La educación que es (VERDADERAMENTE) democrática

 en Miguel Ángel Pérez Reynoso

Miguel Ángel Pérez Reynoso*

Me parece que la educación que verdaderamente importa es aquella educación que es incluyente, que involucra a amplios sectores (no sólo de la población) sino de las comunidades académicas y educativas, que tiene un mecanismo para decidir desde abajo a partir de consultar, de saber preguntar y saber consensar, que no impone sino que antes propone, que ensaya las propuestas antes de generalizarlas, que antepone el bien común por encima del bien y de los beneficios para unos cuantos, que incluye y respeta todas las propuestas aun aquellas que pudieran pensarse como absurdas o desacertadas, que no divide a los intelectuales que están en la planeación de los técnicos que están en la operativizacón, el que planea ejecuta y el que ejecuta también planea, en fin, que mira hacia un horizonte democrático de principio a fin.
Esta propuesta de sistema un tanto utópica, me parece que no existe en ningún lugar del mundo pero hay muchos pueblos y países de ciertas regiones el mundo que se acercan a ella.
Aquí le llamaríamos un modelo de gestión y de educación democrática. A la democracia no se le concibe como doctrina sino como una forma de ser y de relacionarse entre todos y todas.
Sin embargo, los sistemas educativos y los sistemas de gestión los hacen las personas y es ahí en donde se pierde la pureza y la riqueza de las propuestas que en el papel quedan muy bien, pero en la realidad comienza a mostrar sus inconsistencias.
La democracia no llega y no existe en educación, debido a varios factores, uno de ellos es el purismo y el fundamentalismo de sus impulsores. El otro es el dogmatismo con el que se pretende impulsar dichas propuestas.
Los fundamentalismos son de diversos tipos (ideológicos, políticos, pedagógicos, etcétera) atrás de ellos se esconde el interés por preservar espacios de poder que realmente no se tienen pero que simbólicamente se piensa que si.
En la educación mexicana la democracia es un ejercicio distante debido a que los personajes encargados de impulsarla, son los primeros en resistirse a que la verdadera democracia llegue.
Sé de muchos casos, de militantes destacados de izquierda, que cuando llegan a tener espacios de poder son los personajes más autoritarios e impositivos que la imaginación pueda recrear en un espacio o en un sistema determinado.
También reconozco que en educación la democracia no es un proceso ni un punto de llegada, es un estilo de ser y de relacionarse cotidianamente, está ligada a la cultura y a las formas concretas de pensarnos y de practicar la educación. Somos democráticos porque nos definamos así e intentamos vivir la democracia todos los días.
Una escuela que se acerque a vivir procesos democráticos, deberá dar (en primer lugar) un alto valor a la palabra de sus integrantes, todos y todas tienen algo que decir y algo que proponer, algo que plantear al resto de un colectivo. Aquí inicia todo y aquí deberá concluir, cuando delimitamos el espacio de uno y el de todos y todas.
Aspiramos a crear escuelas democráticas pero no sabemos cómo construir sus cimientos, ni sus muros ni tampoco sus elementos que le den identidad a un proceso y un proyecto que aspire a la igualdad, a la justicia y al respeto a las diferencias; es decir, a una gestión educativa democrática.

*Doctor en educación. Profesor–investigador de la UPN Guadalajara, Unidad 141. mipreynoso@yahoo.com.mx

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