La relación entre el movimiento en la atención dentro del aula

 en Alma Dzib Goodin

Alma Dzib-Goodin*

Como saben, una de mis fascinaciones es el estudio del proceso de movimiento a nivel evolutivo, y hace unos días tuve la oportunidad platicar con un maestro frente a grupo y las implicaciones de todo ello en el aula de clase.
Él me hizo notar una relación muy importante entre el movimiento y la prosodia que se convierte en un medio de comunicación que serán la base de la buena interacción entre alumno-maestro y maestro-alumno en el aula, pero antes, permítame dar un poco de contexto a la idea.
Cuando las especies comenzaron a moverse en el entorno, tuvieron que adaptarse a él. Muchos “conocedores” del cerebro centran sus ideas girando sólo sobre su cerebro, pero seamos honestos, este órgano no surgió para autovitorearse, sino para adaptarse y dar un servicio como respuesta el medio ambiente en el que pervive; así que cuando las especies comenzaron a navegar sobre la faz de la tierra, no sólo aprendieron claves de pervivencia, sino que modificaron sus endebles cerebros poco a poco, dependiendo de las necesidades específicas de cada especie. Los cerebros no controlan los cambios, sino que se adaptan a los cambios. Las modificaciones más exitosas, se mantendrán en la especie, como prueba excelencia evolutiva. Con el cambio de ambiente, que siempre es inminente, deberán venir nuevas adaptaciones, en un movimiento perpetuo de cambio-ajuste.
Al igual que el resto de las especies, el homo sapiens recibió esa fortaleza evolutiva y la llevó al límite, debido a que encontró mecanismos de control motor aún más finos como el uso de las manos, la independencia de los dedos, el control facial, la prosodia, la relación entre la percepción y el movimiento que implicaron claves adaptativas no sólo ambientales, sino sociales, que dependen de ellas para reconocer si otro miembro es hostil o amistoso, si hay que bajar la cabeza o podemos pasar por delante. Esto se vuelve importante en todos los ambientes en que nos desenvolvemos como una necesidad de leer en donde estamos en un momento determinado.
Tan es así que pasamos las primeras semanas, ajustando nuestros ojos para reconocer las características de la cara humana. Este proceso es un hito del desarrollo que va a llevar a todo ambiente al que una persona se enfrente y es parte del éxito social. El reconocimiento equivocado de gesto implica un error en comunicación. De ahí que los primeros años de vida son clave y entre más interacciones sociales, mayor probabilidad de éxito a nivel social y siendo seres sociales, es un plus en la vida.
Ahora bien, ¿cómo se ajusta esto en el contexto escolar? Cada vez que un alumno se encuentra en un contexto áulico, va a comenzar de manera espontánea e inconsciente este proceso de comunicación que depende de dichas claves faciales, prosódicas y corporales, en donde el lenguaje tendrá a veces un segundo plano. Por ejemplo, el maestro puede o no decir una palabra, pero su cara puede o no revelar un descontento ante la actitud del alumno, el alumno puede equivocar un gesto que será tomado como amenazador por parte del profesor o el resto de los alumnos. Un simple gesto, no se requiere de una sola palabra, sólo un gesto es la diferencia a veces entre la primera impresión que quedará marcada para el resto de las interacciones.
Ser consciente de ello es importante, leer las claves sociales tendrán impacto en el trabajo áulico y obviamente influenciarán el proceso de aprendizaje. Hace unos días una amiga me dijo: “no importa cuan bonita e interesante sea una materia, si un maestro no tiene la actitud, es una tortura”, y seguramente todos sufrimos ello en algún momento de nuestras vidas académicas. Es bastante duro el proceso de aprendizaje académico, como para agregar una guerra inconsciente con los gestos y actitudes.
Esta interacción no es consciente, algunos son capaces de reconocer que una imperceptible caída en la ceja puede implicar una falsa aceptación, reconocimiento o rechazo. Algunos dicen que llevan las cosas al límite y que deben ser conscientes al estar en un proceso de prueba frente a un alumno, pues cuando el alumno busca una clave visual de observación por parte del maestro, esto puede estar influenciando su respuesta. En ese punto, por supuesto vale la pena analizar el proceso y ponerlo en perspectiva. ¿Cuántas veces nos habremos equivocado pensando que el maestro nos estaba aprobando?
El resto de las interacciones entre compañeros no son distintas, y muy probablemente el fenómeno de la violencia escolar tenga una profunda relación con el reconocimiento de las claves motoras y su relación con la prosodia que hace una gran diferencia en el mensaje final. Mi ejemplo más simple es un chiste: el esposo le pregunta a la pareja recién casada a la mañana siguiente de la noche de bodas: ¿cómo amaneciste mi vida?; 30 años después, el mismo marido le pregunta a la misma esposa: ¿cómo?, ¿amaneciste?, las mismas palabras, dichas de modo distinto, un poco más lento o más rápido, tienen un impacto diferente en quien las escucha, a grado tal que pierden un significado cognitivo y se convierten en intercambios emocionales. El significado literal, pasa a convertirse en la relación motora con que elegimos agitar las palabras, ya sea atropellada o pausada, con un movimiento que una vez que salen de nuestra boca, no tienen marcha a tras, y siempre pudimos decirlo mejor, ¿quizá?
De ahí que esta lectura del entorno social influye claramente en el aula y debemos ser conscientes de ello, pues puede ser la diferencia entre una mejor experiencia de aprendizaje, más allá de lo propuesto en el mejor currículo del mundo.

*Directora del Learning & Neuro-Development Research Center, USA. alma@almadzib.com

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