La escuela renace

 en Miguel Bazdresch Parada

Miguel Bazddresch Parada*

Con ocasión de la pandemia y la casi universal cierre temporal de las escuelas, diversas voces se pronunciaron en el sentido de aprovechar ese cierre temporal y el traslado a la familia de la responsabilidad de mantener una cierta actividad educadora. Se trata dicen, de repensar la lógica que estructura la acción educativa.
Por ejemplo, ahora se procura “Utilizar papel reciclado, clasificar residuos, diseñar aplicaciones para calcular la huella de carbono, dialogar con vecinos e instituciones sobre problemáticas medioambientales, participar en tareas de conservación, crear aplicaciones para identificar ciclovías y aparcamientos de bicicletas o itinerarios transitables para caminar. Todo esto supone la mejora de nuestro bienestar e induce otro modo de enseñar y aprender: una restructuración organizativa y curricular del centro educativo” (ver nota al pie).
Así comunica El País, algunas de las novedades en el Instituto Público de Educación Secundaria Alonso Quijano en Alcalá de Henares (Madrid) que sostiene una red de escuelas sostenibles comprometidas con la innovación. Y añade: “Estudiantes y docentes toman consciencia del impacto de sus decisiones y comportamientos. El currículo y los estilos de relación se contagian de los comportamientos de cuidado… la protección del medioambiente en la institución escolar no se concibe sin el cuidado de sus moradores, de sus relaciones interpersonales. La interdependencia, la inclusión y la búsqueda de la igualdad son aspiraciones educativas irrenunciables. El cuidado del medioambiente se transforma en un motor de cambio pedagógico.”
Se lee alentadora la reorganización del currículo y, sobre todo, de las relaciones entre los diversos actores que intervienen en los proyectos del Instituto. “El proyecto surge en 2018-19 con un debate en el que participa todo el centro sobre consumo y uso de plásticos… La pregunta consensuada era: ¿deben los poderes públicos prohibir el uso de plásticos? … lo más valioso fue “el trabajo de investigación y reflexión realizado por tantos estudiantes sobre temas ambientales”.
Éste y otros ejemplos de cambio de los procesos de interacción entre los actores escolares y la suma de actores de la comunidad, más allá de mera “ayuda” al proyecto, implica compromiso de hacer propio el proyecto y participar como un actor más, y claro, colaborar en la implantación de los cambios que se derivan de las respuestas obtenidas en las conclusiones de los proyectos.
El centro del cambio es el significado de “educar y educarse” que construyen los estudiantes y los profesores junto con las actores sociales coadyuvantes. Ya no se dice “voy a la escuela a que me enseñen.” Ahora se presume: “Voy a participar en acciones para aprender y poner en práctica” Ya no se acepta que un profesor signifique su tarea como “enseñarles X a estudiantes Z” sino “Voy a conducir, junto con mis estudiantes, un estudio parta ofrecer alternativas a los problemas importantes de la comunidad”. Hay caminos. Recorrerlos es el imperativo.
La escuela del siglo XX desaparece poco a poco y surge ahora una institución educativa conformada por una comunidad comprometida con aprender a estudiar, comprender y proponer soluciones a los problemas y situaciones que le duelen a la comunidad de vida en la que se instala eso que antes llamábamos sin más “la escuela”.

*Doctor en Filosofía de la educación. Profesor emérito del Instituto Superior de Estudios Superiores de Occidente (ITESO). mbazdres@iteso.mx

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