Estudiantes

 en Rubén Zatarain

Rubén Zatarain Mendoza*

El dos de octubre es una fecha simbólica de la memoria histórica de los estudiantes mexicanos.
Se conmemora un aniversario de la llamada matanza de Tlatelolco.
Los líderes de la movilización, el comité de huelga, las lecciones de aquellos jóvenes estudiantes, de aquellos maestros comprometidos, para los estudiantes de hoy.
El marco institucional de nuestras universidades y la urgente necesidad de formación política, la emancipación de las representaciones estudiantiles de la manipulación de manos externas.
Luchar porque no aumenten el pasaje sí. Pero también luchar contra los grilletes que acotan libertades y controlan conciencias mientras se existe sin existencia, mientras de vaga como almas sin corporeidad en un aparente parque de diversiones.
La memoria histórica en el hacer y el decir de los jóvenes y adultos universitarios y en los jóvenes y adultos no universitarios.
La evocación de sus maestros que hombro a hombro les acompañaron en su gesta libertaria.
El ingeniero Heberto Castillo y su injusto encarcelamiento, el incubamiento de un liderazgo que luego tendría adscripción de izquierda.
El rector Barros Sierra encabezando al lado de sus estudiantes la manifestación, el valor civil de protestar.
El reto pedagógico de formar el pensamiento crítico de los estudiantes.
Su emancipación de la propaganda deportiva y olímpica del hombre masa que acude a los estadios, foros, salas de cine y recintos religiosos, en la euforia futbolera, rockera, de esparcimiento y de práctica espiritual, como plantearía el análisis de Herbert Marcuse.
Las olimpiadas de 1968, la imagen internacional de México, las balas y las macanas por las que optó el gobierno de Díaz Ordaz.
La muerte, la sangre, los amontonados en el piso, la prensa, la radio y la televisión callan.
El documental fotográfico presente en el libro de la Noche de Tlatelolco de Elena Poniatowska, sus fotografías en blanco y negro, la compilación del dolor. La música se detiene en la Ciudad de México por el sonido de las ambulancias de la Cruz Roja, la luz se aleja, las señales para disparar, los pañuelos blancos, la luz de una centella para abrir fuego.
Las armas en las manos fratricidas. Los impunes bajo sus uniformes.
El concreto y el barro silentes de los edificios de departamentos que rodean la Plaza de las Tres Culturas.
Las tres culturas que nos enorgullecen, nuestra cultura mestiza mexicana; colorida trinchera de identidad y nacionalismo.
Cultura mexicana en tiempos de mass media, objeto de deseo comercial, que también es objeto de deseo de mercado y vende, excluye y anestesia a golpe de ruido y manipulación.
Apagar con balas la voz discordante de una juventud inconforme; las más de 5 décadas de imposible olvido, los estudiantes como carne de cañón, las tanquetas entre la población civil, la bota militar sobre el cuello de quienes traen el libro bajo el brazo, los rifles que apuntan a la cabeza de la patria.
La película Rojo Amanecer, la vida cotidiana en el multifamiliar de la colonia Tlatelolco, el edificio Chihuahua, el peso del Estado contra los débiles cuyo único recurso era alzar la voz por la injusticia.
La sangre cuyo color púrpura fue lavada con rapidez por un obsesivo gobierno que quería borrar huellas, pero que ya había marcado la indeleble tinta de la memoria colectiva.
Las actuación de María Rojo, las vestimentas sencillas de los protagonistas que ilustran el contexto, la extracción social de los protagonistas de esa historia breve de los días aquellos, el 2 de octubre que lacera la conciencia del ser mexicano.
Y los priistas que guardaron silencio al lado de su presidente y que premiaron en su elección interna al candidato Luis Echeverría, evidentemente involucrado como ejecutor de una orden cuya responsabilidad asumió públicamente el entonces presidente.
El partido que hoy celebra 90 años de fundación, creado en el maximato de Plutarco Elías Calles, partido que celebra con mariachi su fundación y que se vanagloria de la creación de instituciones, cuando aún tiene cuestiones que aclarar en el tema del 2 de octubre, a pesar de cooptar intelectuales orgánicos.
Y los archivos secretos y las comisiones de la verdad inoperantes, padeciendo las estratagemas creadas en el laberinto de la justicia, en las aguas mansas de la impunidad del poder.
El tiempo que pasa sin la información esperada como en el caso de los 43 normalistas de Ayotzinapa.
La opacidad del tema.
El silencio institucional al que se le da voz apenas tímidamente.
La esperanza del primer año de un dos de octubre diferente, de un NO al resentimiento pero también de un No rotundo al olvido.
El derecho a manifestación pacífica, el riesgo del anarquismo en la manifestación de las calles, los vidrios rotos y el grafiti errático, las muchas fuerzas y poderes interesados en manipular y apropiarse del descontento popular, la necesidad de liderazgos reales.
