Frotamientos

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

 

Una de los primeras formas de relacionarnos con el medio ambiente que tenemos los seres vivos es a través de la piel. Poco a poco se irán desarrollando los otros sentidos y recurriremos a ellos sin que dejemos de apreciar el mundo por medio de la piel. Con ayuda de los receptores en la epidermis y de los otros sentidos podremos tener una propiocepción más aguda y exacta (https://fisiofitnessbilbao.es/que-es-la-propiocepcion-y-por-que-es-tan-importante-trabajarla/#:~:text=“La%20propiocepción%20es%20el%20sentido,fuerza%20muscular%2C%20y%20el%20esfuerzo). A lo largo de nuestras vidas seguirá siendo importante el contacto físico para expresar y recibir afecto, además de para orientarnos en el entorno. Los bebés se orientan principalmente a través del contacto para poder amamantarse y las madres, gracias al contacto con el bebé, segregan hormonas que estimulan la producción de leche. Observamos a muchos animales a los que les atrae ser acariciados y es frecuente que las mascotas domésticas e incluso otras especies se froten entre ellas y que se acerquen a los humanos en busca de ser frotados. En los mamíferos y en especial en los humanos, las caricias, frotamientos, abrazos y tocamientos constituyen un elemento importante para establecer etapas posteriores de maduración afectiva, motriz y cognoscitiva. Es clásico el experimento con primates (monos Rhesus) a los que se exponía a figuras de “madres” artificiales de felpa, en contraste con “madres” de alambre. El psicólogo estadounidense Harry Frederick Harlow (1905-1981) realizó variaciones de ese experimento hace casi un siglo (1932) y evaluó aspectos cognoscitivos y de adaptación. En su reporte, mostró que “los monos satisfacían una necesidad de cuidado, afecto y protección con la madre de felpa”, aun en las situaciones en las que debían acudir con la madre de alambre para alimentarse pues, cuando se introdujo un estímulo amenazante a la jaula, los monos corrían con la madre de felpa en busca de cuidado; algunos monos que pasaron meses sin volver a la jaula donde habían sido criados, al regresar a ella iban con la madre de felpa, demostrándole intenso cariño (https://neuro-class.com/experimento-harlow-del-amor-materno/).

No es de sorprender que en las familias de humanos se exprese la calidad de las relaciones entre sus miembros no solo por la cercanía en el espacio, sino por la frecuencia con que se tocan, abrazan, acarician, además de la frecuencia con la que se dirigen la palabra, comen o viajan juntos, además de realizar otras actividades en compañía y en frecuente contacto de piel a piel o, al menos, contacto visual. En buena parte de las sociedades, la definición de las parejas se da principalmente por los contactos de piel a piel, los que suelen incluir frotamientos de genitales y, más específicamente, relaciones sexuales. Aunque no necesariamente, pues sabemos de parejas que viven, duermen, viajan, crían juntas a su descendencia, pero ya han dejado de lado el contacto genital sin haber dejado otros contactos de epidermis. Así, se conservan matrimonios “sin sexo” (es decir, que no tienen comercio carnal entendido como sexual), pero que conservan frotamientos, abrazos y castos besos entre sí como parte de sus representaciones ante un auditorio de amigos y familiares. Por otra parte, hay quienes no se consideran parejas comprometidas y en una relación afectiva socialmente sancionada (en el sentido de reconocida) y entre cuyos miembros se dan frotamientos “de compas”, ya sea que incluyan o no los genitales como lo expresan algunos.

Tan importantes son los frotamientos que hay quienes los ofrecen y venden y quienes los compran. En cierto grado, este intercambio de frotamientos y contacto de epidermis es visto como un servicio consensuado y hay quienes declaran tener la doble satisfacción sexual y económica, al dedicarse a los servicios sexuales, que iniciaron con mostrarse (y de ahí que a tales servicios se les llame “prostitución”) y que pasaron a incluir más que la mirada, la toqueteada mutua o unilateral. Otro grado, que es parte de los delitos consignados en diversos códigos, lo constituyen los frotamientos entre menores de edad o entre estos y adultos, así como el uso del cuerpo como parte de un servicio sexual al que no necesariamente accedería quien lo proporciona a un cliente que paga por la explotación de su pareja eventual. De tal modo, los frotamientos de piel con piel tienen límites establecidos en tabús culturales, prohibiciones legales y esos límites suelen ser parte de normas escritas o implícitas que prohiben la participación de personas con características específicas. Aún así, sigue siendo ambigua la línea entre los frotamientos consensuados y aquellos a los que se obliga a una de las partes.

