La educación no es aprender hechos

 en Alma Dzib Goodin

Alma Dzib-Goodin*

Encontré una imagen que muestra el rostro de Albert Einstein y dice: ¨la educación no es para aprender hechos, sino para entrenar a la mente a pensar¨. No sé si la cita es de Einstein, probablemente no, pero es sin duda, una gran verdad.
Los hechos cambian conforme avanza el conocimiento. Lo que sabíamos sobre cualquier aspecto de la ciencia, la historia o sobre el funcionamiento cerebral, ha cambiado radicalmente en los últimos 15 años o 20 años. La manera en que los niños perciben y concretan la información, no es igual a como mi generación o la suya lo hacia. Cuando teníamos una duda preguntábamos a nuestros padres o buscábamos la información en diccionarios o enciclopedias, ahora basta con decir: ¡Hey Google!, y preguntar cualquier cosa que cruce nuestra mente para obtener toda clase de información, incluso aquella que no necesitamos.
Sin embargo, la educación insiste en llenar a los estudiantes de datos irrelevantes, que no serán útiles en las trincheras laborales. Por ejemplo: ¿cuáles fueron las palabras de Miguel Hidalgo y Costilla al momento del grito de independencia?, a) “¡Viva la religión católica!, ¡viva Fernando VII!, ¡viva la Patria y reine por siempre este continente americano!, ¡nuestra Sagrada patrona nuestra Santísima Virgen de Guadalupe!, ¡muera el mal gobierno!”, b) “Todos los hombres son iguales, que son dotados por su creador de derechos inalienables, que entre estos están la vida, y la búsqueda de la felicidad”, o c) “¡Viva la nueva nación mexicana!, ¡viva el presidente y los héroes que han dado libertad a esta nación!, ¡viva la Virgen de Guadalupe y el pueblo que está a sus pies!”.
Los estudiantes recordarán las palabras correctas para el examen, pero al final, no serán necesarias para cuando estén en sus espacios laborales, cuando debo hacer un diagnóstico diferencial o bien escribir un artículo, no requiero recordar el examen de historia de quinto grado. Lo que si requieren es una capacidad de análisis y síntesis de la información, junto a una buena habilidad comunicativa, pues todo aquello que no sepan el día de hoy está al alcance de sus dedos.
Al final, la formación profesional estará más centrada en aquello no sólo que disfrutamos más, sino en lo que somos mejores. Lamentablemente, más de la mitad de los estudiantes que inician la primaria, no llegarán tan lejos y frustrarán sus vidas, intentando recordar los hechos del libro y pensarán que la vida está llena de a, b y c.
Carl Sagan menciona como encontró su amor por los salones en su libro “El mundo y sus demonios”, en él dedica algunas palabras a sus profesores, quienes le inspiraron para llegar a ser lo que fue. Detalla que nunca fue feliz en la escuela, hasta que llegó a la universidad y conoció a la gente más apasionada por su trabajo, y que lejos de repetir fórmulas del libro, garabateaban ideas en servilletas de papel, durante las reuniones en la cafetería de la universidad. El contacto con cualquier científico hace que uno se enamore de la ciencia, cosa que no logran los maestros de ciencia, pues la meta es sólo repetir fórmulas e intentar recordarlas.
El trabajo en el mundo real es distinto. En primer lugar uno debe ser capaz de resolver problemas, de cualquier índole, algunos más simples que otros, la creación de soluciones, a veces es un tema más creativo que implica mucho conocimiento, no sólo del entorno sino de la realidad histórica, implica algunos hechos, pero no hay respuestas con a, b o c; a veces se tendrán que diseñar protocolos, a veces uno tendrá que saber donde buscar las soluciones, por ejemplo: ¿quién es el experto en este tema?, será importante el dónde buscar, qué información es relevante y cómo hacer para que los costos de las soluciones se minimicen, logrando la mayor funcionalidad. ¿Ha tomado un examen con a,b,c al respecto?, seguramente no.
La escuela tampoco nos enseña la fórmula mágica de lograr todo lo que uno desee en el ámbito laboral o familiar: ser paciente, no enojarse y esbozar la mejor sonrisa, ¡si!, la más grande que tenga, hágala brillar, y sin importar la circunstancia, no la cambie por enojo, no permita que nadie arruine su día, seguramente ya fastidiaron el suyo y con uno es suficiente.
La escuela no permite la creatividad, o que uno contradiga al maestro, ya no digamos a un autor, “si el libro lo dice, así vendrá en el examen”, en la realidad, la única forma en que la ciencia avanza es mostrando que quienes nos precedieron están equivocados. Uno aprende que no hay hechos, sino errores en los hechos que pueden potencialmente crear nuevas soluciones.
Hay muchas cosas que la escuela no permite. Algunos sobrevivimos a ella y nos abrimos camino, otros simplemente deciden saltar del barco y encontrarán otras metas en la vida. Las estadísticas dicen que de 100 graduados de primaría, sólo 36 se graduarán de preparatoria; sólo 4 de cada 100 estudiará una maestría, y sólo el 1% de la población estudiará un doctorado. Muchos hablan de la falta de recursos, pero quien quiere lo logra, y más ahora que a los estudiantes se le paga por estudiar.
¿Deberíamos comenzar a enseñar lo que realmente importa en las aulas?

*Directora del Learning & Neuro-Development Research Center, USA. alma@almadzib.com

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