La planeación improvisada

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

Parecería que planear sobre las rodillas, sin haber observado adecuadamente el fenómeno sobre el que se desea intervenir, se está convirtiendo en moda. En una época en la que todo se hace (o se pretende) rápido, la falta de diagnósticos y de estudio de otras situaciones similares en las que se han aplicado determinadas medidas se convierte en imperativo actuar antes de saber siquiera qué consecuencias pueden esperarse. Lo importante es que haya efectos, y pronto. Ya después llegará el tiempo de ver si lo planeado se cumplió, si los objetivos se cumplieron y de ver si los objetivos eran sensatos siquiera. Después, pero no ahora.
La idea es que pronto estén todos los subordinados y hasta los jefes de los improvisadores dedicados a resolver los asuntos que resultan prerrequisitos del plan que se propone. Y hay que hacerlo rápido, porque después llegará otro plan que se sumará a lo que hay que hacer. Parecería que hacer los planes es el objetivo y lo que pase una vez que se comiencen a aplicar las medidas ya será tarea de otros. De los que se dirá que es su responsabilidad y luego se les señalará como culpables de que las cosas hayan salido como salieron.
Si el plan improvisado no llega a concretar efectos positivos poco importa. La idea es que pronto salga el plan y luego veremos si para algo sirvió. Ya con que no perjudique pronto y cerca nos damos con bien servidos. Pero que haya planes. Muchos planes. Que pueden incluir una serie de acciones que se contradicen con las acciones de otros planes y cuando la gente actúa se da cuenta de que debe estorbar a otros sus planes para que los planes propios puedan avanzar. No es que todo mundo deba estar de acuerdo en sus propósitos, pues es claro que a la humanidad le da por hacer cosas que son contrarias a las que otras deshacen. Pero lo terrible es cuando, dentro de la misma institución y dentro de la misma pirámide de jerarquías una sección hace planes para acabar con las acciones derivadas de los planes de las demás. Y entonces unos destruyen lo que los otros, de la sección complementaria y convertida en rival, se habían afanado en construir.
Que suceda en el ámbito educativo no es novedad. Sabemos de planes que vienen a sustituir planes. De estrategias que vienen a reconstruir las consecuencias de lo que estrategias anteriores habían destruido. El planeador ideal parecería ser el que no consulta a los demás planeadores y entonces descubre nuevamente el hilo negro o se las arregla para esconderlo tan bien que hay que hacer un nuevo plan para descubrirlo. La planeación improvisada tiende sus propias trampas y parece estar diseñada para que no se cumplan los planes que propone. Pues deben iniciarse y ejecutarse tan rápido que pronto no serán visibles ni las acciones, ni los logros, ni los productos, ni los objetivos que deberán ser cubiertos y sustituidos por los de otro plan del que pocos llegan a enterarse.
Un poco como sucede en la narración de Kafka de la ejecución de la muralla, cuando unos apenas se enteraban de quién era el emperador, habían pasado tantos años que la noticia ya era obsoleta pues éste también había muerto. Así pasa con los planes que son a tan largo plazo que cuando todavía se están ejecutando comienza otro para sustituir al anterior y restituir la “verdad” y la “lógica” de lo que algunos dicen que debe suceder y los siguientes planeadores deciden que no debería suceder. Para cuando llegue el siguiente plan todavía no sabremos cuáles fueron las consecuencias del actual.

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología del CUCSH de la UdeG. rmoranq@gmail.com

Comentarios
  • Ramón Martínez Gasca

    Ante una periodicidad de presentar un plan requerido por la burocracia escolar “inspectores, directores, padres de familia ansiosos” la educación escolar se queda con la autonomía de los aprendizajes de los niño, quienes diseñan finalmente sus propios conocimientos.

  • Amenofis Amaral Navarro

    Lamentablemente así es. Su visión es sarcástica pero pertinente. Si el gobierno no atina en su lógica de planeación de sus planes de estudio, menos los ejecutores. Hace aproximadamente cinco años expuse una opinión en una ponencia donde insistí, en mi argumento, que las reformas apresuradas y los cambio de planes al vapor, atentaban contra la “ calidad” educativa que tanto se pregonaba. En aquella reflexión crítica señalé que en pleno octubre se me había citado para capacitarme en una de las asignaturas del plan 2012 de la licenciatura en educación primaria. Para entonces yo ya tenía dos meses impartiendo el curso. Ahora, a casi dos meses de la entrada en vigor del Plan de Estudios 2018 para las escuelas normales mexicanas, me encuentro impartiendo un nuevo curso para el cual no he recibido capacitación. Una ironía más. La solución del problema educativo de México puede estar en las escuelas normales, pero así no, así no.

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