La escuela invadida

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

Cuando Trump todavía era presidente de Estados Unidos, me enteré de que algunos mexicanos tenían la esperanza de que pronto invadiera México, para acabar con el régimen de López Obrador. Imagino que ese deseo no anticipaba ni qué pasaría con la vida cotidiana ni con la vida escolar: ¿tendríamos que hablar inglés al día siguiente de la invasión de las fuerzas armadas estadounidenses al territorio mexicano? ¿Habríamos de cambiar nuestras perspectivas sociales y nuestros proyectos de vida? ¿Se acabarían los tacos dorados de papa y de frijol y los dulces de tamarindo en los alrededores de las escuelas y serían sustituidos por “jámberguers” y “jarapolpais”?
En semanas recientes, algunas cuestiones similares se han planteado a las fuerzas de ocupación rusas en Ucrania. Tras hacerse de algunos territorios antes controlados por el gobierno con sede en Kiev, el gobierno ruso se planteó que sería por medio de la educación como podría cambiar la perspectiva del nacionalismo ucraniano. Habría que enseñar en la escuela una nueva historia que, vista en perspectiva, en realidad es una “vieja historia”: los nuevos gobernantes imponen su visión de la historia y del proyecto de determinadas poblaciones. Llámeseles “nación” o “grupos originarios”, la visión suele imponerla el grupo vencedor por medio de su intervención en la escuela (principalmente) y en los medios de comunicación, en las calles, en el lenguaje cotidiano. De tal modo que los docentes ucranianos se vieron obligados primero a suspender clases en las ciudades bombardeadas, invadidas y controladas por los rusos. Pero, a medida que se acercaba la fecha que los calendarios escolares anticipaban que sería la del “regreso a clases”, se encontraron con agentes del régimen ruso (nombrados funcionarios en Ucrania) que los conminaban a reorganizar las actividades escolares y convocar a clases en espacios en los que ahora estaría prohibido hablar en ucraniano y en donde la educación habría de responder a las normativas rusas, en idioma ruso, para niños y adultos.
Llegado el primero de septiembre, sólo la mitad de las escuelas básicas en la región de Zaporizhzhya pudo abrir sus puertas para iniciar un nuevo ciclo escolar. En la ciudad de Primorsk, habían huido ya varias familias, docentes y estudiantes. Restablecer la actividad pedagógica en esas escuelas resulta vital para el objetivo de integrar esta región como parte de Rusia, dicen los estrategas rusos. Ideas ambas a las que se oponen muchas de las personas que residían ahí a la llegada de las fuerzas rusas: ni integración de esa región ucraniana en Rusia, ni regresar a las aulas para comenzar el proceso de “re-educación”. Las amenazas de enviarlos a campos de trabajo forzado y los ofrecimientos de duplicar o triplicar los sueldos de los docentes, incluso a niveles superiores a lo que se paga en Moscú, han bastado para convencer a los residentes ucranianos ni para atraer a profesores rusos a la región. Los intentos de “re-educar” a los docentes, a las familias y a los niños de las escuelas básicas por parte de los funcionarios rusos que sustituyeron a la fuerza a las autoridades ucranianas se han centrado en acentuar una visión del patriotismo ruso y una indoctrinación política a profesores retirados o a personas que no habían ejercido jamás en alguna relación pedagógica formal.
Las noticias que solemos recibir de la guerra resaltan, por una parte, los avances y retrocesos de las fuerzas rusas en territorios ucranianos y, por otra, la huída masiva de rusos a los países vecinos (Bielorusia, Finlandia, Georgia y Kazajistán, además del estado más septentrional de EUA: Alaska) ante el llamado a los “reservistas” (jóvenes varones en edad militar) para complementar las Fuerzas Armadas rusas que atacarán territorios en los que, según parece, Vladimir Putin no esperaba una resistencia encarnizada que lleva meses. Un par de notas respecto a los intentos de convertir las escuelas ucranianas en bastiones de la pedagogía rusa (https://www.rferl.org/a/russia-struggles-set-up-potemkin-schools-occupied-ukraine/32028577.html y https://www.theguardian.com/world/2022/sep/18/ukrainian-teachers-resist-russian-takeover-schools) señalan cómo estos esfuerzos por “convertir” a los docentes y a los estudiantes al patriotismo ruso y hacerles olvidar sus tradiciones ucranianas pretenden utilizar las asignaturas de historia como punta de lanza para que las lealtades ucranianas a su cultura, idioma y grupos sociales inmediatos se trasladen a la “gran Rusia”.
