Maestros S. XXI

 en Jorge Valencia Munguía

Jorge Valencia*

En el mundo contemporáneo, violento e internetizado, donde la educación tiende a la simplificación de contenidos y la exaltación de habilidades, los niños y adolescentes se encuentran sometidos a patrones de conducta que cada vez define menos la familia y más las hermanas Kardashian. El Instagram y las plataformas audiovisuales de paga.
Simbólicamente, el Tiktok como medio de expresión permite la repetición chistosa de banalidades y elude la emisión de ideas o posturas individualizantes, verdaderamente significativas, en el proceso de la formación. Todos pueden enviar mensajes, aunque éstos resulten triviales e intrascendentes.
Las iglesias y los padres de familia han dejado de ser parámetros moralizadores capaces de plantear y formar los cimientos de la condición humana de los más jóvenes. Unas por el laicismo –o francamente ateísmo– generalizado entre las sociedades, donde los discursos de fe se basan en promesas postmortem en adoradores de lo efímero; y, los otros, por la renovación paradigmática de su esencia.
Lo común son las familias de un hijo donde los padres (no siempre juntos ni de acuerdo) no inculcan conductas para no caer mal a sus hijos; comunidades de fe teñidas de sospecha y líderes políticos que no atinan rumbos ni posturas… han provocado generaciones de mexicanos –de ciudadanos del mundo– sin convicciones definidas, ni siquiera claridad acerca de sus propios intereses.
Lo anterior ha obligado a los maestros a convertirse en coaches, confesores, enfermeros, a veces padres putativos, curas y psicólogos de sus propios alumnos. Alguien tiene que enseñarles a convivir, a ser compasivos, a construir la esperanza (en el sentido de Sábato en “La resistencia”), a asimilar sus fracasos (deportivos, académicos, sociales)… En un país donde las diferencias se dirimen mediante descabezamientos, el personal docente asume el deber moral de marcar los rumbos existenciales de sus pupilos a través de acciones canónicas como llegar temprano, vestir de manera pulcra, utilizar con coherencia el lenguaje… Las matemáticas han dejado de ser prioritarias (o al menos exclusivas en los aprendizajes necesarios). Alguien debe enseñar, modelar, defender la piedad, la solidaridad, el esfuerzo por conseguir algo. Los arrestos para la reposición ante el fracaso y el lenguaje como la única herramienta ética para la defensa y el debate de las ideas.
Maestros filósofos que provoquen reflexiones profundas acerca de preguntas esenciales de lo humano. Guías (pastores, orientadores, chamanes) de la razón práctica –Kant dixit– de donde puedan asirse los niños y los adolescentes para configurar una cosmovisión menos individualista y más compasiva.
Un partido de futbol donde los contrincantes se patean hasta la inconsciencia es un ejemplo escandaloso de la beligerancia sin remordimiento ni consecuencias a la que hemos llegado.
¿Quién forma a los maestros? ¿Cuál plan de estudios subsumido en el plan de estudios oficial puede garantizar los procesos de los alumnos, según la escuela y sus características?

*Director académico del Colegio SuBiré. jvalenci@subire.mx

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