Fuera de práctica

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

Esta semana regresarán a clase unos 25 millones de niños. Más la cantidad de estudiantes de niveles en los que ya no pueden considerarse niños, es decir, educación superior y posgrado. Lo que movilizará a varios miles de personas más por las calles, si se les suma la cantidad de docentes que deben desplazarse. Claro que muchos de los docentes son también padres de familia y algunos incluso son parte de otros grupos de estudiantes en otros niveles. Lo que significa que se desplazarán por las calles y caminos de nuestro país muchos millones de personas, tanto en vehículos como a pie.
Después de un periodo vacacional, no sólo los estudiantes y docentes estaremos un poco desacostumbrados a la rutina del traslado, sino que es probable que los habitantes de la ciudad o la región tengan también una expectativa de caminos más tranquilos. Las calles y avenidas volverán a sus niveles habituales de embotellamientos, los traslados se harán más lentos, los viernes volverán a ser insufribles, ya no por las filas de autos con personas que van de compras, sino que muchos de ellos llevará estudiantes, docentes y padres de familia. Los habitantes de nuestras regiones volverán a habituarse a los ritmos lentos que se generan a las horas en que todo mundo tiene prisa. O quizá no se habituarán y, muchos de ellos desesperarán pues no podrán llegar a tiempo a sus citas; muchos no encontrarán lugar para los vehículos; muchos verán filas más largas para entrar a las escuelas, las papelerías, las tiendas o a donde sea que deban ir para reanudar su rutina de escuela, tareas, trabajo.
La responsabilidad no es cuestión meramente individual. Podemos ser sensatos, cada uno de nosotros, y acudir a las técnicas de la filosofía zen, a un despertador efectivo, a un horario más organizado, a acuerdos con vecinos y compañeros de trabajo o de curso. Sin embargo, es notable que en este país existen pocos esfuerzos de organización colectivos y aun menos de diseño de políticas públicas para agilizar el tránsito de todos esos millones de estudiantes, de las personas que los apoyan desde sus propios hogares y las personas que los apoyan desde hogares en los que no necesariamente hay estudiantes.
Cabe preguntarse: ¿qué se hace en cada uno de los planteles para evitar los retrasos, los accidentes, los altercados? ¿De qué manera las autoridades educativas locales o regionales se coordinan con otras instancias de gobierno o de la sociedad civil para enfrentar estos cambios tan marcados en el uso de los espacios de la ciudad? ¿Hay políticas de las instituciones o de los ámbitos de gobierno para lograr que los habitantes sensatos no sean una minoría sino para asegurar que la cantidad de riesgos y de accidentes disminuya de un ciclo escolar al siguiente y para que no se generen picos de accidentalidad, mortalidad y morbilidad en los primeros días al regresar a clase? Lanzar a la calle varios millones de personas que tienen ahora que responder a horarios y destinos bastante específicos no es lo mismo que tener a esas personas en sus casas y con la posibilidad de salir o regresar de sus actividades a cualquier hora a lo largo del día.
La actividad de las escuelas implica horarios bastante específicos de uso de los espacios de tránsito por la ciudad. ¿De qué manera las autoridades escolares pueden ayudar a agilizar los traslados, horas de llegada y salida o a disminuir los incidentes en los alrededores de las escuelas? Habrá que analizar qué políticas educativas y de administración urbana logran ser más eficientes y reducir el ya de por sí elevado nivel de estrés en las calles y caminos de nuestras ciudades, que suelen afectar nuestros aprendizajes y nuestros rendimientos académicos.

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología del CUCSH de la UdeG. rmoranq@gmail.com

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