Lo que aprendimos y perdimos en el camino…

 en Jaime Navarro Saras

Jaime Navarro Saras*

El próximo lunes 30 de agosto es la fecha inminente para retornar a las aulas en México, este hecho ha generado bastante tinta en la crítica periodística, la mayoría de plumas apuntan y recomiendan el no regreso presencial, principalmente por el incremento alarmante de contagios gracias a la variante Delta del Covid-19 y, sobre todo, por las inconsistencias en las acciones que han emprendido las autoridades con el tema escuela.
Con respecto a las inconsistencias de la narrativa oficialista, llama la atención lo que se afirmó durante meses en el discurso, aseguraron (por recomendación de los “comités científicos” y los “expertos”) que la escuela sería la última actividad en regresar a la normalidad porque no querían poner en riesgo a infantes y jóvenes, y que dicho regreso sucedería siempre y cuando el semáforo estuviera en verde (condición desechada recientemente y, por ahora el color del semáforo poco importa), en los hechos se denota una prisa desmedida por meter a niños, niñas y jóvenes en las aulas afirmando que el encierro en casa con la educación a distancia les ha hecho un daño irreversible, tanto en sus aprendizajes como en las relaciones humanas y las cuestiones afectivas.
La política no tiene palabra de honor y, mucho menos, memoria de sus acciones, su esencia es eminentemente pragmática, es tan simplona que lo que ahora es verde mañana no lo será y lo que ahora está bien, en poco tiempo estará mal; en ese sentido y para no perder el hilo conductor de las acciones de gobierno, en su decisión “consensada” con el SNTE y con las instituciones de educación privada para regresar a las aulas de manera presencial, lo menos importante es la salud y la educación, el centro de toda esta lógica es regresar de manera obligada a la presencialidad (y digo que es obligada porque, si los padres o tutores no firman la carta compromiso, sus hijos no podrán ingresar a la escuela).
Es cierto que el Covid-19 y sus variantes a futuro llegaron para quedarse entre nosotros y tendremos que aprender a vivir con ello, también sabemos que tenemos que respetar los protocolos de salud y cuidarnos y cuidar a los otros, pero también sabemos que cada cabeza es un mundo y que cada persona aplica y hace las cosas de acuerdo a su origen socioeconómico y cultural, qué decir del abanico multifactorial en que se mueve cada escuela, lo mismo las hay con todos los aditamentos, protecciones, productos sanitarios, suficiente agua, baños, espacios abiertos, además de aulas espaciosas y ventiladas, como también las hay sin los elementos básicos o, incluso, que trabajarán en aulas provisionales, en bodegas o al aire libre.
El fenómeno que se vivirá el próximo ciclo escolar en educación básica se caracterizará por la poca homogeneidad, no todos los estados van a regresar a las aulas y en ese contexto veremos cómo se va comportando el tema de los contagios y por cuánto tiempo podrán el gobierno federal y el de los estados mantener el modelo presencial.
Lo que no queremos es que, ante este tipo de decisiones, se dejen de lado los procesos educativos aprendidos durante la pandemia, ya que, así sea en lo presencial, a distancia, con modelos híbridos o cualquier otro tipo de modalidad educativa, la escuela merece una nueva oportunidad para adaptarse a los tiempos actuales ya que, si se regresa a la presencialidad se deberán seguir trabajando los modelos educativos que le dieron vida durante estos últimos 17 meses, no hacerlo será fatal porque de ninguna manera podemos enviar a la basura todo lo que aprendimos durante el camino…

Editor de la Revista Educ@rnos. jaimenavs@hotmail.com

Escriba su búsqueda y presione ENTER para buscar