La vida pegada a una pantalla

 en Marco Antonio González

Marco Antonio González Villa*

Es un hecho que, ante una pandemia, existen diferentes personas y negocios que se ven beneficiados, por lo que resulta un buen negocio para ellos. Las plataformas educativas son una prueba, pero ha sido la televisión una industria que parece ha retomado nuevos bríos.
Hace años se hacía el comentario, a manera de crítica, de que la televisión se había vuelto la principal herramienta educativa, por encima de la propia familia y de la escuela, que perdía terreno ante un objeto que presentaba estímulos más agradables para las y los estudiantes. Durante el siglo XX empezaron a surgir novelas y películas de carácter distópico en las que se veía a las personas pegadas literalmente a una pantalla a la que veían todas las horas o en la que recibían mensajes constantes que le daban a la población información y formación sobre las formas en que debían conducirse en lo social. ¿Alguien recuerda que incluso en un capítulo de los Simpons se imparten clases en la escuela a través de una pantalla auspiciadas por una compañía refresquera?
Ahora hemos llegado a ese punto. El siglo XXI ya había dado claras muestras de la dependencia que las personas tenemos por las pantallas, en donde sus principales usos no son precisamente académicos. Las redes sociales y las plataformas de entretenimiento mostraban, y muestran, audiencias por encima de lo educativo, pero, dadas las condiciones y con el trabajo y la escuela llevada a casa, el uso de las pantallas es cada vez mayor.
Pese a que se han ido abriendo algunos negocios, muchas de las compras, el total de los conciertos, la asistencia a estadios y, obviamente, las clases escolares, han sido a través de una pantalla; la dependencia, la adicción, se ha ido incrementando. El 24 de agosto, a través de las pantallas, empezará un ciclo escolar de la forma en que muchos visionarios de otros tiempos habían previsto, pero que pensábamos que aún era lejana la posibilidad.
Las pantallas se han vuelto la única opción para muchas situaciones y relaciones: hasta ahora han permitido que la vida social y educativa tengan una oportunidad de mantenerse y no perderse, pero, en el caso de los infantes y adolescentes, siempre serán necesarias dos condiciones para que no se siga un rumbo inadecuado. Por un lado, se requiere la presencia física de la familia, para que regule el uso adecuado de las pantallas. Por otro, la madurez cognitiva y psicológica de cada uno para regular su comportamiento, tanto en lo educativo como en lo social.
Las pantallas se volvieron una necesidad, no una forma de control como plantearon los argumentos de ciencia ficción; por una pantalla hemos podido leernos y seguir en contacto todo este tiempo. Los tiempos nos alcanzaron, no de la forma que se pensaba. Pero sí, vivimos pegados a las pantallas ¿esto podrá cambiar? Ya se ve difícil.

*Maestro en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. antonio.gonzalez@ired.unam.mx

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