La semilla como analogía pedagógica

 en Miguel Ángel Pérez Reynoso

Miguel Ángel Pérez Reynoso*

Todos tenemos un origen, un principio, de igual manera la educación tiene un principio que tal vez se remonta a los relatos de Homero en la Ilíada y la Odisea, en donde se perfilaban los rasgos primeros del ideal de hombre desde la antigua Grecia y para buena parte de la humanidad.
El origen de la educación está en las virtudes, en los rasgos y distinciones morales, en el sentido estético de la persona y no tanto en el desarrollo intelectual o científico. La semilla, ese pequeño agente que sirve para que de ahí surja toda la vida y lo que viene con ella, también es sugerente para pensar en los orígenes educativos y en el sentido que tiene la tarea de educar.
Sin embrago, las semillas por si solas no cumplen su función, se requiere un trato especial, desde colocarse en la tierra indicada, de ponerle agua, que le dé luz y el calor que proviene del sol. La semilla y el sol se conjugan para dar lugar a un nuevo ser vivo, en educación habría que pensar, quién representa el sol, la luz y el agua.
Tenemos que, como parte de los vicios de nuestro sistema, en educación hay personajes que quieren cosechar sin haber sembrado, que quieren sacar provecho del propio sistema sin haber invertido absolutamente nada.
Las semillas son pequeñas en su dimensión original, pero de esa pequeñez surgen los grandes árboles, las grandes obras, los grandes hombres y mujeres. Una propuesta educativa que no se detenga a observar y conocer algunas leyes básicas de la naturaleza está condenada al fracaso, debido a que invierte este ciclo milenario. Sembrar, regar, cosechar, seleccionar, son verbos que forman parte de una dialéctica del cuidado de la tierra y de sus productos, así como de las personas y su proceso de desarrollo humano.
Si bien, la educación no se puede reducir al trabajo en el campo, la analogía puede servir para detenernos en los cuidados que deben distinguirse en un proceso constructivo, al estar al lado de otras personas que se forman al lado de nosotros.
Un componente adicional tiene que ver con reflexionar la tarea que se realiza. Si bien, todo docente realiza infinidad de esfuerzos, por sembrar y regar ideas novedosas en los alumnos a su cargo, no siempre las cosechas van acordes con lo que se esperaba, ni tampoco con lo que se sembró en el origen.
En la relación entre el sistema y el actor en educación, lo que hace el sembrador en el aula, no corresponde ni a las semillas ni al proceso que le envían los que se encargan de administrar el sistema. Las semillas ligadas con las ideas de libertad, de dignidad humana y de igualdad del otro lado, no corresponden con otras ideas y otras intenciones, asociadas al egoísmo, al odio y a la discordia.
El trabajo en el aula de sembrar y cuidar lo sembrado en muchos ocasiones no corresponde a lo que sucede afuera de dichos espacios educativos. Lejos de las aulas el sistema se mueve bajo una lógica diferente que no corresponden ni a las ideas ni a la práctica del sembrador, en su tarea esencial de educar.
Por último, la semilla que se siembra y que da lugar a un nuevo ser vivo no es propiedad de nadie, ni del sembrador, ni siquiera de la tierra de donde ha salido; sólo de sí misma y de su capacidad de adaptarse y moverse por el mundo.
Todo lo anterior tiene la intención de ilustrar las grandes contradicciones que existen, en el diseño y curso de acción de una reforma educativa que escinde radicalmente a sus diseñadores de sus operarios, los que hacen la educación y los que proponen las reglas de la educación no caminan bajo la misma lógica de trabajo. Cada uno trabaja con semillas y en terreno diferente, unos quieren hacer producir el terreno árido y otros desperdicien la riqueza de un terreno productivo.
La semilla y lo que gira en torno a ellas es un excelente tema para pensarlo en educación.

*Doctor en educación. Profesor–investigador de la UPN Guadalajara, Unidad 141. mipreynoso@yahoo.com.mx

  • Pelusa

    Se parece a otra analogia que buscaba de igual manera estoy pensando en lo wue lei.

  • Carmen Ruiz

    En La Educacion Quien Representa La Semilla Y La Lluvia

  • Natalia Solano

    Estoy de acuerdo con el profesor Pardo, en cuanto a lo complejo que es escribir. La escritura es un proceso de constante mejoría. Siempre se puede hacer modificaciones al texto, y aun así quizá éste nunca llegue a ser perfecto. Escribir exige muchas habilidades que en un principio pueden llegar a abrumar al estudiante inexperto, quien en muchos casos, durante su época escolar no contó con unas bases sólidas para escribir adecuadamente. Sin embargo si el estudiante es curioso por aprender, encuentra motivación en lo que escribe, y cuenta con el apoyo de docentes que esten dispuestos a orientarlo, es innegable que pronto va ir mejorando la calidad de sus escritos. Considero que los semilleros son un espacio de aprendizaje, que invitan y motivan a los alumnos a expresar sus ideas sin miedo a cometer errores, y que además, brindan las herramientas necesarias para que éstos adquieran mayor seguridad al escribir. La semillas en el contexto pedagógico vienen a ser esas primeras experiencias de escritura académica de los estudiantes. Si bien en un principio parecen pequeñas, si éstas se riegan, y les da el sol, es decir cuentan con el apoyo de un docente que despeje sus dudas, retroalimente sus avances y los impulse a continuar, tarde o temprano se convertirán en árboles con miles de ramas (ideas y opiniones) que servirán en la construcción de nuevos conocimientos.

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