La necesidad de crear nuevas formas creativas de expresión de la inconformidad, la formación política e histórica como asignaturas pendientes en todas las universidades donde se apuesta por la anorexia en ciencia social y la filosofía contemplativa.
Un dos de octubre donde hay voluntad de no sostener la paz social con un estado represor, de fortalecer el acceso a la educación superior.
El compromiso gubernamental para aplicar más apoyos, más becas, el compromiso de las instituciones universitarias que se han convertido en franquicias de intereses particulares, el compromiso posible de una educación de calidad y la concurrencia del estudiante para no regatear su tiempo de estudio, su tiempo de formación con rigor científico.
Las consignas en mantas y paredes, auténticas frases de archivo colectivo que recuerdan aquel momento. Ni perdón de la acción apátrida ni olvido a los responsables de la matanza.
Y los estudiantes de la primavera de Praga que al manifestarse iniciaron la fractura de los países del bloque socialista cuya dictadura se manifiesta de variadas formas.
Los estudiantes de París, voceros de lucha por la libertad, aspiración de la revolución francesa.
Los estudiantes pensantes, enérgicos, adscritos a las causas en perspectiva de una mejor sociedad, los que acotan los excesos del poder con voluntad organizativa.
La revolución cultural de Mao Tse Tung en China Popular que transformó la tentación pequeño burguesa en la que puede caer el universitario. La necesidad de cultivar su solidaridad social, la memoria histórica y su conciencia de clase.
Los jóvenes, los estudiantes, su rol en los 70 años de una construcción del socialismo, la masa crítica de un país de Asia que alecciona a quienes tienen disposición de aprender sin la camisa de fuerza ideológica.
El estudiante y su juventud, el riesgo de un mercado que los asume como objeto de deseo para el consumismo, de un grupo de edad donde también compite la delincuencia organizada ante el riesgo de consumo de drogas y alcohol.
La guerra de Vietnam de los sesenta. El imperio norteamericano que se reinventa anticomunista en territorio latinoamericano.
Los gobiernos latinoamericanos y dictatoriales a modo.
La extinción de algunas normales rurales en aquel momento. Golpe artero a los nidos donde según el poder, se forman los rebeldes y revolucionarios.
El presentismo a superar, la ausencia de visión de futuro y el necesario esfuerzo por gestionar el tiempo productivamente; la urgente incorporación de habilidades y competencias para el mercado de trabajo.
El reto de gestionar la propia formación de la inteligencia, el gobierno de la sexualidad y el cuidado físico y emocional como parte de la agenda del ser estudiante.
Agustín Yáñez el escritor orgullo jalisciense y su gestión al frente de la SEP en aquellos días nefastos.
Díaz Ordaz, el poder civil fantasmagórico encarnado en su título de abogado, su rostro y dientes mil veces caricaturizados, la banda presidencial floja en su pecho, el rojo de la sangre de los estudiantes caídos. Su obsesión anticomunista, su cobardía y autoritarismo.
Echeverría, el ungido, el dedazo presidencial, sus ojos cómplices escondidos detrás de sus gafas, la tarea de limpiar la casa, de seguir cultivando la parcela estéril de un olvido social del pueblo que vive al día.
Las canciones, la poesía, los juglares y oradores que cantan aquella satrapía y construyen su discurso con el solo objetivo de no olvidar.
El control y el miedo, las cárceles y la desacreditación de los medios de incomunicación, de los poderosos que deslegitiman la movilización social.
El México diferente que no llegó con las prometedoras olas de cambio en los sesentas.
02 de octubre, el memorial a los caídos, el honor a los sobrevivientes.
La necesidad de reconciliación.
La objetividad y la reescritura de ese momento histórico.
Las aulas laboratorios y talleres donde hay que abrevar ciencia, donde hay que incorporar habilidades.
Estudiantes como razón de ser de las instituciones de educación media y superior, el desafío de formarlos, la urgencia de retomar el valor estratégico de sus estadios de edad como potencial de desarrollo.
La transición generacional en permanente desafío en los ámbitos familiar y escolar, la búsqueda colectiva de respuestas para responder a sus demandas e inquietudes.
Estudiantes, la necesaria energía e inteligencia; su desafío de seguir documentando la historia nacional y su sentido de pertenencia y compromiso social.
Estudiantes, el reto de romper las formas de alienación y alimentar el compromiso y responsabilidad en su construcción como buenos ciudadanos.
Ciudadanos informados, militantes, responsables, propositivos y capaces.
Estudiantes: su convocatoria.

*Doctor en educación. Supervisor de Educación Secundaria del sistema federalizado. zatarainr@hotmail.com

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