Las maestras y los maestros entre el olvido de las reformas y la incapacidad profesional para responder

 en Miguel Ángel Pérez Reynoso

Miguel Ángel Pérez Reynoso*

Este año será el segundo que la celebración del Día del Maestro se haga de manera diferente producto de la pandemia. La pandemia se ha tornado en un fenómeno que ha cambiado muchas de las cosas de nuestras vidas. En educación es común escuchar la frase: “la pandemia nos ha cambiado todo el esquema de trabajo”.
El día de mañana es sábado 15 de mayo, fecha emblemática que hace referencia como el día de las personas que se encargan de educar al resto. Por lo tanto, es el día de las maestras y los maestros.
Este día de los maestros y de las maestras, nos sirve para hacer un recuento del significado de la figura de quién educa. Las maestras y los maestros son sujetos olvidados, personajes desplazados que no caben en cada proyecto de reforma o que sólo sirven para convertirse en figuras decorativas de las propuestas sexenales. Las reformas educativas se preocupan por casi todas las cosas menos por darle validez a los sujetos encargados de llevar cabo el proceso de trabajo educativo.
Del otro lado, de esta fecha emblemática tenemos a los propios sujetos que se encargan de hacer educación. Las y los docentes son personajes reconocidos en este día por su labor, no tanto por lo que son, sino más bien por lo que hacen con los saberes pedagógicos que son la parte nodal de la tarea de enseñar y, de ser maestras y maestros.
Recuerdo en mis años de docente en la escuela primaria, las fiestas desbordadas en el municipio de Poncitlán, Jalisco. Las fiestas de los maestros se hacían el mismo día de referencia, había una fiesta que pagaba el gobierno municipal, muchos regalos, música y alegría desbordada.
Pero fuera de ello, cuál es la representación de ser maestra y maestro en la sociedad y cuál es la representación de sociedad en la mente de maestras y maestros. Cada que llega un 15 de mayo se torna en una fecha cúspide, es en donde se culmina el deseo de una mejor educación, la cual contrasta con la realidad de un país pobre, culturalmente limitado y con grandes y profundas asimetrías.
En las entrañas de la docencia se viven esas asimetrías, la pobreza y el desarrollo conviven en una misma aula de clases. Cada palabra, cada acción y cada acto de ser docente conjugan esa contradicción, saber que no se sabe porque se tiene una distancia muy grande entre lo que se es y lo que se espera o se desea que sea cada educadora y cada educador.
De cualquier manera, es digno reconocer la noble labor de quien tiene en sus manos a las infancias y las juventudes, y –como decían los antiguos aztecas– hacen todo el esfuerzo de ponerle rostro y corazón a las nuevas generaciones. Maestras, maestros, en donde quiera que se encuentren, reconózcanse a sí mismos por la tarea que realizan, la cual sigue y seguirá siendo importante para las comunidades donde laboran. ¡Felicidades!

*Doctor en educación. Profesor–investigador de la UPN Guadalajara, Unidad 141. mipreynoso@yahoo.com.mx

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