Etiquetas de moda

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

Sin pretender que la exposición que sigue se acerque siquiera a avanzar la psicología como ciencia, me atrevo a señalar algunas de las etiquetas “diagnósticas” (entre comillas, porque dudo de que sean muy certeras en buena parte de los casos en que he escuchado que se apliquen) respecto a patrones de comportamiento de algunas personas. Ya entrado en atrevimientos, además de mencionarlas, incluyo el temerario paso de aplicarlas a comportamientos específicos de algunos estudiantes y docentes. El atrevimiento de aplicarlas también a los paterfamilias lo dejo en los ánimos de quienes lean las líneas que siguen.

1. Síndrome de Dunning Kruger: este cuadro expresa que quienes comienzan a conocer acerca de un tema o habilidad, con manejar unas cuantas acciones ya se sienten expertos en el área. Quienes padecen de este síndrome se sienten más expertos que quienes tienen muchos años metidos en el asunto. Por otro lado, está asociado con el “síndrome del impostor”: hay quien tiene conocimientos y habilidades de las que no se siente muy seguro de poder desempeñar. En su otra manifestación extrema, los iniciados todavía no llegan al grado de experiencia que dicen tener. Los estudiantes o los docentes que padecen de este síndrome creen que saben tanto que los demás deberían escucharlos y aprender de ellos;
2. Trastorno narcisista: uno más de los síndromes con nombres de personajes de la mitología griega, como los síndromes de Electra y de Edipo, de los que los psicoanalistas han echado mano desde hace varias décadas. La narración de Eco y Narciso se encuentra en la base de esta etiqueta que designa a quienes se creen los más hermosos, los más populares o los mejores estudiantes de su grupo. O los mejores profesores del claustro docente. Si algo sale bien en sus tareas y cursos, es gracias a ellos. Si algo sale mal, es por culpa de los demás o por otras razones como el neoliberalismo, los antifa, las condiciones materiales o la burocracia;
3. Efecto Pigmalión: refiere a la expectativa generada respecto al desempeño de algunas personas. Pigmalión era un escultor enamorado de una estatua que elabora él mismo. Suele suceder (según esta propuesta de efecto), que, si se recibe la recomendación de algún estudiante o maestro como excelente, se logrará que éste se empeñe más en su ejecución en el rol correspondiente. Si se le refiere como insuficiente, el desempeño esperado y el logrado irán a la baja;
4. Trastorno obsesivo-compulsivo: suele decirse de las personas que se sienten obligadas a realizar actos y a pensar en situaciones de forma constante. Los ejemplos famosos son los del lavado de manos constante o el pensamiento ininterrumpido en determinadas ideas o personas. En la escuela se trata de algunos estudiantes que se obsesionan por cumplir con las tareas desde el momento en que se les asigna, o en docentes que piensan constantemente en lograr la perfección en cada detalle de sus cursos, escritos, investigaciones o participaciones académicas;
5. Trastorno por déficit de atención e hiperactividad: sobre todo está asociado con la dificultad para mantener la atención y la necesidad de moverse constantemente. Algunos estudiantes refieren que solo aprenden si al mismo tiempo realizan alguna actividad física, en vez de simplemente estar sentados. Algunos docentes lo expresan también como la necesidad de realizar más de una actividad a la vez, desde combinaciones tan sencillas como hablar y caminar al mismo tiempo, hasta otras expresiones de “multitasking”. Una estudiante la manifestaba, durante los cursos en línea, como la necesidad de realizar tareas domésticas mientras escuchaba las exposiciones o discusiones. Algo que en los docentes también se da cuando buscan información en internet o en sus libros mientras escuchan las discusiones de sus cursos.

Resalta que, sea por moda diagnóstica o porque en verdad las condiciones en las aulas y en los contextos de aprendizaje y enseñanza han cambiado, especialmente por la intrusión de las tecnologías de comunicación a distancia, que al menos la mención de estas etiquetas parece más frecuente que en años anteriores. Habría que ver si se trata de verdaderos diagnósticos psicológicos o simplemente de modas en un sentido sociológico: se aplican etiquetas a los estudiantes y a los docentes simplemente porque son los apelativos que se estilan. En todo caso, sean etiquetas, padecimientos o trastornos, habrá que ver qué tanto nuestros ámbitos educativos contribuyen a que estos términos se asocien a cuitas reales o hipocondriacas. Habría que consultar a expertos en la utilización de los manuales diagnósticos, además de acudir a quienes sean capaces de modificar comportamientos e ideaciones.

*Doctor en ciencias sociales. Departamento de sociología de la Universidad de Guadalajara. rmoranq@gmail.com

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