La formación docente en el seno de la reforma de la Educación Normal

 en Miguel Ángel Pérez Reynoso

Miguel Ángel Pérez Reynoso*

Las palabras formación docente, reforma educativa y educación Normal, son palabras recurrentes que se vienen escuchando en el seno de la política, la investigación y los círculos académicos desde hace muchos años, aquí caben dos preguntas, ¿cuál es el estado que guarda dicho campo en el seno de la realidad actual?, y ¿qué necesidades tenemos actualmente para atender dicho campo?
Los tres componentes antes descritos (formación docente, reforma educativa y educación Normal) se discuten en el seno de las comunidades académicas, con la finalidad de gestionar una amplia y ambiciosa propuesta pensada para la mejora y para reformar lo ya reformado, a partir de aspirar a un mejor modelo de formación docente en nuestro país.
En términos del currículo formal, las últimas reformas tienen como registro sus años de elaboración y expedición; Planes 1997, 1999, 2004, 2012 hasta llegar de manera homologa al Plan 2018 y lo que viene.
¿Qué se puede identificar o reconocer a partir de la identificación de cada uno de ellos? Si bien, dicho análisis va mucho más allá de un simple artículo de opinión, cuando menos se pueden identificar cuatro grandes componentes:

a) Los rasgos deseables del perfil de egreso, que definen o que perfilan al docente que se pretende formar, en términos generales de la educación básica y en términos específicos del nivel educativo o modalidad educativa en turno.
b) El desglose de líneas de formación y la conformación de la malla curricular, que da cuenta de disciplinas por revisar, junto con las competencias a desarrollar en cada una de ellas.
c) El rol o el papel de la práctica en contextos reales de desenvolvimiento, como una forma de adquirir habilidades y encaminarse a la profesión futura.
d) Y, por último, el conocimiento y valoración de los contestos específicos en donde se pueda desarrollar una práctica educativa docente in situ.

Existen más elementos que son un poco más específicos, como la profundidad de alguna disciplina en turno (Español, Matemáticas, Ciencias, etcétera) la forma de vincularse con la educación básica, el papel de los directivos de las escuelas de básica, etcétera. Pero en términos curriculares podría decirse que las ultimas propuestas (planes 2012 y 2018) son muy similares en términos de la lógica de diseño y, sin embargo, al verlos como un todo, uno puede reconocer la enorme complejidad que condensa un plan de estudios cuya intención estratégica es la formación docente para los niveles y modalidades de la educación básica en nuestro país. ¿En dónde están las inconsistencias?
Lo que reporta la literatura del campo producto de trabajos de investigación y reflexiones teóricas tiene que ver con dos hechos relevantes:

a) El diálogo docente entre pares (formadores de formadores) a partir de la posibilidad de traducir dicha propuesta del papel a la realidad formativa y una más.
b) Las distintas mediaciones que desde cada formador de formadores se realiza para acercarse lo mayor posible en el cumplimiento de los propósitos formativos.

Tenemos que cada curso de la malla curricular viene acompañado de bibliografía básica y complementaria, en muchas ocasiones vienen las ligas para descargar tanto lecturas como videos, la pregunta que surge aquí es: ¿qué leen realmente los estudiantes normalistas y qué traducción les dan a los textos revisados con su realidad en formación?
En general, aquí estamos parados o posicionados, no existe ningún recurso de lo que sería el Plan 200X, que garantice un mejor cumplimento de la intencionalidad formativa y el logro de mejores resultados. Un ejemplo que tenemos a la mano pudiera ser el de los egresados del Plan 2012 y que ya están laborando en las distintas escuelas de nuestro medio, ¿tenemos mejor trabajo docente?, ¿hemos logrado mejores resultados educativos de los docentes formados en los planes de formación del siglo XXI?
No tengo datos para afirmar una cosa u otra, todo serán hipótesis de trabajo, lo cierto es que los planes de estudio del 2012 y 2018 han contribuido a desdibujar la identidad docente largamente arraigada y sedimentada en el magisterio mexicano, definida como una profunda mística de trabajo, de compromiso y de vocación para traducir las necesidades en oportunidades educativas.

*Doctor en educación. Profesor–investigador de la UPN Guadalajara, Unidad 141. safimel04@gmail.com

Comentarios
  • Rafael Bernardo

    Estoy de acuerdo con la disertación, en términos generales… pero hay conclusiones un poco acrobáticas que podrías clarificar tal vez en otra ocasión. Por ejemplo, de bote-pronto pienso que hay una exageración en la conclusión de que “…los planes 2012 y 2018 han contribuido a desdibujar la identidad docente…” ?cómo un plan puede generar efecto tan contundente? ?qué elementos identificas que provocan esta deformación? ?los planes 1999 y posteriores quedan exentos de esa perversidad?

    Digo… porque si lograr un aprendizaje establecido en un programa es un cuete… hasta donde alcanza para que desvirtúe tanto un factor que se gesta en la interacción dialógica al seno de colectivos…

    Saludos mi estimado Migue.

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