La segunda vuelta

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

En esta época de rápido cambio y transformación, es común que las personas cambien de vehículos, de celulares y hasta de pareja con una facilidad asombrosa. Hay quien no echa en falta el vehículo que tuvo en su juventud, o ya ni recuerda el modelo de sus celulares del año pasado, y hace lo posible por olvidar hasta el nombre de quien fue alguna vez “el amor de su vida”. Esas grandes pasiones por adquirir y luego desechar se han convertido en parte de la vida cotidiana especialmente en los últimos cincuenta años.
Las agencias dedicadas a la publicidad se esfuerzan en convencernos de que lo viejo es deleznable. Y ahí se incluyen las parejas amorosas, las amistades, los compañeros de escuela y hasta los parientes y las mascotas. Si ya tienes muchos años con lo mismo, lo más probable es que hayas fracasado en la vida y por eso no has sido capaz de conseguir otro de esos, pero mejorado con atributos más divertidos, más brillantes o, paradójicamente, más duraderos.
Se nos vende la idea de que tener un automóvil para ir a correr aventuras al campo es mejor que ir a recorrer el campo a pie o en bicicleta. Que debemos comprar ropa nueva pronto, antes de que se note que se arruga o que brille de tanto plancharla. Y lo mismo sucede en muchas de nuestras escuelas: los equipos con que contábamos desde hace años dejan de ser compatibles con los recién fabricados. Así que hay que cambiar todo el conjunto de los equipos electrónicos y mobiliario, para que vayan con el último grito de la moda en equipamiento escolar. Grito que durará unos cuantos meses, antes de que haya que cambiarlos porque ha aparecido un nuevo software o un nuevo gabinete que los hará más eficientes.
Por otra parte, así como sucede con la ropa usada (que recorre un trayecto desde los países de fabricación a los grandes centros de consumo y luego regresa a los países menos desarrollados), los equipos y útiles escolares suelen tener una vida útil que rebasa sus años de uso en manos de sus primeros consumidores. De tal modo que son muchos los niños que utilizan los cuadernos, mochilas, lápices, carpetas, que dejan “por estar viejos” los niños de sociedades más privilegiadas.
Así como se ha visto para los mercados de las camisetas, de los automóviles, de las bicicletas, de los celulares y quizá hasta de las parejas afectivas, que pasan de las sociedades más afluentes a las más pobres, en un ciclo de reutilización, es loable que existan personas que recojan y hagan llegar los útiles escolares de medio uso a otros sectores de la sociedad que todavía pueden darles otros años de existencia productiva.
En este ciclo escolar que termina, vale la pena considerar qué materiales quedan en posibilidades de continuar sirviendo para el próximo grado. En los casos de los libros de texto y de trabajo, además, es posible donarlos a otras escuelas en donde los niños han estado carentes de materiales y en los que bien pueden dar una segunda vuelta… o tercera. Así como sucede con algunas personas que pasan a las siguientes parejas sentimentales sin que alguien se lamente de que ya están “muy usados”.

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología del CUCSH de la UdeG. rmoranq@gmail.com

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