La nueva versión de la reforma educativa: por una vuelta de tuerca hacia la izquierda

 en Miguel Ángel Pérez Reynoso

Miguel Ángel Pérez Reynoso*

Comienzo con algunas preguntas, ¿por qué le llaman reforma educativa a la serie de ajustes en la regulación administrativa, laboral y sindical de los trabajadores de la educación?, ¿por qué postergan o aplazan el debate propiamente educativo de la reforma, para conocer y acordar lo que realmente necesita la educación en nuestro país?, ¿por qué negociar la reforma con los grupos políticos cuando la sociedad y la ciudadanía es la mayormente interesada en acordar los términos de la reforma educativa?
Éstas y otras preguntas me parece que si se las hicieron los diputados y senadores que por fin este jueves de 9 de mayo aprobaron (en lo general y en lo particular) yo no entiendo en donde están las diferencias de dichos contenidos, la última versión que sigue siendo la mal llamada reforma educativa.
En nuestro país la educación debiera ser un asunto de consenso nacional, no de discusión política partidista, si en algo tendríamos que estar de acuerdo todos los mexicanos y mexicanas es en el tipo de educación que nos comprometemos (como gobierno y como sociedad civil) a ofrecer a los millones de niños, niñas y jóvenes, no sólo al interior de las escuelas sino también afuera de dichos espacios institucionales.
Discutir la educación en términos políticos es reducir el debate a la nada, es convertir un servicio social de alto nivel como es la educación, a una mercancía que se negocia y somete a la compra-venta como si fuera un fetiche o una mercancía.
En el debate final para aprobar la reforma (según publica el periódico La Jornada) en su edición del viernes 10 de mayo, hubo algunos partidos políticos que gritaban jubilosos su victoria, por encima de otros que se sentían derrotados. ¿Qué la educación sirve para eso, para declarar vencedores y vencidos?, yo creo que no, si bien en educación existen distintas visiones acerca de la realidad, de los métodos, de las formas de atención y del tipo de compromiso por invertir; sí, pero todo el debate debería estar pensado en convencer a todos o a la gran mayoría no sólo vale pensar el debate educativo con un desenlace final de vencedores y derrotados.
Cuando yo hablo de darle un giro de tuerca hacia la izquierda a la actual propuesta de reforma, no lo digo en términos de un reduccionismo político o ideológico; lo digo en términos de pensar a la democracia como la estatura máxima del debate, hacia la izquierda porque me parece que es la posición más adelantada para debatir las ideas, de confrontar las ideologías, pero con el firme propósito de llegar a acuerdos sobre la base del convencimiento, del consenso argumentado, de la negociación racional.
Es triste ver como la política ha hecho de la educación una caricatura y como la educación ha hecho de la política un oficio pueril. Yo estoy a favor de un debate de altura que sirva para discutir y acordar los asuntos de la agenda educativa nacional, que recupere las tradiciones y los aportes históricos que han sido valiosos, pero también estoy a favor de una cultura de confrontación política (que cuando trate el abordaje de asuntos educativos) no concluya en vencedores y vencidos, sino en un gran acuerdo educativo nacional sobre la base –como ya dije– del consenso, del convencimiento y de los argumentos racionales en beneficio de todas y todos los mexicanos que compartimos esta amplio y diverso territorio.

*Doctor en educación. Profesor–investigador de la UPN Guadalajara, Unidad 141. mipreynoso@yahoo.com.mx

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