La importancia del cambio en educación desde el trabajo de las y los docentes

 en Andrea Ramírez

Andrea Ramírez Barajas*

Por estos días regresa, de manera renovada, un viejo debate que coloca en el centro de la discusión el asunto del cambio en educación y su relación con el trabajo de las y los docentes en nuestro país. En dicho debate se cruzan elementos como calidad educativa, práctica docente, procesos institucionales, etcétera.
Michael Fullan, uno de los estudiosos más serios y reconocidos conocedores del cambio educativo, pertenecientes a la escuela de Toronto, él junto con algunos colaboradores entre ellos Andy Hargreaves, han reconocido las dificultades del cambio. Debido a la pertinencia de sus hallazgos y a la actualidad de sus argumentos es preferible decirlo directamente. Michael Fullan afirma lo siguiente:

“El proceso de cambio se ha caracterizado por seguir un patrón según el cual las innovaciones se desarrollan fuera de los centros para ser transmitidas a ellos, posteriormente, en función de bases universales. Los consumidores o usuarios de dichas innovaciones (profesores, padres, alumnos) tienen un papel limitado en ese proceso, siendo considerados más bien como adoptantes pasivos de lo mejor de las innovaciones más recientes. Es notorio que la primacía se otorga a las innovaciones (que a menudo acaban en sí mismas) y no a la capacidad de los usuarios para innovar. En otras palabras, en lugar de considerar la innovación como parte de un universo de significados, las escuelas se interpretan como un mundo de adoptantes. Allá donde los usuarios sí innovan se trataba, a menudo, de un hecho individual, el resultado de un proceso permitido y no de un proceso participativo” (Michael Fullan, El significado del cambio educativo. Un cuarto de siglo de aprendizaje. Revista sobre Profesorado, volumen 6, año 2002).

Aquí Fullan nos insiste fuertemente en dos grandes cosas a reflexionar:

a) Que las iniciativas de cambio o de innovación no llegan (o no debieran llegar) de afuera de las escuelas. Por el contrario, su fuerza y su iniciativa nacen del centro mismo (del corazón mismo de la escuela, que hace confluir a docentes, directivos y comunidad escolar en general).
b) Que al llegar las propuestas de innovación de afuera de las escuelas los docentes sólo se convierten en “consumidores adoptantes pasivos” de lo que se usó o sirvió en otro lugar o en otro contexto y que termina desvirtuando el papel de la propuesta de innovación junto con sus intenciones verdaderas.

Éstas dos ideas, sencillas, pero igualmente profundas, sirven para desmoronar las iniciativas que se están generando en nuestro entorno. Todo el modelo meipiano (me refiero a la MEIPE) junto con la actual propuesta de Recrea, no tienen sentido cuando se han gestado, diseñado e intencionado desde lugares ajenos o distantes de las escuelas, es decir, desde afuera del centro en donde se viven los problemas y se reconoce la necesidad del cambio.
Sería bueno que los actuales diseñadores de las nuevas utopías educativas leyeran a Fullan, un experto en el significado del cambio educativo, el cual tiene mucho que enseñarnos.

*Doctora en educación y consultora independiente. andrearamirez1970@hotmail.com

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