La casa de los espejos

 en Verónica Vázquez

Verónica Vázquez Escalante*

Probablemente al leer el título, se evocan aquellos recuerdos de infancia en los que la mayoría de los ahora adultos, al llegar a una feria o un centro de atracciones, ineludiblemente visitábamos la casa de los espejos.
Era divertido experimentar cierto misterio al ingresar a una habitación o literalmente a una casa con una cantidad “innumerable” de espejos. Causaba risas y admiración el hecho de verse uno gordo, flaco o de piernas larguísimas con un cuerpo cortito, también nos veíamos piernas diminutas y cuerpo deforme. El ámbito de lo absurdo era palpable aunque a determinada edad no se considera como tal. A mí me causaba cierto miedo y recuerdo las palabras de mi mamá –No te asustes, es un juego–.
Todo era parte de la diversión, los vidrios (sin el nitrato de plata y otros componentes que le dan la calidad de espejo), obviamente los mismos espejos más la actitud de las personas, es lo que da vida a esas atracciones.
Una consigna era caminar con los brazos extendidos para evitar chocar con cristales que van de piso a techo por lo que se pierde la noción del espacio. En la diversión también contaba que te dijeran –por ahí no es la salida– y al regresar dabas la misma indicación cuando uno en realidad ni sabía si era o no el camino correcto. Veías a otros niños, jóvenes y adultos creyendo que ellos te seguían o tú a ellos pero el escenario indicaba que nadie sabía con certeza hacia donde iba. Lo que si era una seguridad es que todos entraban para encontrar la salida.
Los espejos son de buen gusto, fino y exquisito. Su costo económico depende de la calidad del material de elaboración. La palabra espejo invita a reflexionar en “los espejitos de la conquista”, en el libro de narrativa infantil-juvenil “Alicia a través de los espejos”, el espejo de la madrastra de Blanca Nieves y muchas historias más que han surgido a lo largo de los siglos inspiradas en éstos. Sin embargo, actualmente son un objeto imprescindible en casa, en el auto, en el campo de la decoración, en el arte del baile. Son tan útiles, que arrojan la enseñanza de aguzar la atención, permite entender la sincronía del movimiento y, al mismo tiempo, indica que la imagen es una y la realidad otra. Podemos ver a través de un cristal que en realidad no es un espejo y también podemos ver en un espejo que en realidad es sólo un cristal. Sí (nos) observamos, comprenderemos quienes somos y quién es el prójimo. Se dice que con un espejo sabemos que lo que es dentro es fuera. Creo que el parecido a la realidad no es coincidencia.

*Doctora en Ciencias de la Educación. Profesora de la Universidad Pedagógica Nacional, Unidad 145 Zapopan. veve30@hotmail.com

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