Feminicidios y la no apropiación de la cultura y lo social

 en Marco Antonio González

Marco Antonio González Villa*

Históricamente, la mujer ha sufrido un constante acoso que evidencia la objetivación que hacen de ellas algunos hombres. Esta violencia y agresión, permitida y solapada en otras épocas, y que hoy finalmente se busca erradicar, evidencia una de las fallas más grandes que existen en las sociedades: una educación y una cultura que no logran ser apropiadas por todos los individuos.
¿Todo se reduce entonces a una simple cuestión de educar y transmitir la cultura? Definitivamente no, implica procesos y situaciones que son de fondo complejas y algunas otras invisibles, que no han posibilitado que deje de presentarse este lamentable fenómeno. Hemos visto el surgimiento de campañas internacionales que han denunciado a diferentes agresores, hemos visto en recientes marchas a lo largo del país a miles de mujeres cansadas, hartas y con todo el derecho de exigir respeto a su cuerpo, a su ser, a su vida.
Pero hemos podido ver a grupos de hombres apoyándolas en su justa causa y eso nos obliga a preguntarnos ¿qué lleva a un hombre a pelear codo a codo con una mujer por el cumplimiento de sus derechos y qué lleva a otro a sentirse con el poder para consumar un deseo sin su consentimiento o ejercer violencia con saña en una mujer? Independientemente de que la forma de actuar de cada persona es el resultado de un proceso multifactorial, es evidente que en uno la cultura se volvió un referente y un sustento desde el cual considera a un otro y otra como su semejante y los trata con el respeto y la dignidad que la vida en común nos demanda, por lo que se hace evidente que la cultura le dotó de significados y configuró su forma de pensar y de relacionarse con los demás, de una manera en la que entiende que la convivencia armónica es la base de la sociedad.
Sin embargo, hay también sujetos que, sin nada de conciencia, ni razón, ni moral y una evidente insensibilidad, han sido capaces de atentar contra la integridad, física y psicológica, y la vida de mujeres de diferentes edades, que patentiza una irrefrenable sexualidad producto de una incapacidad e imposibilidad de ver a otro como sus semejantes y de una limitada, o nula, concepción de lo social. Desde una perspectiva psicológica, la falta de empatía, su dificultad para conseguir atención y afecto, así como su necesidad de ejercer poder y dominio, evidencia muchas de las carencias que encuentra en su ser. Haciendo el señalamiento de que cada persona es responsable de sus actos y de sus consecuencias, que en el caso del feminicidio y la agresión sexual ha persistido desafortunadamente la impunidad, es un hecho que en estos individuos las instituciones sociales y culturales no han logrado establecer principios éticos que le dieran otra significación y valoración de sus actos, por lo que una educación sin ejemplos, sin seguimiento, sin una visión formativa que corrija en tiempo lo pertinente o que permita reorientar y encauzar aquello que esté mal enfocado, o de figuras ausentes o lejanas afectivamente, difícilmente construirán sociedades en la que el respeto sea la máxima entre sus integrantes.
Se está luchando contra una historia, pero han empezado a tomarse medidas preventivas y correctivas que abren una posibilidad; el trabajo es de todos y de cada uno: no están solas.

*Maestro en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. antonio.gonzalez@ired.unam.mx

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