Feminismo otro en investigación: Rivera Cusicanqui y Anzaldúa

 en Marco Antonio González

Marco Antonio González Villa*

Es un hecho innegable que hablar hoy del feminismo puede resultar riesgoso, por lo que no entraré en ningún tipo de polémica y me ceñiré a ofrecer una perspectiva y camino que puede tener la investigación basada precisamente en una filosofía, y no sólo ideología, feminista.
Silvia Rivera Cusicanqui y Gloria Anzaldúa son un claro ejemplo de entender y fundamentar el trabajo académico en su implicación social, teniendo así una postura revolucionaria y propositiva, pero, sobre todo valiente, con grandes posibilidades prácticas para la circunstancia mexicana.
Anzaldúa enfrentó diversas adversidades sociales, producto de su origen, de sus raíces, de su identidad de género, recordemos que representa y es un ícono queer, en una época y en un país como Estados Unidos que se caracteriza por ser de los más intolerantes en torno a los grupos o sectores sociales que no consideran parte de su esencia. Teniendo una sólida formación académica, entendió la necesidad de reivindicar el papel social de la mujer, cuestionó abiertamente el machismo y les dio voz y luz a través de sus libros, sus artículos, contando sus historias y sentando las bases para crear un movimiento que, años después de su muerte, sigue vigente. Es sin duda una gran representante del feminismo.
Rivera Cusicanqui ha tenido una postura social que tiene marcas claras de enfoque político, pero bien llevada a cabo: en su forma de trabajo hay un enfoque que busca recuperar y apoyar a sectores vulnerables y desfavorecidos socialmente, haciendo críticas directas no sólo a políticos y gobernantes, también ha tenido el arrojo y la fuerza para cuestionar y confrontar, de frente, a muchos autores que se refieren a sí mismo como decoloniales, haciéndoles ver que viven de recursos provenientes de instituciones de países colonialistas o que sólo se limitan a hacer trabajo crítico de escritorio, sin hacer trabajo de campo, sin ensuciarse las manos, tal como ella lo hace en su trabajo en diferentes comunidades.
Ambas teóricas, luchadoras sociales, gozan hoy de reconocimiento y valoración tanto de su trabajo como de sus aportaciones epistemológicas, metodológicas y teóricas, pero sobre todo éticas, y bien podrían ser estandarte de los movimientos feministas a lo largo de América Latina. Lamentablemente, su nivel de impacto y el conocimiento que se tiene de ellas pareciera que sólo se remite a personas que pertenecen al campo de lo académico. Son parte de un feminismo que concilia, que aporta, que propone y que al mismo tiempo cuestiona, sin caer en la agresión. Es un tipo de feminismo que hace falta seguir y difundir ¿no?

*Doctor en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. antonio.gonzalez@ired.unam.mx

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