Especialistas en lo imposible

 en Jorge Valencia Munguía

Jorge Valencia*

Herederos de una cultura politeísta cuyas advocaciones prehispánicas resultan un laberinto de confusión escatológica, los mexicanos somos especialistas en lo imposible.
Complicamos las cosas porque lo fácil nos resulta un mérito indigno. En nuestra liga de futbol, ser campeón sólo se consigue acreditando el derecho de eliminarse a ida y vuelta en una sucesión de partidos jugados a muerte después de la temporada regular. No se trata de terminar como el mejor de la liga, condición que para otros países bastaría. Entre nosotros, además hay que defender el mote y ser el mejor entre quienes se cuelen a la liguilla. En el colmo del exceso, hace algunos años todavía se disputaba el “campeón de campeones”. El mejor equipo jugaba contra otro mejor después de haber jugado contra mejores sólo si había sido el mejor, en un galimatías del triunfo.
Así las cosas, nuestra administración pública se enorgullece de haber diseñado los trámites burocráticos más rebuscados. No por nada el barroco halló tal regocijo por estos rumbos.
La llaneza de Juan Rulfo sólo es admirada como una anomalía cultural. El prototipo de la belleza femenina fue Lyn May hasta que el photoshop pudo sustituir las cirugías estéticas en la etapa post-ficheras. Buscamos el claroscuro y tendemos hacia una estética recargada. El estilo churrigueresco es un cromosoma mexicano, como demuestra el albur, la mejor de nuestras virtudes lingüísticas.
El registro de vacunación para maestros es un calvario. La plataforma resulta ineficiente. No arroja certificados. Aún teniendo el certificado, no permite agendar citas. Las fechas se postergan, las direcciones electrónicas se multiplican, los teléfonos nadie los atiende… Y lo más logrado en el arte de la ofuscación son las declaraciones de los directores y secretarios: se contradicen, confunden, complican. La hermenéutica política en México demuestra que lo importante es lo que se oculta. La variante ómicron no es menos letal; su bajo factor de decesos se debe a la vacunación. El hacinamiento es el método más efectivo del contagio. Los estadios, las plazas comerciales y las aulas están abiertas como una forma de temeridad o de imprudencia. Para el refuerzo de la vacuna, bastó presentar el registro de la primera dosis, aún sin el certificado que la plataforma no compartió.
Comoquiera, los maestros vuelven a clases presenciales el lunes, con el brazo dolorido y escalofríos por lo que viene. La mortandad es una estadística. Las escuelas oficiales omiten posturas; las privadas se lanzan al vacío con narrativa de control pero con realidades adversas. Los protocolos adquieren la forma del engaño y los padres de familia colocan la verdad bajo el tapete: trastocan el covid por alergias, fingen salud, se deshacen del problema relegándoselo a los maestros: que ellos se encarguen de sus hijos.
Nuestra especialidad persigue lo imposible: fingir que no pasa nada. Eso nos enseña la pandemia.

*Director académico del Colegio SuBiré. jvalenci@subire.mx

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