Innovar en educación

 en Miguel Bazdresch Parada

Miguel Bazdresch Parada*

Innovar en educación no es fácil. Las costumbres, rituales y supuestos de larga data forman, en más de una ocasión, una barrera para aprender del aprendizaje y sus frutos. Un ejemplo puede ayudar: El acercamiento interdisciplinar a las situaciones frecuentes en los procesos educativos.
Con frecuencia un educador se encuentra con la imposibilidad de resolver un asunto de un estudiante con medidas pedagógicas. Ha intentado mejorar las explicaciones, ha explicado las causas de las deficiencias del estudiante, ha ayudado, disciplinado y pedido ayuda a familiares, sin éxito.
Recurre a la psicología, a la medicina o incluso a la sociología, para comprender los hechos relacionados con tal estudiante. Los diversos aportes le han llevado a una suma del aporte de cada ciencia y se encuentra ante una mezcla contradictoria. El éxito se hace más difícil. Si estuviera en su radar la interdisciplina quizá tendría una nueva oportunidad. Recurrir a un proceso interdisciplinar puede articular las diversas aportaciones disciplinares en una versión conjunta, digamos dialógica, y tomar y aplicar remedios a la situación con base en esas propuestas en la cual se introduce un cambio pedagógico, adecuado a la situación psicosocial del estudiante, con apoyo familiar específico y en si fuera necesario con tratamiento medicamentoso. Cada disciplina contribuye desde su conocimiento y el educador “teje” las aportaciones, las relaciona y propone una respuesta, más allá de una lista de acciones inconexas.
Sin embargo, recurrir a la interdisciplina, que suena lógico, no es fácil. Requiere una formación precisamente interdisciplinar, poco frecuente en los procesos de formación de docentes. Requiere, además, un ambiente escolar en el cual las decisiones del educador a partir de sus capacidades se consideren digna de ayuda y no de control y quizá hasta de sanción. La innovación en educación a veces es amenazante. Por otra parte, requiere profesionales de esas otras disciplinas no pedagógicas, con formación interdisciplinar, pues de otro modo cada uno de ellos asumirá que su aporte es el verdadero medio para atender la situación que le platea el educador. ¿El resultado? Desánimo del educador pues a pesar de comprender mejor la situación del estudiante no logra una solución del problema.
Ocurre situaciones similares si consideramos la innovación educativa con base en otras tendencias importantes. Por ejemplo, la cultura digital, la cual de manera lamentable se ha reducido al internet, quizá al celular, la computadora y algún otro aparato. La cultura digital es una manera de pensar característica de quien acepta la posibilidad de mejorar procesos que requieren hacerse de manera articulada con otros procesos, los cuales adquieren sentido precisamente cuando se les puede articular. Cuando el estudiante y el profesor aprendan algo como fruto de su intercambio estaremos ante un proceso articulado y animado por una misma índole: el aprender. Esto no sucede cuando uno está decidido a enseñar, nada más, y el otro a aprender, si se puede cuando mucho. Ahí no hay articulación posible, sino yuxtaposición.
De ahí: Innovar en educación es difícil.

*Doctor en Filosofía de la educación. Profesor emérito del Instituto Superior de Estudios Superiores de Occidente (ITESO). mbazdres@iteso.mx

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