La muerte de los juguetes, un problema por venir

 en Marco Antonio González

Marco Antonio González Villa*

Hace pocos días circuló la noticia que una de las más importantes compañías internacionales de venta de juguetes cierra sus fábricas en México y despide a muchos de sus empleados debido a una baja significativa en la venta de sus productos, gracias al incremento en la venta de productos y medios tecnológicos y comunicación que han desplazado, lamentablemente, a los que anteriormente eran una de las principales fuentes de diversión para los infantes. Está situación representa no sólo un problema a nivel laboral y económico para el país, también evidencia una situación que, en poco tiempo, puede detonar en diferentes problemas con los niños de nuestro país y de otras partes del mundo.
Los juguetes, históricamente, han cumplido diferentes funciones, obviamente resaltan las lúdicas, sin embargo, no se pueden negar su función social, cultural, didáctica e incluso terapéutica. Los antropólogos y los arqueólogos han encontrado evidencias de su existencia en prácticamente todas las culturas antiguas. Además de las cuestiones identitarias y culturales que podían representar, nos daban una idea de la forma de entender la noción de la infancia en cada momento histórico y en cada contexto geográfico, así como representar los roles presentes en su sociedad.
En los últimos tiempos, los juguetes han sido protagonistas de muchas historias y películas, incluso del género del terror, no obstante, hay una trilogía famosa que está a punto de perder sentido alguno para las nuevas generaciones: hablamos de Toy story. La saga nos mostró la relación afectiva que tiene un niño con sus juguetes, durante su crecimiento, siendo significativos e importantes a lo largo de su paso por la etapa infantil, lo cual fue representativo de la vida de muchos de los adultos de ahora, pero poco cercano o paradigmático de los y las menores actualmente.
Los juguetes, en épocas pasadas, fueron cómplices, acompañantes, confidentes y motores de la creatividad de niños y niñas, ya que les permitían inventar, contar historias y crear mundos de fantasía en done eran capaces de manejar muchos elementos de su realidad y entorno inmediato, ya fuera de manera individual, en pareja o incluso de forma grupal.
Pero también podían ser reveladores de una verdad, aquella que podía captar Piaget en el juego simbólico o los psicoanalistas infantiles en terapia y que podían dar indicios de abuso sexual, de vivir una situación de angustia o una familia disfuncional. En el menor de los casos le daban la posibilidad a cada menor de poder sublimar la violencia y la agresión de una manera socialmente aceptable.
En las escuelas han sido siempre un apoyo didáctico que favorece el aprendizaje significativo y situado sin duda. Sin embargo, las tendencias señalan que paulatinamente irán desapareciendo en el deseo de los niños y niñas, lo cual deja una interrogante que debería preocuparnos ¿quién o qué podrá sustituir las diferentes funciones que cumplen los juguetes? Las opciones son dos: la primera son las tecnologías que obviamente no han sido, ni serán, el reemplazo idóneo, y segunda, la familia, que son los que han fomentado su poco pensada desaparición. Estamos a tiempo, por favor reconsideremos y volvamos a jugar con juguetes.

*Maestro en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. antonio.gonzalez@ired.unam.mx

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