Feria

 en Jorge Valencia Munguía

Jorge Valencia*

A los mexicanos nos gusta la feria. Las multitudes y los gritos y las garnachas. Nos gusta la fiesta y la comida callejera. El agua de horchata. El aceite recalentado. Los codazos de la gente caminando en sentido contrario. La música de mariachi. El Buki. Los premios por desinflar globos: ganar un mono de peluche costosamente gratuito. Los chicharrones con chile. La cerveza con sal. El curado de guayaba y los tacos de cachete. Los cuetes, los buscapiés, las palomitas tronadoras que arrancan dedos. La trompeta sin sordina. Cantar por ardor. La cocacola en bolsita. Los churros rellenos de cajeta y el chocolate con espuma. Mucha azúcar. Los algodones rosas. Los volantines. Las vueltas hasta el vómito. El susto. El malestar. El picante y la gastritis. Las agruras interminables. Las tortas ahogadas para la cruda. La gente que compra. El regateo. La pulserita. A dos por tres. Cuánto es lo menos…
Las ferias tienen algo de genética. Los apretujones nos despiertan el sentido solidario y fraterno. México es un montón de gente. Un montón de playas. De climas y de fauna y flora. La variedad nos gusta. La vastedad. La abundancia. No sentir los límites. La austeridad nos da risa. Si no hay gasolina, estamos dispuestos a esperar dos horas, cuatro. Echar desmadre. Mentar madres. Nuestra docilidad se interrumpe por actos de violencia que generan la culpa que la Conquista sembró a cañonazos y a golpes de viruela. Entonces vuelve la humildad. Mande usted. La Misa de doce. El beso en la mano al Señor Cura. La procesión. El Cristo de Iztapalapa. El Día de Muertos. El limón en la llaga. Los tríos. Los caldos calientes. José Alfredo.
Un día de feria justifica el domingo, la semana, el mes… Gastamos lo que podemos. Compramos lo que no necesitamos. Es día de feria y se puede todo. La cola para la rueda de la fortuna, el ratón loco, las tacitas y los coches chocones. El valor se mide por qué tan fuerte, por cuántas vueltas. El primero que vomite pierde. Los toques en la mano, el mezcal derecho con su gusano. El sarape veteado. Las ruinas de culturas antiguas. El rebozo poblano. Los merolicos. Los mercachifles. Los huachicoles de la risa. Los balazos al aire. La feria.
Cuando no hay feria, hay plaza. Paseo familiar, centro de ligue. Caras reconocidas, vecinos, familiares lejanos, amigos que sólo se ven en ferias y plazas. Antes del cine, después de los lonches tipo Santuario. Vueltas y vueltas. Lo que antes era el kiosco. La identidad se descubre entre la masa. Después de dos vueltas. Eso somos. Tacos de tripas. Refresco con gas. Gorditas. Memelas. Chalupas. Mosaico de gente. Risas y llanto.Todos somos uno. Uno no es ninguno.
Tianguis, plazas y ferias. El borlote y la pachanga. El argüende y el reventón. El hacinamiento de la alegría. Ningún mexicano es feliz a solas.

*Director académico del Colegio SuBiré. jvalenci@subire.mx

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