Libertad

 en Jorge Valencia Munguía

Jorge Valencia*

La libertad tiene que ver con el derecho de cada uno para hacer, pensar, creer lo que su conciencia le permita. Su límite es el perjuicio a un tercero y a sí mismo. Y su capacidad para ejercitar –como un músculo vivo– su propia conciencia.
Más allá de toda especulación filosófica, la libertad se obtiene gracias a las piernas que nos desplazan, la imaginación con que soñamos, el dinero con el que obtenemos cosas. Un hijo se libera cuando sus padres dejan de delimitarle la hora de llegada y el lugar de su asistencia; eso es posible cuando el costo y la seguridad de sus actividades las cubre por completo él mismo. Sólo entonces es capaz de autonomía. Se dice que al fin es libre.
En un mundo como éste, se es libre si se puede pagar una renta, ir a la playa, votar por un candidato, gozar de salud…
La libertad tiene que ver con la posibilidad de elección. Una persona sin libertad carece de opciones: hace, piensa, cree lo que factores externos le imputan: la religión o los padres, la escuela o el gobierno, el marido o la tele. Los animales no son libres porque obedecen a una condición natural: alimento, reproducción, sueño.
Es libre quien decide si su decisión es acto pretendido, sabido, tanteado, evaluado.
Casi siempre, la libertad se adquiere cuando se deja de perseguir. Los jóvenes pelean por ella con argumentos excesivos y con sangre. La identifican como el principal de los valores posibles. Su lenguaje y sus hábitos son escandalosos porque prueban el dulzor de la independencia, hacer y decir lo que les place. Se trata de una libertad pueril en el sentido etimológico.
Quienes crecen con algún tipo de resentimiento social, se contentan con escupir, rayar una barda, aventar botellas al piso. La libertad les alcanza para la expresión de su rencor, para el contraste de lo que son contra lo que no pueden ser. Se enorgullecen del temor que infunden y el desprecio que muestran ante toda normativa. Su libertad tiene una edad mínima.
Sólo puede ser libre quien tiene conciencia de lo correcto, de lo deseable, de lo útil. Y asume una repercusión de sí ante los otros. Una persona libre es una persona comprometida con algo, con alguien. Una pareja. Un país. El mundo. Y desde el mundo, el país o la pareja, sabe quién es: se reconoce y asume y lucha por las mejores condiciones para ser y estar. Por eso no puede ser libre quien daña, rompe o mata. Ni quien ejecuta actos involuntarios. La persona libre puede verse al espejo, dormir con placidez, saludar en la calle. La libertad se contagia como un virus, florece como una rosa, se aspira como como un aroma. Es condición del ser. Y sólo es quien lo sabe.
Más que una bandera o un tema de canción, la libertad es la categoría del yo profundo que, en estado de latencia, abre los ojos para ver, las alas para volar.

*Director académico del Colegio SuBiré. jvalenci@subire.mx

Comentarios
  • Nicandro Tavares Córdova

    WOW, excelente artículo mi querido académico Jorge Alberto Valencia

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