Falsas promesas

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

Las hemos escuchado repetidamente: nos amaremos hasta que la muerte nos separe; aplicaremos todo el peso de la ley; saldremos muy temprano; se pagará la próxima quincena; bajaremos los precios; lograremos abatir el desempleo; combatiremos la pobreza; terminaremos con el rezago escolar; lograremos que se titulen los egresados; reduciremos la desigualdad; se hará justicia… En todos los ámbitos, desde las relaciones interpersonales, hasta los conflictos en política internacional, pasando por los procesos organizacionales, hemos escuchado promesas que resultan vanas.
Quien las pronuncia no tiene intenciones o recursos para su cumplimiento; quien las escucha tiene más esperanzas que idea de cuál sería el camino para lograr la resolución de las necesidades a las que se asocian las promesas de solución. Muchas veces, las promesas se encaminan a solucionar problemas para los que ni siquiera existe un acuerdo respecto a cómo definirlos. ¿Cuál es la situación y cómo sabremos si ya resolvimos o al menos redujimos la magnitud del problema? Quien promete las soluciones suele comenzar incluso por una promesa: esa persona, o su grupo o su partido al fin definirá y diagnosticará la magnitud y el alcance de los problemas por resolver.
En el caso de la educación, durante décadas hemos recibido la promesa de que resolverá muchos de nuestros problemas sociales: quien va a la escuela aprenderá habilidades suficientes para conseguir un trabajo digno y un determinado nivel de vida. Quien va a la escuela contribuirá a resolver problemas que aquejan a su comunidad. Los egresados de determinadas disciplinas y niveles de estudios resolverán un sinfín de problemas económicos, psicológicos, químicos, físicos, de infraestructura, de planeación, de prevención. En México asociamos a la educación con la solución de un sinfín de problemas individuales, sociales, nacionales, internacionales. Para todos los ámbitos y todos los alcances, la educación aparece como la apuesta más prometedora.
Sin embargo, encontramos que los niveles de ingreso, de empleo y de utilidad de quienes dedican varios años a los estudios formales no necesariamente crecen al mismo ritmo que la cantidad de tiempo invertido en las escuelas. En algunos casos, nos confiamos en que, a mayores inversiones en determinadas tecnologías o formas de abordar los problemas en la educación, más impulsaremos el aprendizaje y más eficientes y eficaces serán los estudiantes que tengan acceso a esos recursos. A veces suponemos que el monto del presupuesto invertido en determinada institución educativa redundará en mayores beneficios para sus educandos. Y asumimos como verdadera la promesa: en cuanto se cuente con determinados niveles de inversión en determinados procesos y acciones, se cumplirá con determinadas metas de aprendizaje y de aplicación del conocimiento.
Bien cabe pensar que la vida ni es tan fácil ni los beneficios tan directos. Por más que nos hagamos la ilusión de que el uso de determinados recursos en ciertas magnitudes redundará en determinados beneficios, soluciones, o en la reducción de la magnitud de los problemas, siempre quedará la posibilidad de que las promesas se hagan con bases inciertas. ¿Qué relación hay entre la cantidad de los recursos invertidos y los logros institucionales? ¿Qué tan eficientes resultan los grandes presupuestos si estos se gastan más en sueldos de funcionarios que en promover que los educandos accedan a recursos básicos como alimentación, transporte, materiales de estudio? En buena parte de nuestras instituciones se hacen falsas promesas a partir de la lógica de que al aumentar la cantidad de recursos utilizados por los administradores se mejorará la administración de los recursos en el ámbito escolar.

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología del CUCSH de la UdeG. rmoranq@gmail.com

  • Jose de Jesús Ornelas Garcia

    En verdad, todo el tiempo la demagogia,es el arma para lograr lo que se pretende, esto sucede,por que hablando con la verdad o haciendo lo que se debe hacer perderían seguidores y no quieren sacrificar su estatus,político y de poder y al contrario más y más los problemas han de crecer.

  • José Luis Pardo Ruiz

    No creo que exista un grupito de gente que nos está engañando consciente y alevosamente. No, eso es parte natural de un orden social surgido de un mito: el mito del progreso que promete una parusía, un paraíso terrenal mediante la ciencia y la tecnología que requiere de la escolarización masiva. La legitimación de este orden de cosas se hace desde postulados sin ningún sostén objetivo. Sin embargo nadie cuestiona esos postulados, se aceptan por pura fe. Quién, por ejemplo, ha demostrado históricamente que una sociedad escolarizada alcanza el progreso? Se podría más bien demostrar lo contrario: cuánto hace que González Casanova, con datos sicológicos dijo que con los dedos de una mano se podían contar los que gracias a su carrera habían conseguido una movilidad social? El concepto que de la escuela se predica es muy bonito pero no tiene ningún sustento objetivo. Y no ocurre de otra manera en otras áreas de la vida social como la política con el paraíso prometido de la democracia, o en la economía con la repartición de la riqueza. Todos somos parte del engaño porque todos comulgamos en la misma fe.

  • José Luis Pardo Ruiz

    Corrijo error del comentario que hice anteriormente: los datos que da González Casanova son “sociológicos”, no “psicológicos”.

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