La educación y las escuelas en soledad

Jaime Navarro Saras*

Después de poco más de una semana del retorno a las clases presenciales, empiezan a aparecer los negritos del arroz y que, lamentablemente, se prometía que no los habría porque las escuelas tendrían todos los apoyos necesarios y con esos se aseguraba el retorno de niños y niñas a la educación básica.
Así como el gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, se quejó de los apoyos mezquinos de la federación tras recibir unos cuantos litros de gel, sanitizante, jabón y unas cajitas de cubrebocas para todas las escuelas del estado, en ese mismo sentido las propias escuelas se quedaron con las ganas de recibir apoyos de las autoridades del estado para ir solventado las necesidades básicas que se requieren para cumplir con los protocolos impuestos por la propia autoridad.
Es cierto que, para el caso de Jalisco, no hay presupuesto que alcance a cubrir el mantenimiento y los recursos materiales que se requieren en el día a día, pero tampoco se vale que las propias autoridades dejen toda la responsabilidad que a ellos les toca en manos de directivos, docentes y padres de familia; sobre todo porque estamos hablando de escuelas públicas cuya obligación corre a cargo del gobierno, de otra manera (y aunque sea doloroso), que se legisle para recaigan los gastos y apoyos en los padres de familia, ya que eso de las “cuotas voluntarias” (según dichos de la autoridad no deben ser obligatorias), ha terminado por ser un discurso hipócrita que ni obliga, pero tampoco apoya y, en cambio, dichas autoridades están al día con las auditorías y terminan dejando un sabor amargo en quienes dirigen las escuelas, ante este tipo de actitudes gubernamentales, nuestras venerables autoridades hacen propio el famoso dicho de que: ni cachan, ni pichan, ni dejan batear.
Obviamente que no pretendo abrir el falso e inútil debate de la gratuidad plasmado en el Artículo Tercero de nuestra constitución, pero, si las autoridades son capaces de destinar decenas de millones pesos para una sola escuela, amén de las gestiones y relaciones del director en turno, por qué (entonces) no lo hacen con todas, principalmente en aquellas donde se carece de lo básico y en un dejo de sobrevivencia terminan rascando con las uñas sus propios recursos y de lo que las comunidades tengan a bien aportar de buena fe.
Ésta no es y tampoco será la única ocasión en que las escuelas se vean solas, todos los días escuchamos reclamos de directivos, docentes y personal de apoyo acerca de que no ven voluntad y, mucho menos, el apoyo de las autoridades para ir solventando el día a día, la queja principal es que de éstas solo reciben órdenes y solicitudes para informar cada suceso escolar, de preferencia con experiencias exitosas y que le puedan hacer juego al discurso que han venido publicitando con respecto al regreso a la presencialidad.
En este regreso a la presencialidad tampoco podemos dejar de lado el poco entusiasmo reflejado en docentes y estudiantes, ya que, al no ser la escuela deseada y añorada debido a los inconvenientes protocolarios de salud, en lugar de eso, ahora tenemos escuelas parecidas a la dinámica de la Abadía de San Miguel (Sacra de San Michele) que sirvió de inspiración para que Umberto Eco escribiera El nombre de la Rosa donde el juego, el convivio y la sonrisa estaban prohibidas, y no tanto por la falta de costumbre, sino por la carencia del calor propio de la convivencia y la ausencia de imágenes con caritas y voces inocentes de los infantes que le dan luz a todo, incluso en aquellos espacios que carecen de lo básico y, aun así, cumplen cabalmente con la obligación y responsabilidad de educar.

*Editor de la Revista Educ@rnos. jaimenavs@hotmail.com