Aun cuando los límites socialmente sancionados se han sobrepasado a lo largo de la historia en lo que se refiere a los frotamientos “legítimos” o deseables entre los participantes en un intercambio de contactos epiteliales y genitales, es frecuente que nos enteremos que alguna persona exprese su necesidad de contacto con otras personas que son obligadas a satisfacerlo. Por citar sólo algunas notas recientes, hace unos meses nos enteramos, en una secuencia de video del Dalai Lama (líder budista) en donde pide a un niño que le chupe la lengua (aquí la nota, no el video:https://elpais.com/sociedad/2023-04-10/el-dalai-lama-se-disculpa-tras-pedir-a-un-nino-que-chupe-su-lengua.html). También nos hemos enterado de la aprehensión del “apóstol” de la Iglesia la Luz del Mundo, que tiene su sede en Guadalajara (México) para enfrentar cargos de abuso sexual y pornografía infantil. Lo que remite a la idea de que el contacto de la propia piel con las epidermis de otras personas no es la única manera de paliar esa necesidad de contacto, pues las imágenes fijas o en secuencia generan curiosidad y alguna satisfacción morbosa al ver a otras personas hacer contacto entre sus pieles y genitales.

En días recientes nos enteramos de un obispo de la iglesia “católica” (que es la que tiene sede en Roma, aunque realmente no es “universal”) en Polonia que fue separado de su cargo tras el desfallecimiento de un hombre que vendía servicios sexuales a otros ministros de esa organización religiosa en una orgía gay dentro de propiedades de la misma iglesia. No era la primera vez, informaron en algunas notas periodísticas: (https://www.perfil.com/noticias/internacional/cura-escandaliza-polonia-orgias-gay-sobredosis-y-presunta-prostitucion.phtml).

Como podemos recordar, el líder de la Iglesia Luz del Mundo está casado y, en las notas que hablan de las acusaciones en su contra se menciona que es probable que su esposa tuviera conocimiento de los delitos de los que se le acusa (https://www.infobae.com/mexico/2023/09/30/quien-es-la-esposa-de-naason-joaquin-garcia-y-que-tanto-sabia-sobre-las-acciones-de-su-pareja/#:~:text=La%20poca%20información%20disponible%20de,superación%20integral%20de%20las%20familias) Así que, de ser verdaderas las acusaciones, podemos inferir que el matrimonio o la existencia de parejas sexuales relativamente estables no eximiría de la necesidad de buscar otros frotamientos de epidermis con otras personas. Lo que es bastante grave desde el punto de vista legal. Y lo que hablaría también de la gravedad de una necesidad de contacto no satisfecha y convertida en una posible adicción al sexo. De alguna manera, acceder a la propuesta de terminar con el celibato en otras iglesias, cristianas o no, no constituiría una garantía de que todas las necesidades de frotamiento de sus ministros estarían satisfechas.

Hace algunos años y por varios meses, cerca del edificio administrativo de la Universidad de Guadalajara había una pinta con grandes caracteres en una barda: “¿De qué somos que nos gusta tanto tocarnos?”, se planteaba. La necesidad del tacto mutuo y del contacto suele estar acotada por límites: con quienes sí y con quienes no, en qué partes del cuerpo y en qué circunstancias. Por cierto, en Guadalajara, hace cinco años se aprobó que los frotamientos de mutuo consentimiento, incluso en el sentido más amplio de relaciones sexuales, ya no constituyen una falta administrativa (https://www.elfinanciero.com.mx/nacional/tener-relaciones-sexuales-en-via-publica-ya-no-sera-castigado-en-guadalajara/). La pregunta que queda es ¿cómo regular y autocontrolar esa necesidad de frotamientos? ¿Cómo acercarse a una educación que reconozca que el contacto entre epidermis no debe ser ni tanto que queme al santo ni tanto que lo prive de satisfacciones afectivas expresadas de cuerpo a cuerpo y que lo deje sin la sensación de recibir luz y sentido en su vida y carne?

La educación afectiva y las maneras de expresar emociones y sentimientos no es un área a la que se preste mucha atención en nuestra época. Y cuando se plantea la necesidad de atender los impulsos de las personas suele hacerse en casos extremos: cuando algunas figuras públicas o algunas figuras cercanas en la familia son descubiertas en frotamientos no condensados con otras personas con quienes está prohibido hacerlo. Las manifestaciones de contacto homosexual son todavía menos aceptadas que las expresiones heterosexuales aun cuando, poco a poco, comienzan aceptarse mientras no se rompan los límites del consenso y la edad. Al mismo tiempo, consideramos que las personas cumplen con sus compromisos sociales o afectivos cuando se frotan de determinadas maneras solo con determinadas personas; mientras que consideramos infidelidad y trampa frotarse, abrazarse o besarse con otras personas. Los grupos de swingers o de poliamor o de parejas abiertas, empero, cuestionan estos límites de los compromisos al aceptar ampliar los límites del círculo de personas a los que se puede tocar. Todavía habrá mucho por hacer explícito en los aprendizajes de las geografías y territorios en donde se pueden expresar afectos, emociones y pasiones entre los seres humanos.

 

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del departamento de sociología. Universidad de Guadalajara. rmoranq@gmail.com

Comentarios
  • Alicia Glez Romero

    Parece que los frotamientos están ligados con manifestaciones de cariño. El problema, es que también se pueden convertir en manifestaciones patológicas de la conducta.

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