Logros, sueños

 In Rubén Zatarain

Rubén Zatarain Mendoza*

¿Qué haría la escuela sin el consenso social de que puede ser una ruta de movilidad social?
¿En qué punto se fortalece o se rompe la sinergia entre el hogar y la escuela cuando hablamos de formar armónica e integralmente a la niñez y adolescencia?
¿Cuántos sueños rotos se confeccionaron en la caja negra de las interacciones áulicas en este accidentado ciclo escolar?
¿Cuántas habilidades, conocimientos y valores se cargaron en las mochilas o cuántos aprendizajes significativos se sumaron a las biografías académicas de los estudiantes?
Es difícil cuantificar tales resultados; lo que sí es posible apreciar cualitativamente es la alegría de los padres y familia —cuando los hay— en la fiesta de encuentro humano y proyecto integrador en que se convierte el acto académico en el marco de las clausuras.
Concluir un ciclo fue la meta de muchos proyectos de vida; concluir un ciclo es más que biografía académica individual, es también para observadores acuciosos evidencia empírica de los objetivos formativos cumplidos.
Se endulzan los oídos con los mensajes de despedida entre alumnos, se enriquece la atmósfera del momento con las interpretaciones musicales y danza, muestras del talento y sensibilidad artística de ejecutantes y docentes.
Las emociones están henchidas como globos flotantes perecederos, captados en la fiesta de sonrisas y rostros formales de ocasión en un video o en una fotografía; los recuerdos convertidos en modo fugacidad en un momento y espacio de comunidad educativa líquida cuyo recuerdo tal vez sobreviva en muchos solo hasta el día siguiente.
El clima emocional es rico en mensajes; es limitada la capacidad de lectura del flujo e intercambio de abrazos, saludos, peinados y pies engalanados por zapatos nuevos o boleados.
Acuden a su escuela o en el espacio al que han sido convocados las niñas, niños y adolescentes; en el trayecto, cuidadosos caminan entre charcas y lodo, entre piedritas cuesta abajo por la corriente provocada por la última tormenta; donde los hay, los recibe la cola en movimiento del perro avecindado al que le dieron un pedazo del mal lonche del receso; recién barrido, los recibe el patio cívico de sus lunes de honores y regaños, poblado ahora por otros visitantes. Los pasillos que conducen a las aulas donde fueron cargadores cotidianos de mochilas ahora están vacíos y sus ojos observan a distancia.
Las madres de familia y, en algunos casos, los padres extienden en amplitud la mirada para observar orgullosos a los alumnos reunidos para recoger constancias, certificados y boletas.
Un número, una calificación, un resultado digno de premio, castigo o indiferencia.
Las madres identifican de soslayo a los padres o tutores con quienes compartieron la entrevista en la oficina del director(a) para acordar acciones y paz en el pleito de sus vástagos.
Regalan de último minuto lo más valioso: presencia y un poco de su tiempo; lucen sus mejores galas.
La descolonización y el pensamiento crítico no han impactado aún los rituales simbólicos y los múltiples lenguajes que concurren en un evento de clausura.
El corazón, centro simbólico de sentimientos, es el protagonista en momentos como éstos.
Las galas y las representaciones. La entrega de documentos y la recepción de reconocimientos, en muchos casos en el piso resbaladizo del laicismo y la educación científica desarticulada.
Se cuela la misa de gratitud, en parte a iniciativa del comité de padres de familia, en parte a iniciativa de director(a) o maestros(as); los templos y las escuelas públicas se toman de la mano por la fuerza de los usos y costumbres; los templos y las escuelas particulares son parte de un esquema de formación valoral, un continuum ahistórico en donde se tiende neblina sobre hechos históricos como la guerra entre liberales y conservadores y las leyes de Reforma.
El discurso sobre las igualdades e inequidades puede esperar en el rincón de una agenda de Consejo Técnico Escolar conducido por personal de USAER.
En las clausuras se valora el esfuerzo individual y los lugares 1, 2 y 3. Se vulgariza el terreno frágil de lo comunitario y solo los elegidos pasan al frente entre aplausos y discursos sobre el esfuerzo y el brillante futuro que depara a los mejores.
Los actos académicos como la egoteca socialmente aceptada.
Los educandos y sus aprendizajes reales, los que superaron las reglas a veces autoritarias y negadoras en las que deviene la vida cotidiana de las aulas.
El lenguaje de los marginales, sin interés ni hermenéutica; la inexistencia de los invisibles, las maestras y maestros silentes y ciegos que se empoderan en los pocos reproductores, encuentran realización en el desempeño destacado de los menos, mirando de lado a las masas ubicadas en la medianía de los mínimos aprobatorios.
La transformación en las prácticas escolares de cierre de cursos no ha sucedido.
Los buenos alumnos justifican entonces el ritual de una escuela, el sentido de un sistema cimentado en imaginarios de contribuciones sociales sin contraloría.
Los rituales simbólicos institucionalizados por la escuela, aprendidos intergeneracionalmente, se comparten en momentos como el acto protocolario de despedida de una generación más de educandos.
La doble vía en la que deviene la vida cotidiana de la escuela. Los esfuerzos para educar la inteligencia entre la masa bulliciosa y la doble exigencia de una escuela tradicional que se niega a irse de la mentalidad de los profesores y la escuela nueva que ha desdeñado la dimensión pedagógica una y otra vez.
La escuela nueva, prolija en normas, choca con las ingentes necesidades materiales y con la agenda de las entidades federativas, donde a veces soplan vientos de soberbia conservadora desde distintos puntos cardinales.
Los esfuerzos para educar las habilidades sociales y emocionales necesarias en el entorno comunitario.
La escuela y sus formaciones, la impronta con tinta lavable de objetividad y razón.
La escuela y su filón formativo de subjetividad emocional, las mutuas concesiones entre lo comunitario y el perfil de egreso de ciclos y niveles.
Los logros en ciernes de una franja amplia de educandos, la escuela atravesada por factores externos, las asignaturas donde se ha sido bueno, las asignaturas donde hay área de mejora.
Los sueños y los futuribles en las miles de biografías que transitan de grado o nivel educativo.
La escuela y las mochilas, los libros de texto gratuitos subutilizados, los saberes consolidados, los conocimientos, valores, habilidades y destrezas por consolidar.
Las oportunidades y amenazas de los contextos.
Lo que atañe al esfuerzo y preparación personal para confeccionar el futuro posible.
Los sueños y logros por venir dentro y fuera de la escuela.

*Doctor en Educación. Profesor normalista de educación básica. zatarainr@hotmail.com

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