banalidad óntica que Susanita representa como némesis, con la conciencia de su clase y la preeminencia material que Manolito machaca con cuestionable esmero. Todos somos Mafalda si nos inclinamos por el bien común con la nostalgia sembrada en un planeta en vías de destrucción a causa de la guerra, la discriminación de las razas, la contaminación sin sentido. La niña que no se calla. La hija de familia que rechaza la domesticidad materna y el fracaso oficinesco de su padre. Amiga fiel y fanática de los Beatles, Mafalda se manifiesta partidaria de causas que durante la Guerra Fría le valieron la sospecha de comunista y de hippie. Hermana cariñosa del Guille y rescatadora fraterna de las depresiones de Felipe, la entrañabilidad de Mafalda consiste en la adición existencial a una postura crítica. Propositiva y feliz. Natural para una infancia capaz de observar, señalar, definirse en un proceso de crecimiento noticioso donde el mundo es juego y juguete y la amistad, razón y causa. Origen e identidad. Mafalda es ella y es la tira cómica, el universo donde todos nos vemos humanos y nos sabemos compasivos bajo la nacionalidad como pretexto y la política como un pasatiempo de la agudeza y la simplicidad. Simple como Libertad (su amiga): minúscula, discursiva, activista de tiempo completo.
Mafalda no educa. Su propósito no es pedagógico sino lúdico. No es contestataria sino irreverente. Le basta ocultar al mundo y entretenerse con Burocracia, la tortuga indiferente. Su protesta es contra la sopa. La estupidez. La ignorancia de los honorables por Beatles. Inquiere genuinamente y se divierte con placidez. Cuestiona y canta y baila y se enamora, pero no sueña con hijos como Susanita ni con las especulaciones emprendedoras de Manolito. Es una niña y es un alma vieja. La ingenuidad, reflejo de su condición, esencia. Se equivoca, aprende, goza y reflexiona. Y se compadece y grita. Y llora.
Es la hermana de todos. Nuestra conciencia. La pasajera que propone la ruta y la conductora que admite sugerencias. Mafalda es nuestra infancia reconstruida y la madurez que anhelamos. La anécdota confesa. La cognición mayéutica. La narración gráfica de nuestra identidad. El ser latinoamericano, espectador de las cosas y la clase media, digiriente de gobiernos y sus crisis.
Sobre todo, es la voz de Quino. La historia de un hombre con buen humor, a pesar de su inmortalidad.

*Director académico del Colegio SuBiré. jvalenci@subire.mx

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