Escribir sobre educación, darle de patadas al pesebre o la provocación al magisterio

 en Jaime Navarro Saras

Jaime Navarro Saras*

Para Miguel Ángel por este adiós breve

Hace algunos años, a finales de los 80, fue la época cuando empecé a publicar textos sobre educación, inicié escribiendo artículos breves (una cuartilla) para folletines, trípticos, revistas domésticas en escuelas y oficinas de la secretaría de educación, posteriormente textos más formales en El Occidental (periódico de Guadalajara de la OEM), con artículos sobre lecturas de la realidad educativa.
Recuerdo que más de una persona, maestro, directivo o funcionario de la secretaría de educación me comentaban, a manera de reclamo, que mis escritos no eran otra cosa que darle de patadas al pesebre, justificando que la función de los maestros era la de hacer su trabajo sin criticar a las autoridades educativas, que nos pagaban por trabajar en los grupos y no por pensar y, mucho menos decirlo por escrito. Con uno de ellos (que a la postre terminó publicando en El Occidental a invitación mía) tuve discusiones y hasta enojos por mis escritos y sus posiciones ideológicas, a la larga nos hicimos amigos (sobre todo a raíz de que su jefe lo quitó del puesto sin más y, en castigo, lo mandó a cubrir su grupo de alumnos en la escuela) y con ello entendió la importancia que tiene para los maestros que se cuestionen las prácticas atípicas de las autoridades educativas (en especial las ocurrencias y todo lo que se aleja de los procesos educativos).
Digo todo esto por diversas razones, una de ellas y la más importante, es porque el grueso del magisterio (si bien son concebidos como intelectuales), sus posturas ante cualquier tipo de iniciativa de gobierno en materia educativa (y hasta social), es de sumisión debido a que no hacen valer sus saberes y conocimientos adquiridos para oponerse a las políticas que les afectan educativa y laboralmente (como es el caso de la reforma educativa actual) o proponer ideas que mejoren su realidad desde las escuelas y, específicamente, desde las aulas.
Ejemplos de ello lo vemos todos los días, lo común, desde hace muchos años es que cada gobierno modifica las políticas educativas a su entender, sino en lo esencial, si lo hacen desde el estilo propio y por la marca ideológica que quieren imponer y dejar plasmada en las escuelas, con los maestros y los alumnos; un día se habla de didáctica, otro de procesos educativos, al siguiente de habilidades y competencias y luego de aprender a aprender, como que si estas ideas y frases publicitarias se desarrollaran automáticamente en el hacer cotidiano de las escuelas y las aulas.
El hecho de vivir en un coloniaje pedagógico, a los maestros (la SEP y el SNTE) los han hecho vulnerables en sus discursos, amén de sus prácticas, las cuales son tan diversas que es complejo encontrar la esencia pedagógica en que se basan. El conocimiento de causa y la autoestima magisterial son tan dúctiles que basta la llegada de una nueva idea o discurso educativo para que le desmantelen todo lo anterior, a tal grado que, en teoría, lo asumen y aplican sin la menor carga de sentido crítico, este fenómeno (por desgracia) los coloca como simples operarios de una máquina que funciona en automático, con ellos o en su ausencia.
Si, aunque me duela decirlo, el magisterio de las tierras jaliscienses es un grupo acrítico, dócil y hasta ingenuo que no ve más allá de su sobrevivencia, es, dirían los enterados, una moneda de cambio cuando conviene y un chivo expiatorio cuando el Estado quiere justificar los vacíos, la crisis educativa y los malos resultados de los estudiantes mexicanos en las evaluaciones locales e internacionales.
El asunto es grave, ya que el sistema educativo mexicano ha provocado que muchos maestros asuman ese rol: de ser simples operarios de un programa y una reforma a la que no fueron ni serán invitados por este gobierno para el diseño y, porque tampoco alcanzan a entender el origen y propósito real de ésta y, mucho menos, el tipo de ciudadano que van a formar desde la escuela, sobre todo porque en las prácticas cotidianas están ausentes las actividades que cuestionan y pueden desarrollan el sentido crítico, además de un vacío de acciones que motiven la creatividad, el gusto por la ciencia y donde la lectura no es una práctica común.
Visto así, para formar sujetos críticos, creativos, participativos y respetuosos del entorno y sus semejantes, se requiere de una escuela y una sociedad que incentive, motive y genere las condiciones necesarias para hacer cada una de esas cosas con naturalidad, de otra manera, si lo común es formar ciudadanos pasivos, acríticos, no lectores y enemigos del diálogo (entre otras cosas), con esas prácticas no podemos esperar nada bueno en 30 años (que es cuando veremos los resultados de la reforma educativa según el INEE).
Los maestros viven un momento crucial, esta coyuntura de claroscuros educativos y sociales son para asumir roles de participación, está comprobado que la sumisión, el desinterés y la pasividad ante cualquier atentado a la educación pública no los ha llevado a ninguna parte, al contrario, les ha complicado el camino para ser auténticos profesionales de la educación y sus pocos o muchos saberes son ninguneados cuando se toman decisiones, el asunto es hacerlo o dejarlo de hacer, cada quien su decisión y riesgo, lo cierto es que criticar a la autoridad educativa nunca será alta traición, al contrario, es una llamada de atención para que hagan bien las cosas.
¿Acaso lo sucedido la semana pasada con la entrega de nombramientos a los maestros que ganaron una plaza y tardarles el documento por más de 24 horas en condiciones inhumanas es de aplaudir?, yo creo que no, y no señalarlo o decirlo es un acto de complicidad con la autoridad para que las cosas no se hagan, amén que todavía se enojen y se incomoden contra quienes se manifiestan.

*Editor de la Revista Educ@rnos. jaimenavs@hotmail.com

Comentarios
  • Linda Rizo

    Muy bien dicho

  • Verónica Vázquez-Escalante

    Un artículo escrito por la experiencia de la vida y la realidad docente. Felicidades Maestro

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