La política educativa, ¿educa?

 en Miguel Bazdresch Parada

Miguel Bazdresch Parada*

Desde el advenimiento de la modernidad, la política, en especial la política del Estado moderno, prioriza las necesidades de la ciudadanía. El Estado ha de construir modos acumulativos para ofrecer servicios básicos para la vida y el desarrollo de los ciudadanos. Cinco son todavía los servicios básicos centrales y, al menos, otros tres se han añadido en el curso de los años al identificar problemáticas nuevas, no previstas en la primera modernidad.
Salud, educación, vivienda, energía e ingreso son los cinco tradicionales y se han sumado justicia expedita, seguridad y protección civil. Los movimientos ciudadanos han propuesto incluir el medio ambiente sano, pues es evidente el desgaste de la capacidad de auto-regeneración de las condiciones ambientales necesarias para una vida, en especial la humana, sustentable. No ha sido concedido al nivel de los otros ocho.
El Estado moderno aprendió muy pronto cómo ofrecer salud pública, educación pública y energía para todos y estableció las leyes necesarias, así como las instituciones adecuadas para operar los mandatos legales relativos a cada servicio. El ingreso, ladrillo clave en la construcción de una economía, lo resolvió con un artificio: salario mínimo, hoy en absoluto desgaste y obsolescencia, pendiente de encontrar una forma de garantizar ese servicio. La justicia expedita sigue siendo una promesa para eso de lo expedito, a pesar de un muy fuerte poder judicial y un ministerio público capaz. Sin embargo, el recurso a la ley y el apoyo ministerial son complicados de operar con la rapidez, pertinencia y respeto necesarios para una eficacia, siquiera moderada en la resolución de las demandas y las rupturas del orden legal, muy frecuente en la vida ordinaria de muchos ciudadanos. Por ende, el servicio estatal de seguridad aun es una promesa, tal como revela el alto porcentaje (por arriba del 90%) de asuntos no resueltos. La protección civil es un servicio estatal capaz de atender con rapidez los eventos que ponen en riesgo de un daño mayor a la población y a las cosas materiales que se afectan o destruyen.
Por otra parte, la política, de modos diversos, ha puesto en peligro los servicios de salud, educación y energía. Sucede una cierta ansiedad en los gobiernos por hacer “reformas” a la salud, a la educación y puesto que los gobiernos tienen caducidad se apresuran, “hacen como que hacen” y, claro, el gran tamaño de los sectores a los cuales se han de ofrecer esos tres servicios no permite una reforma rápida y si se intenta, como es hoy la reforma educativa propuesta, no reforma lo pertinente de cara al futuro, no toca la estructura operativa y se queda en detalles menores.
Hoy estamos ante una reforma educativa basada en una modificación política del propósito de la educación, modificación venida de la ideología del régimen y no de las situaciones ya detectadas por quienes ofrecen educación todos los días. El servicio educativo se enfrenta a un país con gran diversidad y desigualdad. Por tanto, los fines educativos han de conseguirse de maneras muy diversas y con apoyos específicos. Cambiar la realidad con ideología es un fracaso anunciado, a la vez que muy costoso e ineficaz.

*Doctor en Filosofía de la educación. Profesor emérito del Instituto Superior de Estudios Superiores de Occidente (ITESO). mbazdres@iteso.mx

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