La creatividad en las aulas

 en Alma Dzib Goodin

Alma Dzib Goodin*

La emoción es enorme cada vez que un artista mexicano triunfa en el extranjero, se le reconoce su talento y se aplaude su creatividad. Es entonces que todos nos sentimos orgullosos de aquel a quien nunca se le apoyó, o incluso de quien no sabíamos su nombre antes de recibir un premio de alto renombre a nivel internacional, lo único que importa es que es mexicano.
En primer lugar, usualmente son los padres quienes impulsan intentos más primitivos de los hijos. Les dan la oportunidad de explorar, repetir, intentar a pesar de lo complicado o de lo extremo que parezca el talento de los hijos, siempre estarán ahí para apoyar, en la medida de sus posibilidades las ideas que más tarde se convertirán en su mayor orgullo.
En las escuelas, sin embargo, el talento no se recibe con el mismo entusiasmo, ya que los niños no son libres de explorar, siempre hay un maestro que dice qué hacer, cómo hacer, cuándo hacer, y si ante ojos sus ojos no está bien hecho, no importa cuan creativo sea lo que se hizo, se recibirá una mala nota y se dirá: “hazlo de nuevo, como copia exacta de lo que se te pidió hacer, no quiero variaciones”.
El arte no imita a otros, tienen que ser único, no todas las flores son rojas, hay flores verdes en la naturaleza, pero si un niño pinta una flor verde, se le manda inmediatamente con el psicólogo, lo mismo si un niño escribe sobre la muerte, aunque en la televisión escuche todo el tiempo sobre el mismo tema, o si decide que uno de sus personajes cometa suicidio. Es el problema de no entender al artista. Como ejemplo del arte depresivo está Billie Ellish, quien a sus letras románticas les da un toque psicótico-depresivo que gusta a muchos, similar a Salvador Dalí o Picasso, que dejan imágenes tristes y paradójicas en la mente de quienes admiran sus obras.
La creatividad, dicen los psicólogos, es un don que golpea a los artistas como Vincent Van Gogh que padecía depresión, o bien de artistas que han explorado las drogas como medio de inspiración. También dicen que uno debe nacer con talento, sin embargo, aun cuando se nazca con cierta aptitud, si nunca se tiene la oportunidad de explorarla, ¿cómo va a saber que la tiene?
Digamos que alguien tiene un talento excepcional para tocar el piano, si nunca tiene la oportunidad de estar cerca de uno, ¿cómo sabe que tiene un potencial ilimitado?
Para reconocer el talento, debe uno tocar las puertas del propio potencial, darse el lujo de cometer errores, tratar más de una vez, ya que pocas veces el primer libro, película, partitura, presentación o obra plástica ganó el máximo galardón, todo es sudor, aceptar los rechazos, los golpes de las puertas sobre la nariz, y todas las veces que se le dice a uno que no tiene talento, nadie dice que sea sencillo llegar donde sólo grandes llegan, de otro modo, cualquiera lo haría.
En teoría, las escuelas deberían ayudar a descubrir el talento de los niños. Entre más pequeños sepan para qué son buenos, mejores oportunidades tendrán de intentar mil veces, variando las formas de hacer, deshacer, crear, inventar, permitiéndose la más sutil de las culpas o el mayor orgullo cuando se logra algo que les gusta a los demás. Pues esa es la medida del talento.
El problema es que los maestros saben repetir moldes, pero no son artistas, no venden sus obras, no ofrecen conciertos, no bailan ante públicos de sala de concierto, no es por menospreciar su trabajo, pero las estrategias para enseñar arte no son las mejores. De ser así, las becas para niños con talento ya abrían rendido sus frutos y en las escuelas abría más niños felices de cantar, escribir, actuar, o bailar, pero eso no sucede.
A diferencia, en los Estados Unidos y otros países, los artistas van a las escuelas, ofrecen charlas en los salones desde los primeros grados, siempre incluyen pequeños conciertos o ejecuciones, permiten que los niños les pregunten lo que deseen, interactúan al máximo con ellos, y luego los invitan a que los visiten en las salas de conciertos, galerías, museos o teatros, los enamoran del arte, les hacen desear ser artistas.
Lo mismo hacen los deportistas, ya que no se hacen de la noche a la mañana, el talento deportivo requiere que se practique por horas y horas, primero en el patio de la casa, luego en centros deportivos comunitarios, que más tarde darán paso a los espacios de alto rendimiento. Luego vendrán los buscadores de talento que abrirán los contratos millonarios y luego los aplausos y admiración de todos, hasta que la edad y las lesiones terminen con una carrera deportiva brillante.
En el mismo tenor, hemos emocionado a muchos niños a que se acerquen a la ciencia, las escuelas abren sus puertas y brindan la oportunidad de charlar con los niños, en espacios donde ellos se sienten seguros y luego comienzan a hacer preguntas. Más de un científico recuerda una charla, una conferencia o un artículo que lo puso en el camino que le ha permitido florecer, pues sólo el talento requiere de inspiración y de sentir que todo es posible.
Ojalá un día hagamos sentir eso a los niños mexicanos.

*Directora del Learning & Neuro-Development Research Center, USA. alma@almadzib.com

Comentarios
  • Jorge Triana

    Excelente artículo, coincido en que la mejor experiencia es el contacto mismo con los creadores y su obra.

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