La escuela sirve para la vida

 en Luis Rodolfo Morán

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

Al menos esos solemos creer. Hace unos días, una señora, muy preocupada, comentaba acerca de cuán inteligente era una de sus hermanas cuando estudiaba la licenciatura. Y cómo había sido el mejor promedio de su generación. Sin embargo, reflexionaba, ¿por qué a su hermana le había ido tan mal en la vida? Era verdad que había conseguido un buen trabajo, pero eso no le aseguró la posibilidad de relacionarse bien con sus compañeros de escuela. Ni con sus colegas en el trabajo. Ni siquiera con el padre de su descendencia ni, en determinados momentos, para resolver los problemas de relación que tuvo con su descendencia.
Mucho se ha criticado a quienes proponen planes de estudio que asumen que la escuela debe preparar para el trabajo. Suele argumentarse que esa visión prepara capataces que obedecen y que hacen obedecer a los demás a su mando. En contraposición, hay quienes proponen que la escuela debe servir para hacer crítica de la realidad social, y suele señalárseles que esa visión acaba por generar desempleados que no son capaces de adaptarse a los lugares de trabajo que exigen actividades rutinarias o relaciones de subordinación. En todo caso, habría que pensar que las ventajas y las deventajas de estas visiones de lo que debe ser la escuela y para lo que debe preparar a lo estudiantes, muestran que la crítica y la creatividad no significa que haya necesidad de resolver problemas prácticos de utilidad social y que haya, además, que devengarse un pago por los servicios prestados a las empresas, los gobiernos, la sociedad, incluso los vecinos del barrio o los parientes.
La queja en torno a la hermana que tenía buen trabajo pero no era capaz de relacionarse con los demás, conlleva la necesidad de discutir también las capacidades sociales que, en buena medida, proporciona la escuela. Aunque no siempre lo hace de manera explícita y planeada. Es evidente que los estudiantes realizan acciones orientadas a resolver problemas que implican trabajar en equipo, pero los docentes no siempre estamos conscientes de la necesidad de que se hagan explícitos los procesos que se abordan al resolver los problemas. Parecería que el problema planteado es lo central, cuando en realidad las habilidades sociales que permiten completar el proceso de ponerse de acuerdo, dividirse los esfuerzos, establecer responsabilidades, límites y fechas, son parte del aprendizaje que ha de hacerse visible, revisable, evaluable.
Mientras continíua el debate de si la escuela debe formar espíritus críticos o espíritus que cooperen con el régimen o el capital, la tarea que parece dejarse de lado es la definición de los propósitos para los cuales se plantean problemas, soluciones, procesos y productos. Claro que la escuela sirve para la vida. Y mucho mejor si sirve para ayuda a plantearse el sentido de la vida social y no sólo laboral en tanto fuente de ingresos.

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología del CUCSH de la UdeG. rmoranq@gmail.com

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