La violencia social, más allá de las balas

 en Alma Dzib Goodin

Alma Dzib-Goodin*

En días pasados en los Estados Unidos se sufrió nuevamente una masacre en un recinto escolar. Parece que el número de muertos por balas nunca es suficiente, pues cada uno inicia el debate sobre el control de armas en el país, pero nunca se concluye con una acción clara que detenga la sangre de forma efectiva.
A diferencia de las masacres escolares previas, en Florida los sobrevivientes han levantado la voz para que el control de armas deje de ser una promesa. No basta con aumentar la edad de compra o hacer perfiles psicológicos de quienes poseen armas, ¡no!, parece que debe haber algo más que permita vivir en un país donde las balas solo sirvan como medios para hacer arte. La voz que se escucha al unísono es: “ni uno más”.
Al mismo tiempo, esas voces se unen a otras campañas que dan cuenta de la violencia hacia las mujeres en otras esferas sociales. Todo comenzó en Hollywood, con la denuncia de acoso sexual, lo cual ha costado las cabezas de muchos varones en la industria, acción que se diseminó al deporte, la tecnología, las empresas, los círculos académicos y los hogares.
Las voces se dieron a conocer con #metoo, lo que se sumó a #blacklivesmatter, que grita por las vidas de los afroamericanos, #nomore que da cuenta de la violencia doméstica y el asalto sexual, #neveragain en contra de las armas de fuego; pero éstas son solo algunas de las protestas que la sociedad en los Estados Unidos ha escuchado.
Por supuesto, América Latina no es ajena a estas manifestaciones y surgieron #niunamas y #niunamenos que gritan al silencio en contra de los feminicidios que azotan la región, y en días pasados surgió #Yonodenuncioporque donde las mujeres explican las razones por las cuales no denuncian a sus acosadores.
La violencia se ha apoderado del tiempo en los medios, las charlas de pasillo, los niños la ven, la escuchan, la viven, la procesan y luego la imitan. Los medios lejos de ayudar, alimentan el fuego con más y más historias que hacen perder fe en la humanidad.
¿Hay algo más allá de todo ello?, es lamentable reconocer que la violencia existe en muchas formas y viene de los contextos más variados, desde personas con doctorados hasta niños con miedo a vivir. Se vive en las escuelas, en el trabajo, en el hogar, en la calle, en los medios, en las charlas con los amigos, en las redes sociales… La violencia se está comiendo lo bueno y nos hace pensar: ¿qué sigue?, ¿acaso no hemos visto todo?
Parece que nos dejan dos opciones: o aprendemos a vivir con ella, como se ha hecho por tanto tiempo, soportando las ocurrencias de quienes no tienen nada que hacer, o se comienza un movimiento que procure lo bueno de la sociedad.
Enseñamos convivencia, al mismo tiempo que suplicamos no ser victimas de alguien. Salir de tal paradoja no será tarea sencilla, pero por algún lugar debemos comenzar.
En los Estados Unidos, la manera en que se enfrenta es recuperando en la medida de lo posible los ejemplos de humanidad que existen. En lugar de centrarse en que una persona mató a 10, 12 o el número que guste, debería decirse que solo una de 100 millones de personas mató a ese número de personas, que tenían vidas extraordinarias, vidas llenas de logros, que daban la mano a otros, que alguna vez recogieron la basura del vecino o ayudaron a cruzar la calle a una persona de la tercera edad.
Comencemos a reconocer los pequeños grandes esfuerzos por hacer de la convivencia un mejor espacio. No es necesario grandes proezas, recoger la basura de la calle, sacar a caminar al perro del vecino, regalar una sonrisa, ofrecer una serenata a la viuda solitaria. Sin duda, hay pequeñas cosas que hacen la diferencia para alguien, no es necesario cambiar el mundo, sino nuestro espacio más cercano.
Posiblemente sean las escuelas los mejores espacios para crear proyectos comunitarios, ¡sí es cierto!, los maestros ya tienen bastante, pero crear campañas que difundan la confianza en la humanidad no quita demasiado. Crear campañas donde los estudiantes que deseen siembren una semilla en un espacio vacío, recoger basura, ayudar a los ancianos, enseñar a sumar a otro niño, enseñar a alguien a bailar, jugar con alguien, hacer un dibujo para la tía amargada de alguien, cantar una canción tonta…
Tal vez al principio esas cosas simples no compitan con las miles de vistas de un video agresivo, pero al menos se puede sembrar una semilla y ver si es posible hacerla florecer. Vale la pena intentar.

*Directora del Learning & Neuro-Development Research Center, USA. alma@almadzib.com

Comentarios
  • Ramón Escobar

    Yo convivo. Él otro agrede.
    Yo aporto y edifico. El otro tergiversa y destruye.
    Y así sucesivamente.
    ¿ DONDE SE DETIENE ?

    • Alma Dzib-Goodin

      Es una paradoja social muy complicada, pues vivimos inmersos en ella y no podemos ignorarla. Le decía a Jaime que es un tema del cual no me gusta hablar, pero de algún modo creo que puede romperse la fascinación por la violencia.
      Mil gracias por su comentario. !Lo aprecio mucho!

  • Manolo

    Los docentes hacemos solo la mitad del trabajo en la escuela La otra mitad la hacen los que hacen bulling. Esta controvertida tesis la hace un Ahedo afroamericano Chris Rock La escuela si desea preparar para la vida tendrá que formar al estudiantado para reconocer y hacer frente al abusivo Y concluye. La presión no el abrazo es lo que produce diamantes

    • Alma Dzib-Goodin

      !Qué complejo! ¿Verdad?
      Es un tema del cual no dejamos de hablar, al mismo tiempo que lo rechazamos, lo elevamos y siempre hay alguien en medio que sufre y que llora. Nuestras manos deberán servir de algo, a alguien, en algún lugar, creo que podemos ser seres humanos en lugar de abusadores y victimas.
      Mil gracias por su comentario?

Escriba su búsqueda y presione ENTER para buscar