La pandemia de la diabetes

 en Alma Dzib Goodin

Alma Dzib-Goodin*

Un recuerdo de los salones de clase donde estudié cuando era niña son los castigos que muchos de mis compañeros enfrentaban. Algunos eran físicos, otros emocionales, pues en aquel entonces, el maestro tenía todo el derecho de educarnos lo mejor posible. En este sentido, debíamos trabajar en silencio, de manera ordenada, terminar nuestras labores, no molestar a nadie, tener los resultados correctos y leer bien. Si por alguna razón alguien no terminaba antes del recreo, una de las sanciones era quedarse sin salir al patio, al baño y sin comer.
La falta de alimento no era vista como un problema, podría comerse en casa. No se consideraba si se había desayunado o no, o cuanto tiempo debían esperar para llegar a casa. Restringir los alimentos se convirtió desde niños en un hábito, y se nos decía: come cuando puedas, no sabes cuando te será posible, o qué te será posible comer.
Por supuesto, teníamos los desayunos que aportaba el gobierno en aquel entonces, que constaban de leche, pan y un dulce para aquellos que pudieran pagar un peso en aquel entonces, o que tuvieran la suerte de que un compañero decidiera que no le gustaba algo. Por ejemplo: soy intolerante a la lactosa, tema del cual no se hablaba en mis años mozos, por lo que después de una discusión para que me tomará la famosa leche, se la daba alguien que la aprovechaba de mejor forma que yo.
Otro castigo era, por supuesto no salir al baño, sin importar la emergencia o el número que se necesitaba evacuar… a veces se esperaba más de 20 minutos, 40, una hora antes de poder ir y a veces era demasiado tarde.
Actualmente, la mayoría de los niños no desayunan antes de ir a la escuela, y si llevan algo a la boca, usualmente aporta poco valor nutrimental a sus cuerpos, pues se da prioridad al pan de dulce procesado, las galletas, el pan blanco… no se les da un huevo o avena, no se les aporta mucha proteína más allá de un carne fría que si bien tienen un buen aporte de proteína que debe ser parte de una buena dieta, esta sólo tiene sentido si se agrega a una dieta sana.
En la escuela, las opciones de las cooperativas son tortas, tacos o quesadillas, que brindan demasiado carbohidratos que no necesariamente hacen bien a la cuenta calórica de los estudiantes, aunque son necesarios para una buena dieta, además, se da prioridad a las bebidas dulcificadas, que aportan una gran cantidad de azúcar procesada, mientras que el agua natural se ve como veneno en el mejor de los casos. Las mamás envían dulces o pan, quizá un sándwich, a veces una ensalada, pero, a veces esto no es suficiente para sobrevivir al número de horas que los niños pasan en la escuela, especialmente a partir de la secundaria donde están la mayor parte del tiempo, pues los carbohidratos se procesan a una mayor velocidad que las frutas verduras, proteínas o grasas. Lo que nos hace desear más y más pan o dulces en menos tiempo.
No sé olvide que el proceso de aprendizaje se lleva a cabo en el cerebro, el cual requiere de una buena nutrición para funcionar de la mejor manera y dar fortaleza al resto de los sistemas, de ahí que existan estudios que apuntan la relación entre niños sanos, y bien nutridos que dan como resultado niños con mejores expectativas de aprendizaje.
Ahora bien, todos esos malos hábitos no sólo aprendidos, sino reforzados por padres, maestros y sociedad, se mantienen hasta la edad adulta. Las empresas niegan a los empleados tiempo para ir al sanitario, pues reduce el tiempo de trabajo, y por tanto la productividad. Muchas veces la hora de comida se reduce a media hora, por lo que se termina solicitando comida rápida en el mejor de los casos o bien se reduce a una pequeña indulgencia. Si se tiene la sana costumbre de llevar comida propia, preparada en casa es lo mejor, pero está ha de esperar por horas y a veces, el universo se confabula en nuestra contra cuando se está a punto de comer, es entonces que se acumulan todos los pendientes y, por supuesto, éstos siempre van a ser más importantes que comer. No importa cuan fuerte el estómago grite para que se le alimente, siempre puede esperar a la salida, a llegar a casa, a más tarde a después del bar…
A falta de alimento, el cuerpo produce glucosa cuando no se come lo suficiente, la cual es un azúcar que procede de los alimentos que comemos, y también se forma y se almacena dentro del cuerpo. Es la principal fuente de energía de las células de nuestro cuerpo, y se transporta a todas y a cada una de esas células a través del torrente sanguíneo.
La falta de alimento, la deshidratación, la falta de ejercicio, crea un círculo peligroso que es parte de la pandemia que se vive con la diabetes, se habla mucho de un aspecto genético que aportan los padres a los hijos, aunque sin duda, tiene mucho de un componente social, los malos hábitos se aprenden en casa, la escuela y los círculo sociales, no le damos importancia a lo que le aportamos a nuestro cuerpo y cada vez le damos más prioridad a otras cosas, como revisar mil emails y ser productivo, antes de tener un cuerpo sano. Aunque cuando se está hambriento otros procesos se ven afectados como el sueño que es tan importante para mantener un cerebro saludable, por supuesto, los riñones y el hígado comienzan a requerir más insulina, se presenta cansancio y más tendencia a infecciones, comienza a caerse el cabello, en tal punto no se podrá negar que aspecto más notorio será la obesidad.
¿Creen que vale la pena que una de las cosas que podríamos cambiar para este año que inicia sea mantener una alimentación regular, sana, con ejercicio y sin saltarnos una sola comida?
Los niños agradecerían mucho que cambiáramos nuestra actitud hacia la alimentación y sus necesidades fisiológicas, ¿no creen?

*Directora del Learning & Neuro-Development Research Center, USA. alma@almadzib.com

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