Los problemas ajenos

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

Cuenta mi cuñado Agustín que, al terminar la carrera de filosofía, se planteó con un amigo y colega, la posibilidad de seguir el ejemplo de algunas señoras del barrio que colgaban un letrero en su ventana con la leyenda “se plancha ajeno”. Ellos podrían parafrasear el llamado a los posibles clientes con un escueto “se piensa ajeno”, dado que no eran capaces de alisar la ropa de los vecinos, pero sí podrían ayudarles a pensar sus problemas existenciales. En realidad, como demuestra el título del libro de Emile Durkheim, La división del trabajo social, publicado en 1893, todas las personas tenemos problemas y constantemente pedimos ayuda para resolverlos, dada nuestra incapacidad de abordarlos todos ellos con nuestros recursos personales.
Buena parte de nuestros traslados, pensamientos, ingresos y tiempo se dirigen a resolver problemas ajenos. De la misma manera que hay personas que dedican sus actividades y recursos intelectuales o financieros para sacarnos de nuestros aprietos. Como docentes, ya sea en educación básica dedicada a preparar a los estudiantes a enfrentar determinados problemas que suponemos serán cotidianos a lo largo de la vida, ya sea como parte de disciplinas especializadas, nuestro papel puede definirse como dirigido a que los estudiantes aprendan a plantear determinados tipos de problemas. Nuestras obsesiones y aficiones suelen enfocarse a convertir nuestra habilidad para resolver algunos problemas de la vida en una capacidad para tener ingresos que nos permitan sobrevivir solucionando repetidamente esos problemas.
Habrá algunos problemas que consideremos más apremiantes que otros y algunos a los que estemos dispuestos a dedicar más tiempo y recursos que a otros. Ya sea nuestro apuro, ya sea dificultad ajena. Y habrá otros que podamos delegar para que los resuelvan otras personas, dada nuestra incapacidad legal, manual, física, anímica o pedagógica para enfrentarlos. En algunos casos, incluso necesitaremos especialistas en determinada área de dificultades para darnos cuenta de que tenemos un problema frente a nosotros, o de que podemos encontrar alternativas para la situación que consideramos insoluble por el momento.
Para resolver nuestros apuros podemos comenzar por plantear algunas preguntas, desde “¿de quién es el problema?” hasta “¿cómo y quién puede resolver esta coyuntura?”. En buena medida, nuestras vidas en sociedad están orientadas a que podamos identificar a quién hacer dueños y responsables de nuestros problemas, por más culpables que seamos de su génesis. De ahí que el consejo de quienes asesoran a posibles emprendedores sea el de identificar soluciones para problemas ajenos, soluciones por las que alguien estaría dispuesto a pagar. Hay algunas empresas que anticipan los problemas que significarán los objetos o los servicios que mercantilizan, por lo que incluyen un departamento con especialistas dedicados a resolver los problemas que surgirán de aplicar las soluciones que ellos mismos venden. Por citar un ejemplo muy frecuente, los fabricantes de aparatos electrónicos o de vehículos, que venden el producto y siempre cuentan con un equipo encargado de resolver los problemas que surgirán del uso de esos productos.
Una moraleja que surge de conocer acerca de los problemas ajenos: es posible plantearlos de determinada manera para generar soluciones que serán solicitadas por quienes tienen esas dificultades encima. Nuestra contribución a generar especialistas en determinadas áreas de análisis, diseño y solución ayudará a otros a salir de problemas y, en buena parte, a anticipar la posibilidad de algunos aprietos propios.

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología del CUCSH de la UdeG. rmoranq@gmail.com

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