Lenguaje y dignidad: el fin del romanticismo

 en Marco Antonio González

Marco Antonio González Villa*

Lejos han quedado los tiempos y las maneras en las que para hablar de amor se buscaban las frases más conmovedoras, las palabras más elegantes y elocuentes, así como la búsqueda y creatividad más apasionada por lograr analogías que llevarán al amor al campo del aprendizaje significativo situado en contexto. Sin internet. Se obligaba a todo enamorado a buscar los mejores discursos sólo de dos fuentes: de la propia autoría o del apoyo en diferentes libros que sirvieran de sustento, modelo o ejemplo de como transmitir y/o compartir un sentimiento.
El lenguaje era, hace sólo unas décadas, más elegante, no pretencioso pero sí, estimulante para el oído. El respeto, además, estaba implícito en todo discurso llegando incluso a hablarle de usted al ser amado, como reverencia y como distinción, dándole así al amor un lugar importante y a las palabras y las parejas un lugar por encima de lo mundano que podía ser la cotidianidad.
Pero, lamentablemente, con el tiempo vinieron los cambios y aquí se hace patente que no todos los cambios son para mejorar: la pérdida del lenguaje y el romanticismo ha hecho que el amor se vuelva práctico en adolescentes y adultos, que los discursos se tornen innecesarios y que los ritmos de la vertiginosa vida aceleren también los tiempos y etapas del amor. Freud implicaría que aún el más grande y sublime amor terminaría en intimidad así que, ¿para qué perder el tiempo si podemos hallar un atajo?
Lo interesante, sino preocupante, es que el amor es en realidad un acto de dignidad en donde cada uno establece el tipo de amor que merece y en donde se encuentra implícita la valoración que uno mismo hace de sí. Una relación en la que el respeto y las palabras estimulantes y edificantes no se hacen presentes dentro de las pautas de interacción verbal, evidencia el afán y el objetivo de las partes: solamente la intimidad física como una prueba, veracidad y constatación del amor, lo cual podría ser una buena opción, pero los datos estadísticos marcan que son pocas las parejas que se mantienen unidas cuando la parte física era la base del sentimiento.
Hablar románticamente denota manejo del lenguaje, valoración y un trato digno por el otro, pero eso que importa si podemos postear, cual jovencito, un pensamiento en redes sociales que exprese lo que no se sabe expresar. Obviamente este tipo de lenguajes no evitará separaciones o divorcios, pero al menos las partes podrían salir fortalecidas por la significación que le fue conferida durante el tiempo que duró la relación. Este tipo de lenguaje podría ser considerado clásico y lo clásico nunca pasa de moda. A fin de cuentas la filosofía popular ha sido clara al respecto: verbo mata carita. Tiene sentido, con el tiempo la cara irá perdiendo su hermosura y el lenguaje, por el contrario, puede aún embellecerse. Hay que apostarle entonces al ganador ¿o no?

*Maestro en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. antonio.gonzalez@ired.unam.mx

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