En los territorios recuperados por la resistencia ucraniana, han surgido los testimonios de cómo las fuerzas rusas habían ordenado que se quemaran los libros de las escuelas (por ejemplo: https://www.bbc.com/news/world-europe-63037713), lo que derivó en que los docentes los escondieran y conservaran para cuando lograron recuperar algunos de los territorios que las fuerzas armadas rusas tuvieron que abandonar tras haberlos invadido semanas antes. Los esfuerzos de los rusos ya habían tenido algunos frutos tras la anexión, en 2014, de la región de Crimea, en donde se abrieron bancos, se promovió la solicitud de la ciudadanía rusa para los pobladores de la región y se “rusificó” la vida entera.
Entre las estrategias para establecer la hegemonía rusa en Crimea y, actualmente en las regiones ocupadas de Ucrania, el gobierno ruso ha recurrido al argumento de que son los docentes quienes violan las convenciones de Ginebra al privar a los niños del derecho a la educación (https://central.asia-news.com/en_GB/articles/cnmi_ca/features/2022/07/25/feature-01). Los testimonios de los docentes suelen coincidir en que lo que están promoviendo las fuerzas de ocupación es “pura propaganda” que se refuerza con amenazas y con una campaña de rusificación que, incluso desde antes de los primeros ataques militares se blindaba con eufemismos: lo que hace Rusia, según Putin, es defenderse de las amenazas asociado con el hecho de que Ucrania haya expresado su intención de ingresar en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Desde el inicio de la guerra, Suecia y Finlandia se unieron a la OTAN, uno de los pretextos, además de la supuesta existencia de grupos neonazis en Ucrania, para la anexión de esos territorios por parte del régimen de Putin.
Entre las maniobras discursivas de los esfuerzos de rusificación se encuentra la de obligar a los docentes a cambiar su visión de la asignatura de historia. A quienes se han negado a divulgar la visión rusa se les ha despedido de sus empleos en las escuelas (como muestra este caso: https://www.cbc.ca/radio/asithappens/as-it-happens-the-monday-edition-1.6392168/this-russian-teacher-refused-to-show-kids-propaganda-about-ukraine-it-cost-him-his-job-1.6393443). Por lo pronto, cerca de doscientos mil jóvenes rusos han huido de Rusia, lo que representa otro duro golpe a la educación formal, a la unidad familiar y a la existencia de un tejido social que ya de por sí se había resquebrajado en Ucrania y que ahora comienza a tener importantes consecuencias en Rusia, en los países contiguos y en los países a los que han tenido que huir las poblaciones ucraniana y rusa. Los nacionales de esos países se encontrarán ahora con la (mala) suerte compartida de ser exiliados y tener que enfrentarse, ellos y posiblemente generaciones sucesivas, con sistemas educativos que no siempre los recibirán con los brazos y los libros abiertos.
El drama de la guerra temen notables correlatos en la conservación de las culturas, en buena parte impulsados por las intenciones de imponer otras visiones de la historia. El caso de la rusificación de Ucrania representa un caso más de imposición de la visión de quienes ejercen un poder militar y plantea preguntas respecto al derecho a las visiones e identidades locales, sea en cuanto a la manera de narrar y construir sus historias, sea respecto al uso de sus idiomas y sus propias pedagogías para la reproducción de sus culturas y visiones. ¿Qué podría pasar si, efectivamente, “un extraño enemigo”, profanara “con su planta” y sus visiones de nuevos patriotismos las escuelas mexicanas, como proponían y deseaban quienes tenían esperanzas en que Donald Trump encabezara la ocupación de nuestras ciudades y escuelas?

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor-investigador en el Departamento de Sociología de la Universidad de Guadalajara. rmoranq@gmail.com

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