Feliz año 2052

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

Eric Arthur Blair, mejor conocido como George Orwell (1903-1950) planteaba en su novela “1984” la figura del Big Brother que se encargaba de vigilar que los designios del gobierno totalitario fueran interiorizados en el lenguaje, pensamientos y acciones de los miembros de la sociedad. La represión política, encarnada en la máxima de que “lo que no puede ser dicho no puede ser pensado”, ha sido una aspiración de quienes están en el poder, en contra de las aspiraciones de mayor potencial expresivo en el arte, la democracia y la escuela de quienes NO son tan poderosos. Las aspiraciones de coronar proyectos individuales y sociales en el año que comienza, he de advertir, tampoco se cumplirán cabalmente en el 2022. Si la distopia orwelliana no se consolidó en 1984, habrá que reflexionar si en verdad es probable que para el 2052 la humanidad logre un mundo apacible al estilo de la predicción de Aldous Huxley (1894-1963) en su novela de 1932 “A Brave New World” (que en español se intituló “Un mundo feliz”). Los motivos de alegría se pueden atisbar ahora que solo faltan tres décadas para el 2052: la tecnología reproductiva, el manejo de las emociones por medio de drogas, la hipnopedia (aprendizaje mientras se duerme), la aceptación de la diversidad, el fin del calentamiento global, el desarrollo de tecnologías menos contaminantes para la movilidad humana.
Según el Acuerdo de París, que entró en vigor en noviembre de 2016, para el año 2050 habremos logrado ya la neutralidad climática. El acuerdo especifica como objetivo “limitar el calentamiento mundial a muy por debajo de 2, preferiblemente a 1,5 grados centígrados, en comparación con los niveles preindustriales”. Es decir, no hay esperanzas de lograr ese objetivo en el año que comienza.
Al igual que las metas de reducción de cintura y de peso corporal que nos imponemos todos los mortales en capacidad de acceder a alimentos en exceso (al menos entre el día de las Lupitas y la noche de la Rosca de Reyes), la cronología para el cumpimiento de nuestros propósitos siempre está más allá. Las acciones que nos llevarán al cumplimiento de nuestros propósitos en cada nuevo periodo lectivo, año fiscal o nivel educativo, rara vez se consideran que lograrán sus objetivos finales en enero de algún año. Es muy probable que tampoco para el final del periodo lectivo habremos logrado todos los aprendizajes planeados. O, simplemente, ya para marzo se nos habrá olvidado lo que dijimos aprender en enero. Quizá para el 2052, los humanos que todavía habiten este planeta, tendrán la memoria, la enjundia y la resistencia para conservar para diciembre lo aprendido en enero del mismo año.
Lograr la neutralidad climática para el 2050, al menos en la parte del planeta en mejores condiciones para alcanzarla (La Unión Europea), se ha convertido en un objetivo para el que comienzan a plantearse dudas y cuestionamientos: ¿tan pronto? Quizá la humanidad necesite una prórroga. Por ejemplo, se ha argumentado que “la pandemia provocó un aumento repentino de la demanda mundial de equipos de protección, como máscaras, guantes, batas, desinfectante para manos en botella. Esta mayor dependencia de los plásticos de un solo uso y los bajos precios del petróleo como resultado de los confinamientos tienen consecuencias negativas para el planeta” (afirma la agencia europea del ambiente, como advertencia que enfatiza que entonces el 2050 ya se ve bastante cercano, después del muladar que seguimos generando).
Con enorme frecuencia surgen estos razonamientos y se convierten en pretextos (como dice el presidente de México acerca de la pandemia de COVID-19, que “vienen como anillo al dedo”) para aplazar el cumplimiento de determinados propósitos. Los imprevistos se convierten en “explicación” para llegar tarde a clase, para programar más días para reorganizar las actividades escolares, para lograr determinados planes de enseñanza-aprendizaje, para concretar productos o lecciones. Si programamos para el 2052 los objetivos a cumplir, lo más probable es que serán las generaciones venideras las que se harán cargo de revisar si esos objetivos son deseables, posibles, adecuados o pertinentes. Los “grandes objetivos”, como el de reducir un grado y medio la temperatura planetaria, parece requerir un tiempo prolongado. Grandes objetivos como la elaboración de un plan de estudios, la mejora en la señaléctica institucional, el establecimiento de reglamentos y sanciones para quienes no los cumplan y premios para quienes lo hagan con excelencia, el equilibrio en el presupuesto escolar, la adecuación de horarios, el equipamiento y mobiliarios y las obras de infraestructura escolares… todas ésas se habrán logrado en el 2052. Mientras tanto, conformemonos con anticipar la felicidad que pronto llegará. No tardaremos ni tres décadas. Será cuestión de paciencia.

*Doctor en ciencias sociales. Departamento de sociología de la Universidad de Guadalajara. rmoranq@gmail.com

  • Carlos Romero

    Excelente artículo, felicitaciones

  • Guillermo Esparza

    El consumo de combustoleo en CFE con altísimo contenido de azufre no syuda en nada a mejorar nuestra ambiente al ser altamente contaminante.

    • Daniel Michel

      Gracias, excelente artículo. Orwell, además de 1984, escribió la que para mí es la gran novela política del siglo XX: “Rebelión en la granja”. Una enorme metáfora del lenguaje que muchos políticos alrededor del mundo usan para obtener y conservar el poder

  • José Luis Pardo Ruiz

    Gracias, Rodolfo, por compartir esas reflexiones que parecen muy personales y muy irónicas, pero que en realidad son bien generales y objetivas.

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