Las identidades docentes y su vinculación con la profesionalización en la tarea de enseñar

 en Miguel Ángel Pérez Reynoso


Miguel Ángel Pérez Reynoso*

La identidad docente no es una abstracción, más bien podríamos hablar de una especie de tipología de identidades docentes las cuales se generan con tres variables: a) contexto histórico, b) modelo formativo y c) trayectoria escolar.

De esta manera, aunque ya está sobradamente documentado en diversos estudios sobre identidades docentes realizados por Eduardo Remedí y seguidores en el Departamento de Investigaciones Educativas (DIE) del CINVESTAV del Instituto Politécnico Nacional (IPN), se requiere actualizar la mirada en ese sentido. En este breve artículo distingo cuatro grandes formas de asumir la identidad de ser docente, dichos estilos son los siguientes:

  1. Los docentes más veteranos formados desde la década de los cuarenta y cincuenta hasta finales de los setenta y que aun están en servicio. Se caracterizan por una alta mística de trabajo pero con un profundo espíritu conservador, le tienen miedo a las innovaciones y más a las tecnológicas, forman parte de la vieja guardia, la cual se dividía entre ser oficialista del sindicato o disidente. Muchos de ellos estudiaron sólo tres grados de Normal después de la secundaria, ni siquiera lograron la licenciatura. La intelectualidad de y en la práctica y el espíritu lector no es su fuerte, pero si, una solidez pedagógica de los métodos o técnicas de enseñanza de la época. Les gustaba trabajar con base en el respeto a los símbolos patrios, a las comunidades y a la autoridad. La obediencia institucional los caracterizó.
  2. Tenemos un segundo estilo de identidad docente de los maestros y maestras formados a mediados de los setenta y hasta 1985, cuando se lleva a cabo la reforma a la educación Normal. Estos maestros, en su gran mayoría son “técnicos” en la formación inicial, pero muchos de ellos (no cuento con datos precisos a la mano), tuvieron mejores oportunidades de desarrollo profesional a partir de ampliar la escolarización. Con la creación de la UPN y de las escuelas Normales superiores, muchos de estos docentes y los anteriores, lograron continuar con su carrera académica, incluso a partir de la década de los noventa se inicia el boom de los posgrados en educación. Lo paradójico de este fenómeno, es que la ampliación de la formación escolar de los propios docentes no se traduce en una mejor práctica educativa. Los rasgos que caracterizan a este grupo, es que conservan parte de la mística y de la vocación de los maestros de antaño, pero tienen una mayor versatilidad profesional, buscan acomodarse en mejores posiciones de desempeño académico y su compromiso se define en lograr una mejor respuesta educativa para las comunidades en donde se encuentran.
  3. Los maestros licenciados. Con la reforma a la educación Normal que eleva el estudio normalista al rango de licenatiura (1984), modifica de igual manera los planes y programas de estudio. Los nuevos licenciados en educación preescolar, primaria, especial o secundaria, comienzan a desdibujar la vieja mística de entrega profesional en el trabajo y le dan mayor solidez y claridad a ser maestro, habilitado a tal o cual nivel educativo. Por ejemplo, ser educadora de preescolar, maestro de escuela primaria multigrado, o en la ciudad, de educación especial o de educación secundaria; estas sub-categorías también influyen en formas especificas en la construcción de la identidad. Aquí abro un paréntesis para distinguir (de igual manera) las identidades ligadas con el centro en donde los propios docentes fueron formados, no es lo mismo ser maestro o maestra rural egresado de Atequiza, de Cañada Honda, de San Marcos, etcétera, que ser egresado del CREN de Ciudad Guzmán, de la Benemérita y Centenaria Escuela Normal de Jalisco, etcétera. Estas identidades de origen también influyen y dejan huella en la construcción global de la identidad profesional de las y los educadores. La llegada de los licenciados en educación generó un parte-aguas en el normalismo y en la identidad docente, debido a que la profesión comienza a burocratizarse.
  4. Tenemos el cuarto y último grupo de identidad docente, que agrupa a los maestros y maestras formados, a partir de la reforma de 1997 para preescolar y primaria y 1999 para Educación Secundaria, y la siguiente reforma de 2012, hasta este momento. Los rasgos de identidad de este grupo es difuso, es una identidad sin identidad, rompe en muchos aspectos con la herencia del pasado. Dicho grupo se caracteriza por someterse a las nuevas reglas de incorporación al servicio (se pierde recientemente la plaza automática), es pobre la formación pedagógica como pobre también es el compromiso social con el contexto en donde se realiza la tarea de enseñar. Son docentes que ya no se llenan de gis, (debido a los pizarrones electrónicos y al uso obsesivo de la tecnología en el aula). Esto es metafórico y refiere a que en este último grupo se da una recomposición y redefinición de manera radical de la propia profesión. Otro agraviamiento en cuanto a las identidades tiene que ver con las filiaciones políticas e ideológicas: los institucionales, los disidentes, los estudiosos, los urbanizados, los rurales, etcétera. Si bien la disidencia magisterial es un rasgo de identidad docente, el cual se desarrolló más fuertemente con el aparición de la CNTE en diciembre de 1979.

Todo lo anterior tiene una vinculación específica con la profesión, la iniciativa del presidente Andrés Manuel López Obrador de reformar la reforma está relacionada con los docentes, los cuales pertenecen a los cuatro grupos antes descritos. Todo lo que viene es de pronóstico reservado, en cuanto a los rasgos y a las características de la identidad docente de los maestros y maestras del siglo XXI para nuestro país.

*Doctor en educación. Profesor–investigador de la UPN Guadalajara, Unidad 141. mipreynoso@yahoo.com.mx

Comentarios
  • Carlos Gilbert

    Celebro el artículo y señalo que la caracterización se da, sobre todo en los dos últimos grupos, a partir de la formación de docentes en las escuelas normales; sin embargo, el autor pierde de vista un grupo de docentes que no pasa por los espacios de formación identificados con la normales.

    Docentes que tienen formaciones como abogados, sociologos, antropólogos, ingenieros, a los que se suma una larga lista. En el mejor de los escenarios, encontramos en este grupo un reducido número de profesionistas que han apostado por la formación continua como elemento permanente para profesionalizar su desempeño dentro del aula, pero así también se encuentra un gran número docentes que acceden a una plaza vía la compra o herencia de la misma y para los cuales no existe ninguna responsabilidad con la acción educativa que se lleva a cabo en el aula. La formación de los niños no es su prioridad, sino asegurar la quincena. Estos últimos son aquellos a los que yo llamo mercenarios de la educación.

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